jueves, 24 de mayo de 2018

Colombia sin socialismo a la vista


Llena de desconcierto escuchar por boca de candidatos y militantes de muchos partidos señalar a otros de socialistas, extremo izquierdistas, y otros términos, más hirientes que reales. Pero no se asume una perspectiva histórica para ponderar con alguna ecuanimidad o sensatez. Todas las opciones políticas que se tienen en nuestro paisaje político son reediciones de actitudes viejas y se insiste en mantenerlas como argumento de lucha confucionista.

La persistencia de la nominación izquierda o derecha, para identificar los imaginarios políticos contemporáneos se puede comprender desde dos perspectivas: una, la histórica y dos desde la adscripción personal por gusto*. Este problema sociopolítico es necesario asumirlo porque la mirada epistémica sobre la modernidad, sentencia esa dicotomía política, por lo superfluo de mantener un hecho vigente solo para la época que va de las postrimerías del siglo diecisiete hasta 1989, año de finalización de confrontación planetaria este oeste. Es decir, la nominación izquierda o derecha tuvo una vida de dos siglos. Luego, en su lugar, quedó la crítica al imperio de la acumulación de la riqueza, la actitud política de luchar contra la pobreza y la explotación –depredación- de la naturaleza y la fuerza de trabajo.

Pero el lenguaje de hoy, correspondiente con una imaginación política, sigue utilizando los conceptos de izquierda o derecha para llamar a la práctica proselitista, a la participación y a la toma de posición partidista. Es la persistencia de un imaginario, a pesar de haber perdido el hecho que lo originó. Son hechos de humanidad observables en la historia: al ocurrir nuevas situaciones, se nombran con términos acostumbrados, a pesar de estar ante nuevos contenidos. El término izquierda ya no indica o señala la posición política de quienes en la Asamblea Nacional de la Francia revolucionaria, se ubicaban en los estrados altos á gauche de la presidencia, pedían la guillotina para la nobleza, el precio máximo de los objetos de consumo y el culto a la razón. La palabra izquierda ya no indica la actitud decimonónica de destrucción del Estado y la organización sindical del trabajo para distribuir la jornada en tres ochos, ocho horas de trabajo, ocho de sueño y ocho de estudio. Izquierda ya no se concibe según las aspiraciones del siglo veinte de la lucha de clases, de terminar el dominio ideológico - económico de la burguesía y su control político.

El nombre sustantivo izquierda política, hoy se ha construido como el opuesto a la derecha política. Derecha que, a su vez, no se concibe en los términos del siglo diecinueve que nombraba la posición política de los restauradores de la monarquía, luego de la caída del imperio napoleónico. Hoy en el medio latinoamericano, la posición política de derecha se entiende como el imaginario, que toma la herencia de los fundadores de la república, pleno de supremacía blanca, apropiación truculenta del erario público, apertura sistemática de guerras civiles y contra los trabajadores, reconocimiento práctico de la teocracia y una cooptación del poder público para darle estatuto hereditario entre las mismas familias. La adscripción a este imaginario, hace adoptar un discurso político que hereda el elitismo, ve con buenos ojos la actitud fascista, es militarista, autoritario y defiende a ultranza el orden bicentenario establecido.

La izquierda tiene un imaginario político deconstruido en el presente. Conserva el nombre como herencia de los doscientos años de vigencia del á gauche; pero el contenido de la posición ha virado hacia darle preeminencia al poder de Estado, para desde ese control impulsar una redistribución de la riqueza y ponerle límite a la acumulación de la riqueza. Esta izquierda de hoy ha abandonado la lucha de clases y el supuesto de confrontación violenta que ella implica. Ha abandonado la abolición de la propiedad privada, para convertirse en opción política que busca apoyo en los diversos sectores en los que se divide la sociedad de este tiempo.

Esta reedición de los imaginarios dicotómicos modernos, obligan a crear matices políticos, cuando el análisis histórico no está presente y la adscripción es personal, guiada por el gusto. Los matices se crean desde una estructura lógica que toma como origen la supuesta existencia de un centro a cuyos lados se ubican la izquierda y la derecha. El imaginario político de centro se nutre del liberalismo clásico garantista de la libertad de empresa, la propiedad privada, libertad de opinión, de movilidad y libertad religiosa. Pero este centro es bifronte porque permite indicar un centro de la izquierda y un centro de la derecha.

Un partido de centro izquierda, en vez de impulsar la lucha de clases, busca la alianza con sectores sociales que apoyen el poner al Estado a cumplir funciones redistributivas, sin afectar la propiedad privada. Un partido de centro derecha agencia el liberalismo clásico o neoliberalismo y es despreocupado del poder del Estado, pues buscan disminuirlo o quitarle protagonismo.

De estos centros se desprenden extremos. Mantener el autoritarismo, la supremacía racial, el carácter hereditario del poder político, la teocracia compartida y apoyarse en un militarismo cooptado y afín, es darle materialidad a la extrema derecha. No apoyarse en un proceso democrático y de diálogo para lograr un Estado redistribuidor; desconocer la propiedad privada, optar por hechos de fuerza, es concretar una extrema izquierda.

Esta descripción del imaginario político, tiene mucho de un procedimiento abstracto y lógico; es como pensar en el número cero, origen de los números negativos y positivos. Pero se puede palear la abstracción si se toman ejemplos del paisaje político colombianos. Se puede decir: la centro derecha está representada por el Partido Liberal Colombiano, el Partido Cambio Radical y el despedazado Partido Conservador. La centro izquierda es visible en El Partido Alianza Verde, el Movimiento Colombia Humana y el Polo democrático Alternativo. La extrema derecha está en el Partido Centro Democrático y los restos del ejército paramilitar en armas. La extrema izquierda está en las guerrillas del Ejército de Liberación Nacional –ELN-, y los reductos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia –FARC- o del Ejército Popular de Liberación –EPL-.

El ciudadano colombiano se adscribe, en un gran número, a los imaginarios políticos de centro, más por el gusto que por un análisis histórico. Un gusto teledirigido, dependiendo del acceso o no a la información. Es por estas restricciones que obligan a poner en duda la vigencia clara de este panorama. Los medios de comunicación en manos de grandes corporaciones capitalistas, están parcializados. El poder político-económico de las corporaciones obliga a un liberalismo o neoliberalismo e impide que una opción de centro izquierda proponente de un Estado redistributivo, obtenga el poder; y si llega por necesidad de sostener la mascarada democrática, se le torpeará o impedirá realizar el programa político.

*Este texto se construyó con ayuda del ensayo Izquierda y derecha: formas de definirlas. El caso latinoamericano y sus implicaciones, de Luis Eduardo González Ferrer y Rosario Queirolo Velasco. Universidad de la República. Uruguay 2013

Imagen: La lógica del trópico. Juan Antonio Roda 1997

No hay comentarios:

Publicar un comentario