domingo, 3 de junio de 2018

Elegir la tradición o atreverse por lo distinto


El partido Centro Democrático en puja por el poder con el Movimiento Colombia Humana, son la expresión del animal político –zoon politikón- colombiano. Ambas organizaciones, por estar en el tiempo, posibilitan una hermenéutica sobre los actos de sus militantes, los grupos que los componen, las expresiones verbales de sus pronunciamientos, las imágenes que producen y se forman en el cerebro del público objeto de ellas.

El ejercicio hermenéutico ocurre por la obligación de asumir la historia para entender y comprender el acontecimiento que vivimos los presentes, de tener por primera vez un rito electoral entre la derecha en bloque y la izquierda colombiana. Es un acontecimiento inédito; pero con una raigambre histórico-política. El partido Centro Democrático y el Movimiento Colombia Humana por estar ahí en la vida, están sujetos a la afección de opuestos histórico-filosóficos o de contradictores presentes. Por eso tienen una cara para el público y otra para el ejercicio del poder, como obliga el juego de intereses: no todo se puede hacer público. Maquiavelo le mostró a Lorenzo de Medici como funcionó y funcionaba el poder político; hizo público los engranajes motivacionales y el interés y escandalizó a su mecenas. Los contradictores, una vez entrados en inteligencia sobre el ser o estar ahí en la vida de los partidos, se fundamentan en su opción política para tomar decisiones electorales. La claridad sobre el ser en la vida del partido, la facilita el ejercicio hermenéutico. Los partidos mencionados (sean movimientos, frentes, coaliciones o alianzas) a pesar de ser nuevos, al menos en sus nombres, son producto del proceso o del devenir histórico colombiano.

El enfilamiento tras el Centro Democrático de todos los viejos de la política tradicional, suma en su haber el acervo del pensamiento y la obra del viejo país bicentenario. Ahí están los constituyentes pioneros decimonónicos, que impusieron a un pueblo analfabeta el requisito para elegir y ser elegido, el saber leer y escribir. Es la revelación de la dominación político-económica hereditaria, sembrada por los conquistadores y colonizadores españoles. La vocación de apropiación y privatización de lo público, hecho subrepticio y enmascarado a través del siglo diecinueve y veinte, ha quedado hoy expuesto y flagrante por la pérdida de recato. El político perteneciente al viejo país y hoy reclutado por el Centro Democrático, proclama en la plaza pública sendos discursos anticorrupción; pero cuando resulta electo hace depredación de todo lo que sea riqueza. El ejercicio político de estos hombres y mujeres acostumbrados al poder, traslada anualmente de la hacienda pública a sus cuentas bancarias personales, cincuenta billones de pesos1. Con este dinero se hacen reelegir periódica y sistemáticamente, utilizando todos los métodos, desde la compra de votos hasta el asesinato de líderes sociales, incluyendo los magnicidios. Estas prácticas son las que permiten ubicar este partido, según una lógica taxonómica y bipolar, en la extrema derecha. Ha arrasado con todo, no cesa en reeditar las instituciones, rehacer las leyes, reformar el Estado para garantizar una situación apropiada a sus intereses. El ejemplo más revelador es la destrucción de los partidos tradicionales. Esas viejas estructuras republicanas, constituidas en el mediano siglo diecinueve, tenían en su haber el mostrar ante la opinión pública la cara de la honestidad y la pulcritud moral, aunque soterradamente se hiciera lo contrario. Esa doble moral fue necesario destruirla y en su lugar se han levantado las empresas electorales que llaman al patriotismo y demás ignorancias populares para mantenerse.

Está ahí en el mundo, a su vez, como opositor y partícipe del acontecer, La Colombia Humana, partido sujeto a la historia y objeto de una hermeneusis que lo arroja al juego de intereses, pero con un lugar dado por la lógica taxonómica y bipolar: ese lugar se llama La izquierda colombiana. Hereda, en la bicentenaria historia de Colombia, las prácticas opositoras al régimen de dominación de los hombres y mujeres del viejo país político. Prácticas que tiene un ideario de lucha y resistencia, pero que los sujetos las han encarnado, atados a la época. Los gremios de artesanos de la primera mitad del siglo diecinueve defendieron sus colectivos ante la aspiración de libertad económica de las élites gobernantes. Perdieron por la equivocación de algunos de sus líderes, al poner la organización al servicio de la lucha partidista. Los artesanos fueros destruidos y dispersados. Luego, Jorge Eliécer Gaitán, en 1933, toma las prácticas de María Cano e Ignacio Torres Giraldo y las organizaciones de huelguistas defensoras de los trabajadores, las subsume en la creación del movimiento político Unión Nacional de Izquierda Revolucionaria (UNIR), se potencia para matizar la historia de la izquierda de la primera mitad del siglo veinte, alrededor de su caudillismo. Opción destruida en 1948 con su asesinato. Esta historia deja a la mirada hermenéutica, una conclusión: la izquierda en Colombia es sinónimo de desunión, es oportunismo, está plena de personalidades que se hacen idolatrar.

La coyuntura presente, es inédita porque la fuerza de los acontecimientos obligó a la unidad. La derecha ha demostrado desde el siglo diecinueve que se puede unir, con mucha rapidez, ante cualquier contingencia adversa. Por eso lo ha hecho hoy, sin mayor esfuerzo. El opuesto, la unidad de la izquierda no ha sido posible, anteponen desavenencias personales con el candidato de La Colombia Humana. Siguen la tradición: sacrifican el modelo oposicionista, en aras de mantener el orgullo, por no ser ellos los protagonistas. Al quedar avocados a votar por la derecha, optan mejor por abstenerse, marginarse o llaman a votar en blanco o se llenan la boca con burlas mórbidas y dicen votar en sepia, en lila o en negro.

Izquierda o derecha, es una construcción de la lógica taxonómica, pero lo que debe leerse en el texto del acontecimiento coyuntural colombiano, es la posibilidad de neutralizar la corrupción, reorganizar los mecanismos de control, dignificar el ejercicio de la política, quitarle los jóvenes a la guerra con oportunidades de trabajo y realizar la sociedad moderna sistemáticamente aplazada. Elegir la tradición o atreverse por lo distinto, parece ser la agenda de la política colombiana inmediata, según la lectura histórico-hermenéutica que debe hacerse.
 
1. Declaraciones del contralor general de la República, Edgardo Maya Villazón. El Heraldo. Barranquilla 25 de octubre de 2017.

Imagen: Los papagayos. Beatriz González 1986

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