Narcotráfico. Arma de posguerra norteamericana
Por el uso y
comportamiento, se puede afirmar, que Norteamérica tiene en sus manos un arma
de posguerra, más efectiva que los golpes de estado, para mantener sujetos a
los países latinoamericanos: es el narcotráfico. Lo permite, lo persigue, lo
denuncia, lo acusa y por supuesto lo usa.
En la inmediata posguerra,
obligó a los países al sur de su frontera a declararse anticomunistas y a
participar en la Organización de estados Americanos (OEA), bajo pena de quedar
fuera de los favores de sus finanzas imperiales. Los gobiernos y las elites
perpetuadas en el poder se adscribieron, pero los pueblos y las comunidades
siguieron en lucha por condiciones de vida digna, entre las que se contaba una reforma
agraria, acceso a los servicios de salud, educación, trabajo y vivienda. Esa
lucha fue canalizada por partidos y guerrillas de izquierda o comunistas que
avanzaron, las más de las veces, por la vía democrática hacia el control de las
instituciones; pero Norteamérica con su aparato de inteligencia, la CIA
(Agencia Central de Inteligencia), frustró esas aspiraciones al patrocinar y
apoyar logísticamente, golpes de estado sistemáticos por más de treinta años.
Ejemplo: en 1964 el golpe de Castelo Branco en el Brasil; en 1973 el golpe de
Augusto Pinochet en Chile; de 1963 a 1978 en Argentina, las dictaduras de
Onganía y Videla. El caso colombiano de la dictadura de Rojas Pinilla es
atípico, pero la causa de esa alternativa estuvo en el asesinato de Gaitán en
1948, de indudable factura de la CIA. Además de los golpes, se tiene registrado
las intervenciones directas o invasiones gringas a República Dominicana 1965; Granada
en 1983; la invasión a Panamá en 1989 y El Salvador en 1981.
Dese la década de
los ochenta del siglo veinte, los Estados Unidos potencian el “arma” del
narcotráfico para que haga las tareas geopolíticas, antes descargadas sobre los
hombros de la intervención y el golpe de estado, prácticas que generaron un
inmenso desprestigio. Ahora el método de control es más sofisticado y rinde
más. Las elites gringas y su inteligencia saben que el mercado de narcóticos en
la sociedad norteamericana aumenta con ritmo y es una fuente de captación de
riqueza tan importante como el petróleo o el mercado de armas. Saben que pueden
controlar la voluntad política de los países productores con la permisibilidad
o la penalización, vistas con el lente de los tratados de extradición. Casos:
el triunfo de la revolución sandinista en Nicaragua fue controlada y frustrada
con la creación de una “guerrilla contra” financiada con el narcotráfico
permitido por la CIA. Al gobierno militar de Noriega en Panamá se le permitió
financiarse con “dineros calientes” y hacer de ese país un paraíso fiscal de
evasores de impuestos y lavadores de dinero sucio; esas prácticas elevaron a
Noriega y lo tumbaron cuando fue necesario. En Colombia la guerrilla
cincuentenaria entró a las ciudades, controló vastos territorios y la mejor
forma que se encontró para atajarla fue el empleo de esa nueva arma norteamericana
de de la posguerra: el narcotráfico. Se hizo de Colombia una narcosociedad.
Todos los estamentos fueron penetrados y se organizó un ejército paramilitar
financiado por la cocaína, para derrotar a la guerrilla comunista. La táctica
dio frutos inmensos. Ante la sociedad postrada por la mafia y el crimen,
aparecen los Estados Unidos, exigiendo tratado de extradición y la entrega de
los narcotraficantes.
En el narcotráfico
radicado en Norteamérica es visible la utilización política. Por eso se
levantan voces desde todos los lugares del planeta para pedir la legalización
de las drogas; pero se encuentran con el mayor opositor, el país gringo. Ellos
no van soltar esa fuente de finanzas y control geopolítico.
