jueves, 23 de agosto de 2018

Rendirle culto al líder


La pérdida de las elecciones presidenciales del 2018 por parte de la izquierda colombiana, ha concitado explicaciones desde muchas orillas de la opinión. La más favorecida ha sido las pugnas y personalismos dentro de ese sector político. Otras se dedicaron a insultar el pueblo colombiano y hasta se proclamó que la culpa estuvo y está en la ignorancia del pueblo, acostumbrado a la servidumbre voluntaria. Tratemos de desarrollar algo sobre el culto a la personalidad y el engreimiento de los líderes.

Empecinados en su autoconvicción de ser los salvadores o de tener la vía política correcta, los sectores de la izquierda política colombiana, sacrificaron una opción clara de llegar al poder en este año electoral del 2018. Esa autoconvicción de los sectores, se puede personalizar y hacer aparecer nombres propios a los que les cabe esas veleidades del líder, llamadas culto a la personalidad o la creación de una veneración que expresa el desconocimiento de los procesos sociales, en los que los individuos más esclarecidos son sólo un accidente. El Polo Democrático Alternativo, La Alianza Verde y La Colombia Humana, partidos o movimientos guiados por líderes venerados, cometieron una falta contra el proceso político colombiano, sediento de alternativas a la política tradicional bicentenaria.

Hay momentos en la vida política de un país, que exige a los individuos abdicar su personalismo, para aportar a los logros colectivos de un esfuerzo común por nuevas relaciones sociales. Sergio Fajardo, Gustavo Petro y Jorge Robledo, no se bajaron de sus pedestales, donde veían sus militantes con la arrogancia del venerado.

Pero cabe preguntar ¿porqué la izquierda colombiana se comporta igual desde su nacimiento en el alba del siglo XX?1 Gaitán se enfrentó a Torres Giraldo y María Cano en los años veinte. Los socialistas de Gerardo Molina se enfrentaron a los comunistas de Gilberto Vieira en la década de los cuarenta. En los años sesenta la izquierda prefirió la lucha armada, antes que transformar la cultura de los trabajadores. Puede decirse que los cien años de vida de la izquierda colombiana, son cien años de vigencia de los líderes venerados a quienes se les ha rendido culto y ellos nunca lucharon contra esa desviación política. Se les ha tenido como iluminados y ocurrió lo necesario: falta el líder, y los militantes con el partido o el movimiento desaparecen.

En términos de una rigurosa ortodoxia marxista, se puede afirmar que la izquierda colombiana siempre ha estado encabezada por oportunistas, administradores del fanatismo típico de los colombianos. Porque hay fanatismo liberoconservador y fanatismo de izquierda. Si los líderes no han salido del culto a la personalidad, es porque son oportunistas agazapados tras un lenguaje o un discurso lleno de palabras dirigidas a las vísceras de los seguidores.

Charles Bergquist2 se explica la historia de la izquierda en Colombia como una paradoja, porque no ha querido ver el ser colombiano y ha actuado bajo el supuesto de un proletariado inexistente o al menos no formado. Dice este historiador que la izquierda prefirió la lucha armada a partir de los años sesenta del siglo XX, porque siempre fue una minoría o un puñado de esclarecidos divorciados de las condiciones reales de los trabajadores, sector social objeto de su proyecto político.

En la primera mitad del siglo XX la izquierda tuvo participación electoral, pero siempre perdió porque quiso llegarle a los trabajadores colombianos tratándolos como proletarios, pues no entendió que la gran mayoría de los trabajadores eran campesinos con la aspiración de ser propietarios de una parcela para dominar sus condiciones de trabajo. Sostiene Bergquist que esto se demuestra por un análisis de la economía cafetera que dice como el ochenta por ciento del café salía de, cuyos propietarios eran familias campesinas. La izquierda no supo llegar a esta mayoría de los trabajadores, porque no los concebía y quiso imponerles un régimen de propiedad estatista, supuesto de un socialismo en camino hacia el comunismo.

En el pulso electoral con la derecha liberoconservadora en los primeros cincuenta años del siglo XX, la izquierda no pudo seducir a los trabajadores y por eso, sostiene el historiador inglés comentado, se lanzó a la lucha armada para imponer por la fuerza su modelo ya que no pudo hacerlo por la participación política. La lucha armada ha dejado dos consecuencias, entendidas como estruendosos fracasos. Una: creó un odio popular contra la izquierda y el comunismo (además del anticomunismo de la elite liberoconservadora) por la práctica del secuestro y la extorción, sentidos como una violación insoportable de todo derecho. Dos: el sacrificio de los más granado de los militantes de la izquierda civilista, por las negociaciones fallidas calculadas o por las purgas entre enemigos dentro de la misma guerrilla que alcanzaban a los civiles.

Bergquist, termina el análisis de la historia paradójica de la izquierda colombiana, afirmando que se fracasó tanto en la lucha armada como en la participación política electoral, por desconocer la aspiración de la clase trabajadora colombiana a ser propietaria, para desde ahí manejar a su antojo las condiciones de trabajo. Y la historia que la izquierda ha elaborado para explicar su fracaso, la monta desde el concepto y práctica de la represión-persecución dirigida por la elite liberoconservadora contra su proyecto socialista. Esa historia desconoce su falta de estudio y comprensión de las condiciones materiales y culturales de los trabajadores colombianos.

Pero es posible, retomando ese culto a la personalidad de los líderes de izquierda, decir que el ejercicio político ha estado regido por el modelo tradicional colombiano, es decir, la izquierda ha emulado a la derecha en su práctica política y por eso el caudillismo ejercido por liberales y conservadores, también se ha dado en esta, hasta llegar a las alianzas de socialistas o comunistas con liberales. Es el caso del apoyo dado a López Pumarejo por Gilberto Vieira de 1936 a 1945, que le permitió a Alfonso López como caudillo liberal, decir: “el partido comunista es un partido liberal chiquito”.

Se sabe que la izquierda colombiana desde su nacimiento quiso aplicar en Colombia el materialismo histórico, sin necesitar entender las condiciones sociales y políticas identitarias del pueblo. Esa teoría debía operar sin la historia particular del país, porque la universalidad de la teoría sentenciaba de entrada a desaparecer a la clase o sector social dueño de la riqueza y el poder. Esta falta o error de la izquierda ni salva ni condena a los protagonistas, pero sí condujo al fracaso, como llevó al fracaso la lucha armada y los proyectos de los socialistas participativos en las contiendas electorales.

Hoy la lucha armada y no es opción. La guerrilla más grande de Colombia, cuerpo visible de la guerra en los últimos cincuenta años, ha desaparecido y con ella desaparecerá toda otra confrontación violenta del Estado. Queda abierta la vía de la participación política para realizar un país que satisfaga las necesidades de los colombianos, desde el consenso construido a partir del debate y la lucha de las ideas.

1. Es posible llevar el origen de la izquierda en Colombia hasta mediados del siglo XIX, con el protagonismo de las Sociedades Democráticas y el gobierno del general Melo, pero en rigor la izquierda, se concibe desde la adopción del pensamiento marxista.

2. Charles Bergquist, “La izquierda colombiana: un pasado paradójico, ¿un futuro promisorio?”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 44.2 (2017): 263-299.



Imagen: Alipio Jaramillo Giraldo. Campesinos 1985

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