Un gran
sector de la gente común colombiana, aupado por los creadores de miedos, se
declaran antisocialistas o anticomunistas, sin comprender lo que significan
esos conceptos. Por ser gente común, conciben esos dos términos desde los
miedos promocionados por los medios de comunicación controlados por los
creadores de esas mismas fobias. La imagen inmediata del contenido de ese miedo
al socialismo o al comunismo es la situación de Venezuela. Y la complejidad de
esos conceptos, profundamente relacionados con la filosofía, la sociología, la
política y la historia, queda birlada, reducida a la deformación que ha hecho
el populismo de izquierda chavista o el populismo de derecha del uribismo en
Colombia.
La
comprensión de esos conceptos exige años de estudio, lectura, escritura y sobre
todo imaginación, disposición a aprender sobre la humanidad; disposición a
preguntar y responder ¿Qué es el ser humano? ¿Cuál es su historia? ¿Cuál es su
futuro? El gran sector de la gente común colombiana no tiene años de estudio,
no lee, no escribe, no tiene imaginación, ni disposición para aprender; por eso
no comprenden los conceptos, desde los cuales se daría respuesta a esos
interrogantes.
Pero la
gente común colombiana no tiene el cerebro en blanco, lo tiene lleno con unas
respuestas, dadas por la religión y los medios. Según estos entes, el ser
humano es una creatura y obedece a su creador, quien ha trazado su historia en
caracteres atemporales o eternos y el futuro es el cumplimiento de ese destino
escrito. La conducta a seguir en el mundo la señalan los representantes del
creador en la tierra: los sacerdotes, los ricos notables, los hombres y mujeres
de sus instituciones. Es un camino invariable que trasciende las sociedades y
el tiempo. No queda más que obedecer. Desde ahí, desde ese contenido es
imposible comprender una relación con el mundo distinta, tal como lo exigen los
conceptos de socialismo y comunismo.
Esta
reflexión no tiene mucho que ver con la vigencia o no de estos dos mundos
imaginados sociopolíticos e históricoeconómicos, transversalizados por la
filosofía. Si la gente común colombiana los rechaza, lo hace desde la
ignorancia y desde la incapacidad de comprensión. Una cosa es rechazar desde la
ignorancia y otra hacerlo desde el conocimiento. La ignorancia es resolver los
retos de la existencia desde el sentido común de la cultura impuesta por el
poder tradicional, que se sostiene sobre los hombros de la fe y la sinrazón. Desde
ahí se rechaza todo lo nuevo, todo lo que mueva la base estable de la sociedad
de siempre, elevada a modos, métodos, sensibilidades, formas de pensar, que
funcionan mecánicamente y descartan de entrada las preguntas y sospechas de
estar engañados. La pobreza, el crimen, la corrupción, la inexistencia de una
vida plena sin carencias, se entienden como castigo por la culpa de un existir
pecaminoso generalizado.
La pregunta
por el ser humano se responde desde la idea de ser criatura y los designios;
ahí queda postrado el pensamiento. El acceso a la educación para el estudio,
para la lectura, la escritura, el cultivo de la imaginación, para el deseo de
aprender, posibilita concebir el ser humano como un animal con cultura, por la
que ha creado un mundo para sí y en el que el trabajo, la riqueza, la religión
y el poder, son frutos susceptibles de recreación o redistribución para que cumplan
el objetivo de garantizar una vida plena sin carencias. Estas son las
reflexiones de un socialismo producto del estudio y la inteligencia sobre el
ser humano.
La pregunta
por la historia no se puede quedar con la respuesta restringida de la historia
sagrada, reductora del tiempo a un contrasentido violador de la lógica. Una educación
para el cultivo de la imaginación pone al ser humano a habitar el tiempo
abarcable por esos productos de la cultura tan excelsos como la ciencia.