Democracia cooptada
La corrupción rampante
en América Latina, permite que a los puestos de decisión y manejo del
presupuesto público, lleguen partidos e individuos que se lo apropian y logran
por la desinformación generalizada de la población evadir la acción de las
instituciones de justicia y por la convicción de estar en una democracia
controlada por los poseedores de riqueza.
La democracia de
nuestro tiempo es distinta a la griega y a la instaurada por la cultura
política de la modernidad. Allá en la antigüedad fue la apertura de la participación
política al pueblo (demos), dueños de tierra, esclavos y comercios, desplazados
del poder o las decisiones públicas por los monarcas o tiranos; es decir, la
democracia griega se montó y vivió dentro de una sociedad esclavista. La
cultura moderna la retomó, dentro del contexto de la libertad individual y con
la figura de un gobierno representativo elegido por la mayoría de los
ciudadanos, mayoría teorizada como la mitad más uno. Allá en los albores de la
modernidad, este gobierno del pueblo recibió de filósofos, pensadores y
literatos toda la fundamentación, hasta llevar la sociedad occidental a una
revolución cultural en todos los planos: políticos, económicos, religiosos,
científicos y espacio temporal. El camino que debió transitar la democracia
moderna fue tortuoso y solo triunfó y se posesionó universalmente después de
1945, época de la segunda posguerra.
La democracia
moderna ahora ha desarrollado todos sus supuestos y ha quedado expuesta en toda
su magnitud como lo que es y ha sido: el gobierno de la riqueza. Hoy el Estado
y las instituciones representativas están cooptadas por las corporaciones que
viven de una economía multimodal y tienen en su haber industrias de todo tipo,
bancos y medios de comunicación. Por este poder, la democracia ha quedado
sumida a esos intereses corporativos, porque financian las campañas políticas
de partidos o individuos que quieren ocupar los puestos públicos de
representación. Una vez elegidos utilizan todos los niveles de decisión para
proteger y aumentar la riqueza de quienes pusieron el dinero para las campañas
políticas.
La resultante de
esta práctica es un sistema político que remeda la democracia y hace que en la
época nuestra los derechos civiles queden reducidos. La libertad no se ejerce
porque no hay capacidad intelectual para entenderla. La educación produce
sujetos sin crítica y con una alfabetidad que no permite comprensión del
vehículo por el cual se transmite la cultura: la escritura.
Dolor por Siria
El ataque a Siria
encabezado por Estados Unidos tiene la novedad de ser una acción directa con
responsable, después de la Primavera árabe iniciada en el 2011. Esta campaña se
caracterizó por el apoyo noreteamericano a la oposición en los países donde se
ejecutó y fue realizada por nacionales, lo que permitió a los promotores
esconderse tras esas mamparas de reacción contra los gobiernos de Libia,
Egipto, Irak y Siria, acusados de antidemocráticos.
La oposición en esos
países recibió apoyo logístico y una campaña de prestigio de los gobiernos a
tumbar, por los medios de comunicación occidentales. Bajo la bandera
oposicionista se fortalecieron ejércitos anarquistas, mercenarios terroristas y
fundamentalistas musulmanes como el terrible Estado islámico ISIS, que atentó
contra la memoria cultural de la humanidad y ejecutó públicamente a periodistas
e infieles, dando muestras de una crueldad sin límites.
La Primavera árabe
se frustró en Siria, por el desprestigio de ISIS y por la participación rusa.
Ahora a los promotores de esa campaña solo les quedó quitarse la máscara de
apoyo a una oposición inventada y meterse directamente a la guerra de despojo
petrolero. Por eso el ataque a Damasco del 12 de abril del 2018, tiene la firma
trifronte de Reino Unido, Francia y Norteamérica. Lograron desde el 2011
disminuir en un cincuenta por ciento el precio del petróleo y destruir esos
países y su población ante los ojos cómplices del mundo prooccidental. No es la
actitud altruista de dotar la región de la Media luna fértil de una democracia
de tipo occidental, es el interés insaciable del capitalismo actual que depende
para vivir del combustible fósil, de la producción de armas convencionales o de
destrucción masiva.
Imagen: Fernand
Léger La lectura 1924
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