jueves, 14 de junio de 2018

El voto táctico


El comportamiento social del ser humano, puede entenderse como un acerbo de costumbres, realizadas y practicadas desde el concepto de rito. La práctica cotidiana y rutinaria se realiza porque hay un contenido mental o ideario que lo posibilita, lo legaliza, lo justifica y le da seguridad al sujeto. Entre muchos rituales, está el que se hace en nuestra época moderna para elegir unos ciudadanos e investirlos con las dignidades de la representación. Pero hoy asistimos a una pérdida de los contenidos básicos del rito electoral, por las nuevas funciones del voto.

El voto hoy debe ser un ejercicio táctico, porque a eso se ha llegado por las nuevas maneras y costumbres políticas. El voto dejó de ser el rito de expresión de las convicciones participativas en ejercicio de la democracia; convicciones que además se relacionan con el sujeto ciudadano, apoyo del orden social. El voto dejó de ser producto del ejercicio político personal, construido en el diálogo íntimo y secreto sobre el ideario de un candidato o partido.

Ha devenido el voto en una participación táctica, relacionada con el juego y el cálculo. Esta práctica es visible a partir de las consultas partidistas. Estas le dieron a la población votante en general, la posibilidad de incidir en la escogencia de candidatos de los partidos opuestos a sus gustos o militancias. El multipartidismo vigente desde la década de los noventa del siglo veinte y la ley de partidos y de reelección del 2003, bajo el primer gobierno de Uribe Vélez, permitió que se pusiese como opción de definición, la consulta abierta, de los candidatos de los nuevos partidos, eclécticos en política. Se le dio así a todo el censo electoral el derecho a opinar con su voto sobre el destino de los partidos o movimientos abiertos a la consulta.

La primera consulta, bajo estas condiciones expuestas, la realizó el Partido Liberal, tras el asesinato de Luis Carlos Galán. Participó el 40% del censo electoral (5.426.339 votos)1, es decir, la consulta liberal se convirtió en una cuestión nacional, para ungir a César Gaviria Trujillo como heredero de la propuesta política de Galán. Esta consulta se convirtió en estereotipo para el devenir electoral colombiano. En este tiempo, las hechas por el Partido Polo Democrático Alternativo o por el Partido Centro Democrático, partidistas y no partidistas, metieron el tarjetón en la urna electoral, para incidir en la decisión interna del partido. El caso más representativo fue la consulta del Centro Democrático en la elección del candidato para las presidenciales del 2018. Casi de seis millones de colombianos participaron e incidieron con el voto para descartar en ese partido de derecha a los candidatos percibidos como más extremistas -Ordoñez Maldonado o Rafael Nieto2 -. Esos nuevos partidos tienen unas militancias sin un nexo histórico con una ideología de partido. Son un agregado de conveniencias, con adeptos sensibles a sucesos coyunturales de defensa de la tradición. Por eso convierten los acontecimientos internos de la organización en problemas y soluciones nacionales.

El estereotipo de la consulta se repite con la consecución de firmas de ciudadanos para inscribir candidaturas a puestos de representación, ante la Registraduría Nacional del Estado Civil; en esos formatos caben todos los colombianos y muchos firman motivados por banalidades o mentiras, como hacerlo en contra del aborto, o en contra de las fotomultas de tránsito, o contra la corrupción. El último eslabón de esa cadena de recolección de firmas, son desempleados de ambos sexos, que hacen una jornada de trabajo y cumplen con una cantidad de firmas recabadas, estipulada por las finanzas del partido o el candidato. Este último eslabón emplea todas las argucias, menos los criterios políticos, porque no los tiene.

Con estas nuevas condiciones sociopolíticas del voto y la participación electoral, se pierde la cohesión social. El voto táctico, inscrito en el juego y el cálculo político, ya no es parte del ritual social eleccionario, en el que las representaciones colectivas cohesionan la nación. Ahora, al estar fuera de la fortaleza intelectual e ideológica del partido, el voto táctico actúa para impedir el triunfo del candidato opuesto, más malo, o con un historial de actuaciones contra el país y los trabajadores. Toda la política y el proselitismo se hacen no para mostrar las bondades del partido y sus propuestas, sino en contra del candidato de la oposición.

En Colombia, caso más conocido y sentido, pues este mismo proceso se vive en América hispana, los partidos de ancestro decimonónico, han muerto y en su lugar se formaron coaliciones para defender la tradición política o la tradición oposicionista: estas coaliciones han devenido en las genéricamente nombradas izquierda y derecha, en cuya vida todos pueden meter la mano por efecto del voto táctico, las firmatones o las consultas.

El intento de elegir candidatos potenciados por partidos, fracasó en ambos lados del ámbito político a derecha e izquierda. En su lugar quedaron las coaliciones amorfas e híbridas en pensamiento y obra, testimonio de la nueva condición colombiana de tener un escenario político sin partido liberal, conservador, socialista o comunista. Ante esas coaliciones, el voto táctico se ejerce para evitar el triunfo de un personaje. Por eso se tiene la siguiente situación presente, que caracteriza el voto del elector corriente colombiano:

Uno -El voto por Gustavo Petro- lo hacen los petristas convencidos y los que no quieren a Petro, pero están en contra de Iván Duque. Es un voto táctico por Petro contra Duque. Dos -El voto por Duque- lo hacen los uribistas (liberales, conservadores u otros) y los que no quieren a Duque pero están en contra de Gustavo Petro. Es un voto táctico por Duque contra Petro. Tres -El voto en blanco- lo hacen quienes no han comprendido el arribo a la época del voto táctico, o quieren, “dejar hacer – dejar pasar”, o si saben lo del voto táctico, lo hacen en blanco para permitir el triunfo del más opcionado, sin aparecer con un compromiso abierto con su ideario.

1. El Tiempo. Bogotá 16 de marzo 1994.
2. El espectador. Bogotá 12 de marzo de 2018

Imagen: Arte Político Colombiano. Taller 4 Rojo 1971-1976

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