Concebir y sentir el origen terrestre y el devenir evolutivo, hace identificar
los órdenes sociales diversos, posibles, incluidos aquellos sobre los que no
hay memoria, como los que existieron ante de la civilización y la escritura;
con este proceder se comprende así la sentencia de muerte de los regímenes
políticos condenados por tener como principio la desigualdad montada sobre la explotación
económica de los humanos y la destrucción de la naturaleza. Imaginar la
historia desde los supuestos de las ciencias humanas, genera una aptitud
cultural en los individuos y sujetos, de estirpe socialista que lleva a la
obligada redistribución colectiva de la riqueza y a ponerle límite a la
propiedad individual.
La pregunta
por el futuro es respondida desde el vacío del tiempo terrenal, por estar en el
mundo como castigo y a la espera de otra vida después de la muerte. El tiempo
de la vida se ve vacío y todos los acontecimientos solo sirven para el disfrute
inmediato; y el gobierno y la sociedad deben garantizar la posesión mía y tuya,
porque la imaginación no avizora, solo mantiene el estado de cosas e impide el
cambio y sostiene la seguridad de la costumbre. La educación para el presente
inmediato y no para el futuro, hace sujetos depredadores de los otros, la
naturaleza y los bienes de la cultura: no está el futuro en el pasado. Pero se
sabe que las sociedades anteriores proyectaron, imaginaron el porvenir llenas
de entusiasmo y por eso diseñaron un orden social sin desigualdad, centradas en
el ser humano y no en la riqueza. El socialismo habló del hombre futuro, para
quien lo fundamental de la existencia son los valores humanos y no la
acumulación de dinero.
Desde esta
comprensión del socialismo, argumentado con una actitud inteligente ante el
mundo, se pueden tener ideas para refutarlo o sentenciar su inviabilidad en el
presente. Si no, se repite y se hace eco de los medios de comunicación (radio,
televisión, cine, redes sociales) monopolizados por los dueños de la riqueza (comercial,
industrial, financiera y terrateniente), quienes piensas por todos y producen
información para un público incapaz de razonar; información dirigida a crear un
imaginario antisocialista per se.
El diseño
del socialismo en el siglo diecinueve, se hizo para una sociedad industrial
montada sobre la explotación del trabajo de inmensas masas obreras. Carlos Marx
(filósofo de formación, caído al periodismo y economista por necesidad
intelectual), Transformó el socialismo utópico e ingenuo en un socialismo
científico, controlado por un programa político exacto que garantizara el
ascenso de los trabajadores al poder para desde ahí destruir el Estado,
redistribuir la riqueza, y conducir el ser humano hacia una sociedad comunista,
en la que ya no habrá clases sociales, ni “explotación del hombre por el hombre”.
Esta síntesis del pensador alemán, se hace luego de un estudio profundo de la
historia y la cultura de la humanidad. Pero fue un sistema de pensamiento
filosófico político para la situación social del siglo diecinueve. Otros, de
sus seguidores, lo potenciaron y lo aplicaron al siglo veinte y en este tiempo
del veintiuno hay quienes lo quieren sostener. El socialismo se diseñó para una
sociedad industrial. La sociedad de hoy es posindustrial y exige otras
propuestas para acabar con la desigualdad y hacer regir los valores centrados
en los seres humanos y no en la riqueza.
Otras
propuestas deben ser, cumplir con una de las tareas trazadas al mundo
occidental por la época moderna. Esa tarea es cumplir y agotar el liberalismo,
para luego hacer algo distinto. Si no se hace una sociedad liberal y en vez se
monta una sociedad socialista, es ir al fracaso. Antes, es necesario hace
individuos autónomos, librepensadores; estatalizar el interés público (los
servicios públicos), realizar el orden laico para que la religión sea una
opción privada, garantizar la libre empresa y la libre movilidad. Realizar los
derechos humanos de tercera y cuarta generación, en especial ese derecho humano
de primera generación como lo es el derecho a la vida.
Imagen: René
Magritte El hijo todaclasedehombre 1964
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