La
pérdida de las elecciones presidenciales del 2018 por parte de la izquierda
colombiana, ha concitado explicaciones desde muchas orillas de la opinión. La
más favorecida ha sido las pugnas y personalismos dentro de ese sector
político. Otras se dedicaron a insultar el pueblo colombiano y hasta se
proclamó que la culpa estuvo y está en la ignorancia del pueblo, acostumbrado a
la servidumbre voluntaria. Tratemos de desarrollar algo sobre el culto a la
personalidad y el engreimiento de los líderes.
Empecinados
en su autoconvicción de ser los salvadores o de tener la vía política correcta,
los sectores de la izquierda política colombiana, sacrificaron una opción clara
de llegar al poder en este año electoral del 2018. Esa autoconvicción de los
sectores, se puede personalizar y hacer aparecer nombres propios a los que les
cabe esas veleidades del líder, llamadas culto a la personalidad o la creación
de una veneración que expresa el desconocimiento de los procesos sociales, en
los que los individuos más esclarecidos son sólo un accidente. El Polo
Democrático Alternativo, La Alianza Verde y La Colombia Humana, partidos o
movimientos guiados por líderes venerados, cometieron una falta contra el
proceso político colombiano, sediento de alternativas a la política tradicional
bicentenaria.
Hay
momentos en la vida política de un país, que exige a los individuos abdicar su
personalismo, para aportar a los logros colectivos de un esfuerzo común por
nuevas relaciones sociales. Sergio Fajardo, Gustavo Petro y Jorge Robledo, no
se bajaron de sus pedestales, donde veían sus militantes con la arrogancia del
venerado.
Pero
cabe preguntar ¿porqué la izquierda colombiana se comporta igual desde su
nacimiento en el alba del siglo XX?1 Gaitán se enfrentó a Torres Giraldo y María Cano
en los años veinte. Los socialistas de Gerardo Molina se enfrentaron a los
comunistas de Gilberto Vieira en la década de los cuarenta. En los años sesenta
la izquierda prefirió la lucha armada, antes que transformar la cultura de los
trabajadores. Puede decirse que los cien años de vida de la izquierda
colombiana, son cien años de vigencia de los líderes venerados a quienes se les
ha rendido culto y ellos nunca lucharon contra esa desviación política. Se les
ha tenido como iluminados y ocurrió lo necesario: falta el líder, y los
militantes con el partido o el movimiento desaparecen.
En
términos de una rigurosa ortodoxia marxista, se puede afirmar que la izquierda
colombiana siempre ha estado encabezada por oportunistas, administradores del
fanatismo típico de los colombianos. Porque hay fanatismo liberoconservador y
fanatismo de izquierda. Si los líderes no han salido del culto a la
personalidad, es porque son oportunistas agazapados tras un lenguaje o un
discurso lleno de palabras dirigidas a las vísceras de los seguidores.
Charles
Bergquist2 se explica la historia de la izquierda en Colombia como
una paradoja, porque no ha querido ver el ser colombiano y ha actuado bajo el
supuesto de un proletariado inexistente o al menos no formado. Dice este
historiador que la izquierda prefirió la lucha armada a partir de los años
sesenta del siglo XX,
porque siempre fue una minoría o un puñado de esclarecidos divorciados de las
condiciones reales de los trabajadores, sector social objeto de su proyecto
político.
En
la primera mitad del siglo XX la izquierda tuvo participación electoral, pero siempre
perdió porque quiso llegarle a los trabajadores colombianos tratándolos como
proletarios, pues no entendió que la gran mayoría de los trabajadores eran
campesinos con la aspiración de ser propietarios de una parcela para dominar
sus condiciones de trabajo. Sostiene Bergquist que esto se demuestra por un
análisis de la economía cafetera que dice como el ochenta por ciento del café
salía de, cuyos propietarios eran familias campesinas. La izquierda no supo
llegar a esta mayoría de los trabajadores, porque no los concebía y quiso
imponerles un régimen de propiedad estatista, supuesto de un socialismo en
camino hacia el comunismo.
En
el pulso electoral con la derecha liberoconservadora en los primeros cincuenta
años del siglo XX, la izquierda no pudo seducir a los trabajadores y por eso,
sostiene el historiador inglés comentado, se lanzó a la lucha armada para
imponer por la fuerza su modelo ya que no pudo hacerlo por la participación
política. La lucha armada ha dejado dos consecuencias, entendidas como
estruendosos fracasos. Una: creó un odio popular contra la izquierda y el
comunismo (además del anticomunismo de la elite liberoconservadora) por la
práctica del secuestro y la extorción, sentidos como una violación insoportable
de todo derecho. Dos: el sacrificio de los más granado de los militantes de la
izquierda civilista, por las negociaciones fallidas calculadas o por las purgas
entre enemigos dentro de la misma guerrilla que alcanzaban a los civiles.
Bergquist,
termina el análisis de la historia paradójica de la izquierda colombiana,
afirmando que se fracasó tanto en la lucha armada como en la participación
política electoral, por desconocer la aspiración de la clase trabajadora
colombiana a ser propietaria, para desde ahí manejar a su antojo las
condiciones de trabajo. Y la historia que la izquierda ha elaborado para
explicar su fracaso, la monta desde el concepto y práctica de la
represión-persecución dirigida por la elite liberoconservadora contra su
proyecto socialista. Esa historia desconoce su falta de estudio y comprensión
de las condiciones materiales y culturales de los trabajadores colombianos.
Pero
es posible, retomando ese culto a la personalidad de los líderes de izquierda,
decir que el ejercicio político ha estado regido por el modelo tradicional
colombiano, es decir, la izquierda ha emulado a la derecha en su práctica
política y por eso el caudillismo ejercido por liberales y conservadores,
también se ha dado en esta, hasta llegar a las alianzas de socialistas o
comunistas con liberales. Es el caso del apoyo dado a López Pumarejo por
Gilberto Vieira de 1936 a 1945, que le permitió a Alfonso López como caudillo
liberal, decir: “el partido comunista es un partido liberal chiquito”.
Se
sabe que la izquierda colombiana desde su nacimiento quiso aplicar en Colombia
el materialismo histórico, sin necesitar entender las condiciones sociales y
políticas identitarias del pueblo. Esa teoría debía operar sin la historia
particular del país, porque la universalidad de la teoría sentenciaba de
entrada a desaparecer a la clase o sector social dueño de la riqueza y el poder.
Esta falta o error de la izquierda ni salva ni condena a los protagonistas,
pero sí condujo al fracaso, como llevó al fracaso la lucha armada y los
proyectos de los socialistas participativos en las contiendas electorales.
Hoy
la lucha armada y no es opción. La guerrilla más grande de Colombia, cuerpo
visible de la guerra en los últimos cincuenta años, ha desaparecido y con ella
desaparecerá toda otra confrontación violenta del Estado. Queda abierta la vía
de la participación política para realizar un país que satisfaga las necesidades
de los colombianos, desde el consenso construido a partir del debate y la lucha
de las ideas.
1.
Es posible llevar el origen de la izquierda en Colombia hasta mediados del
siglo XIX, con el protagonismo de las Sociedades Democráticas y el gobierno del
general Melo, pero en rigor la izquierda, se concibe desde la adopción del
pensamiento marxista.
2. Charles Bergquist,
“La izquierda colombiana: un pasado paradójico, ¿un futuro promisorio?”, Anuario
Colombiano de Historia Social y de la Cultura 44.2
(2017): 263-299.
Imagen:
Alipio Jaramillo Giraldo. Campesinos 1985