El comportamiento social del ser humano, puede
entenderse como un acerbo de costumbres, realizadas y practicadas desde el
concepto de rito. La práctica cotidiana y rutinaria se realiza porque hay un
contenido mental o ideario que lo posibilita, lo legaliza, lo justifica y le da
seguridad al sujeto. Entre muchos rituales, está el que se hace en nuestra
época moderna para elegir unos ciudadanos e investirlos con las dignidades de
la representación. Pero hoy asistimos a una pérdida de los contenidos básicos
del rito electoral, por las nuevas funciones del voto.
El voto hoy debe ser un ejercicio táctico, porque a
eso se ha llegado por las nuevas maneras y costumbres políticas. El voto dejó
de ser el rito de expresión de las convicciones participativas en ejercicio de
la democracia; convicciones que además se relacionan con el sujeto ciudadano, apoyo
del orden social. El voto dejó de ser producto del ejercicio político personal,
construido en el diálogo íntimo y secreto sobre el ideario de un candidato o
partido.
Ha devenido el voto en una participación táctica,
relacionada con el juego y el cálculo. Esta práctica es visible a partir de las
consultas partidistas. Estas le dieron a la población votante en general, la
posibilidad de incidir en la escogencia de candidatos de los partidos opuestos
a sus gustos o militancias. El multipartidismo vigente desde la década de los
noventa del siglo veinte y la ley de partidos y de reelección del 2003, bajo el
primer gobierno de Uribe Vélez, permitió que se pusiese como opción de
definición, la consulta abierta, de los candidatos de los nuevos partidos,
eclécticos en política. Se le dio así a todo el censo electoral el derecho a
opinar con su voto sobre el destino de los partidos o movimientos abiertos a la
consulta.
La primera consulta, bajo estas condiciones
expuestas, la realizó el Partido Liberal, tras el asesinato de Luis Carlos
Galán. Participó el 40% del censo electoral (5.426.339 votos)1, es
decir, la consulta liberal se convirtió en una cuestión nacional, para ungir a
César Gaviria Trujillo como heredero de la propuesta política de Galán. Esta
consulta se convirtió en estereotipo para el devenir electoral colombiano. En
este tiempo, las hechas por el Partido Polo Democrático Alternativo o por el
Partido Centro Democrático, partidistas y no partidistas, metieron el tarjetón
en la urna electoral, para incidir en la decisión interna del partido. El caso
más representativo fue la consulta del Centro Democrático en la elección del
candidato para las presidenciales del 2018. Casi de seis millones de
colombianos participaron e incidieron con el voto para descartar en ese partido
de derecha a los candidatos percibidos como más extremistas -Ordoñez Maldonado
o Rafael Nieto2 -. Esos nuevos partidos tienen unas militancias sin
un nexo histórico con una ideología de partido. Son un agregado de
conveniencias, con adeptos sensibles a sucesos coyunturales de defensa de la
tradición. Por eso convierten los acontecimientos internos de la organización
en problemas y soluciones nacionales.
El estereotipo de la consulta se repite con la
consecución de firmas de ciudadanos para inscribir candidaturas a puestos de
representación, ante la Registraduría Nacional del Estado Civil; en esos
formatos caben todos los colombianos y muchos firman motivados por banalidades
o mentiras, como hacerlo en contra del aborto, o en contra de las fotomultas de
tránsito, o contra la corrupción. El último eslabón de esa cadena de
recolección de firmas, son desempleados de ambos sexos, que hacen una jornada
de trabajo y cumplen con una cantidad de firmas recabadas, estipulada por las finanzas
del partido o el candidato. Este último eslabón emplea todas las argucias,
menos los criterios políticos, porque no los tiene.
Con estas nuevas condiciones sociopolíticas del
voto y la participación electoral, se pierde la cohesión social. El voto
táctico, inscrito en el juego y el cálculo político, ya no es parte del ritual
social eleccionario, en el que las representaciones colectivas cohesionan la
nación. Ahora, al estar fuera de la fortaleza intelectual e ideológica del
partido, el voto táctico actúa para impedir el triunfo del candidato opuesto, más
malo, o con un historial de actuaciones contra el país y los trabajadores. Toda
la política y el proselitismo se hacen no para mostrar las bondades del
partido y sus propuestas, sino en contra del candidato de la oposición.
En Colombia, caso más conocido y sentido, pues este
mismo proceso se vive en América hispana, los partidos de ancestro decimonónico,
han muerto y en su lugar se formaron coaliciones para defender la tradición
política o la tradición oposicionista: estas coaliciones han devenido en las
genéricamente nombradas izquierda y derecha, en cuya vida todos pueden meter la
mano por efecto del voto táctico, las firmatones o las consultas.
El intento de elegir candidatos potenciados por
partidos, fracasó en ambos lados del ámbito político a derecha e izquierda. En
su lugar quedaron las coaliciones amorfas e híbridas en pensamiento y obra,
testimonio de la nueva condición colombiana de tener un escenario político sin
partido liberal, conservador, socialista o comunista. Ante esas coaliciones, el
voto táctico se ejerce para evitar el triunfo de un personaje. Por eso se tiene
la siguiente situación presente, que caracteriza el voto del elector corriente
colombiano:
Uno -El
voto por Gustavo Petro- lo hacen los petristas convencidos y los que no quieren
a Petro, pero están en contra de Iván Duque. Es un voto táctico por Petro
contra Duque. Dos -El voto por Duque-
lo hacen los uribistas (liberales, conservadores u otros) y los que no quieren
a Duque pero están en contra de Gustavo Petro. Es un voto táctico por Duque
contra Petro. Tres -El voto en
blanco- lo hacen quienes no han comprendido el arribo a la época del voto
táctico, o quieren, “dejar hacer – dejar pasar”, o si saben lo del voto
táctico, lo hacen en blanco para permitir el triunfo del más opcionado, sin
aparecer con un compromiso abierto con su ideario.
1. El Tiempo. Bogotá 16 de marzo
1994.
2. El espectador. Bogotá 12 de marzo de 2018
Imagen: Arte Político Colombiano. Taller 4 Rojo 1971-1976
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