viernes, 11 de mayo de 2018

Tareas modernas incumplidas


Un gran sector de la gente común colombiana, aupado por los creadores de miedos, se declaran antisocialistas o anticomunistas, sin comprender lo que significan esos conceptos. Por ser gente común, conciben esos dos términos desde los miedos promocionados por los medios de comunicación controlados por los creadores de esas mismas fobias. La imagen inmediata del contenido de ese miedo al socialismo o al comunismo es la situación de Venezuela. Y la complejidad de esos conceptos, profundamente relacionados con la filosofía, la sociología, la política y la historia, queda birlada, reducida a la deformación que ha hecho el populismo de izquierda chavista o el populismo de derecha del uribismo en Colombia.

La comprensión de esos conceptos exige años de estudio, lectura, escritura y sobre todo imaginación, disposición a aprender sobre la humanidad; disposición a preguntar y responder ¿Qué es el ser humano? ¿Cuál es su historia? ¿Cuál es su futuro? El gran sector de la gente común colombiana no tiene años de estudio, no lee, no escribe, no tiene imaginación, ni disposición para aprender; por eso no comprenden los conceptos, desde los cuales se daría respuesta a esos interrogantes.

Pero la gente común colombiana no tiene el cerebro en blanco, lo tiene lleno con unas respuestas, dadas por la religión y los medios. Según estos entes, el ser humano es una creatura y obedece a su creador, quien ha trazado su historia en caracteres atemporales o eternos y el futuro es el cumplimiento de ese destino escrito. La conducta a seguir en el mundo la señalan los representantes del creador en la tierra: los sacerdotes, los ricos notables, los hombres y mujeres de sus instituciones. Es un camino invariable que trasciende las sociedades y el tiempo. No queda más que obedecer. Desde ahí, desde ese contenido es imposible comprender una relación con el mundo distinta, tal como lo exigen los conceptos de socialismo y comunismo.

Esta reflexión no tiene mucho que ver con la vigencia o no de estos dos mundos imaginados sociopolíticos e históricoeconómicos, transversalizados por la filosofía. Si la gente común colombiana los rechaza, lo hace desde la ignorancia y desde la incapacidad de comprensión. Una cosa es rechazar desde la ignorancia y otra hacerlo desde el conocimiento. La ignorancia es resolver los retos de la existencia desde el sentido común de la cultura impuesta por el poder tradicional, que se sostiene sobre los hombros de la fe y la sinrazón. Desde ahí se rechaza todo lo nuevo, todo lo que mueva la base estable de la sociedad de siempre, elevada a modos, métodos, sensibilidades, formas de pensar, que funcionan mecánicamente y descartan de entrada las preguntas y sospechas de estar engañados. La pobreza, el crimen, la corrupción, la inexistencia de una vida plena sin carencias, se entienden como castigo por la culpa de un existir pecaminoso generalizado.

La pregunta por el ser humano se responde desde la idea de ser criatura y los designios; ahí queda postrado el pensamiento. El acceso a la educación para el estudio, para la lectura, la escritura, el cultivo de la imaginación, para el deseo de aprender, posibilita concebir el ser humano como un animal con cultura, por la que ha creado un mundo para sí y en el que el trabajo, la riqueza, la religión y el poder, son frutos susceptibles de recreación o redistribución para que cumplan el objetivo de garantizar una vida plena sin carencias. Estas son las reflexiones de un socialismo producto del estudio y la inteligencia sobre el ser humano.

La pregunta por la historia no se puede quedar con la respuesta restringida de la historia sagrada, reductora del tiempo a un contrasentido violador de la lógica. Una educación para el cultivo de la imaginación pone al ser humano a habitar el tiempo abarcable por esos productos de la cultura tan excelsos como la ciencia. Concebir y sentir el origen terrestre y el devenir evolutivo, hace identificar los órdenes sociales diversos, posibles, incluidos aquellos sobre los que no hay memoria, como los que existieron ante de la civilización y la escritura; con este proceder se comprende así la sentencia de muerte de los regímenes políticos condenados por tener como principio la desigualdad montada sobre la explotación económica de los humanos y la destrucción de la naturaleza. Imaginar la historia desde los supuestos de las ciencias humanas, genera una aptitud cultural en los individuos y sujetos, de estirpe socialista que lleva a la obligada redistribución colectiva de la riqueza y a ponerle límite a la propiedad individual.

La pregunta por el futuro es respondida desde el vacío del tiempo terrenal, por estar en el mundo como castigo y a la espera de otra vida después de la muerte. El tiempo de la vida se ve vacío y todos los acontecimientos solo sirven para el disfrute inmediato; y el gobierno y la sociedad deben garantizar la posesión mía y tuya, porque la imaginación no avizora, solo mantiene el estado de cosas e impide el cambio y sostiene la seguridad de la costumbre. La educación para el presente inmediato y no para el futuro, hace sujetos depredadores de los otros, la naturaleza y los bienes de la cultura: no está el futuro en el pasado. Pero se sabe que las sociedades anteriores proyectaron, imaginaron el porvenir llenas de entusiasmo y por eso diseñaron un orden social sin desigualdad, centradas en el ser humano y no en la riqueza. El socialismo habló del hombre futuro, para quien lo fundamental de la existencia son los valores humanos y no la acumulación de dinero.

Desde esta comprensión del socialismo, argumentado con una actitud inteligente ante el mundo, se pueden tener ideas para refutarlo o sentenciar su inviabilidad en el presente. Si no, se repite y se hace eco de los medios de comunicación (radio, televisión, cine, redes sociales) monopolizados por los dueños de la riqueza (comercial, industrial, financiera y terrateniente), quienes piensas por todos y producen información para un público incapaz de razonar; información dirigida a crear un imaginario antisocialista per se.

El diseño del socialismo en el siglo diecinueve, se hizo para una sociedad industrial montada sobre la explotación del trabajo de inmensas masas obreras. Carlos Marx (filósofo de formación, caído al periodismo y economista por necesidad intelectual), Transformó el socialismo utópico e ingenuo en un socialismo científico, controlado por un programa político exacto que garantizara el ascenso de los trabajadores al poder para desde ahí destruir el Estado, redistribuir la riqueza, y conducir el ser humano hacia una sociedad comunista, en la que ya no habrá clases sociales, ni “explotación del hombre por el hombre”. Esta síntesis del pensador alemán, se hace luego de un estudio profundo de la historia y la cultura de la humanidad. Pero fue un sistema de pensamiento filosófico político para la situación social del siglo diecinueve. Otros, de sus seguidores, lo potenciaron y lo aplicaron al siglo veinte y en este tiempo del veintiuno hay quienes lo quieren sostener. El socialismo se diseñó para una sociedad industrial. La sociedad de hoy es posindustrial y exige otras propuestas para acabar con la desigualdad y hacer regir los valores centrados en los seres humanos y no en la riqueza.

Otras propuestas deben ser, cumplir con una de las tareas trazadas al mundo occidental por la época moderna. Esa tarea es cumplir y agotar el liberalismo, para luego hacer algo distinto. Si no se hace una sociedad liberal y en vez se monta una sociedad socialista, es ir al fracaso. Antes, es necesario hace individuos autónomos, librepensadores; estatalizar el interés público (los servicios públicos), realizar el orden laico para que la religión sea una opción privada, garantizar la libre empresa y la libre movilidad. Realizar los derechos humanos de tercera y cuarta generación, en especial ese derecho humano de primera generación como lo es el derecho a la vida.

Imagen: René Magritte El hijo todaclasedehombre 1964

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