La
humanidad ha construido la cultura en condiciones de un acumulado transmitido a
las generaciones venideras. La cultura es el producto de la memoria humana,
caracterizada por estar en un ser vivo que ha liberado su cerebro de las
ataduras funcionales de la adquisición de los alimentos. Con otras palabras, la
masa encefálica se ha expandido porque las fauces se acortaron, pues su función
se trasladó a las manos, y dejaron libre el cráneo que creció hasta el máximo
permitido por la funcionalidad del cuerpo. El cerebro se estabilizó en más o
menos 700 centímetros cúbicos, como albergue de una memoria atada al lenguaje.
Todos los seres vivos tienen memoria; pero la humana se relaciona íntimamente con
el lenguaje, estableciendo así la gran diferencia. Por eso concebimos la
cultura como memoria de la experiencia acumulada transmisible además de la
oralidad, por diversos dispositivos, como lo son la técnica, la escritura, las
imágenes plásticas y la gestualidad.
Entre
los contenidos primigenios de la cultura se tiene el sentimiento religioso. Ese
sentir tamizado por la memoria, produce oralidades, verbalizaciones o relatos,
de los que podemos dar cuenta de su existencia a partir de la huella gráfica
dejada en grutas o piedras al aire libre. Esa huella gráfica se ha denominado
desde el siglo XIX como arte rupestre. La apreciación y lectura de esas
huellas, hechas desde la ciencia arqueológica dice ser la expresión material de
mitos y ritos cuyo contenido fueron las explicaciones sobre su existencia de
esa humanidad primordial. El recurso inmediato de la memoria fue el sentimiento
de ser un habitante de un mundo espiritual genérico para todo lo visible. En virtud
del acumulado de la cultura, la memoria se descentra del mundo mítico y ritual mágico,
para construir el mundo mítico de la creación y la criatura. Este otro mundo
deja su huella con la escritura. Este dispositivo nemotécnico cristaliza el
mito de la creación, llamado por las civilizaciones con el nombre de religión,
para establecer diferencia con los mitos anteriores.
Las
religiones nacen fundidas con la política y dan forma al poder que dispone violentamente
de los cuerpos para mantenerse y perpetuarse. Desde la época posromana la
política y la religión entran en un escenario de lucha por el poder de la
sociedad, y tratan de resolver la cuestión de quien inviste a quien, llenando
la historia de la humanidad de guerras inéditas hasta la época moderna, en la
que ambas potestades pactan una separación turbulenta con altibajos
pronunciados.
La
constitución de los estados modernos traída del primado de la razón, logra la
separación radical de los intereses de dios y de los seres humanos, con el
diseño, en teoría y práctica, del estado laico garante de la libertad
religiosa. Este estado no agencia ninguna religión y todas sus instituciones están
libres de credos y símbolos que refieran a una parcialidad. Si ocurre lo
contrario, equivale a retrogradar y a desconocer los principios de la república
democrática en cuya constitución está inscrita la separación Iglesia – Estado.
Si en Colombia “Todas las confesiones
religiosas e iglesias son igualmente libres ante la ley”1, esta libertad
de cultos o libertad religiosa infiere el estado laico.
Es
inconstitucional la exhibición de los símbolos de un solo credo en las
instituciones públicas (escuelas, juzgados, cortes, consejos, concejos,
bibliotecas, etc.) y menos en la sede del gobierno nacional. Si se pretende
exhibir símbolos religiosos, deben ser todos los que identifican las
confesiones de los colombianos (cristianos protestantes, cristianos católicos,
cristianos ortodoxos, anglicanos, musulmanes, budistas, o los símbolos religiosos
de las minorías étnicas). O todos o ninguno.
El
nuevo gobierno colombiano, entrante a palacio el siete de agosto de 2018, pretende
hacer un exorcismo en la sede del gobierno como primer acto del presidente. Es
un desconocimiento de la constitución política y dice mucho más de las mujeres y
los hombres llegados al poder; dice que están utilizando y promocionando en la
sociedad colombiana, de la cual ellos representan una parte, una de las
prácticas religiosas rayanas con la magia. La vivencia del sentimiento
religioso está en permanente lucha contra la magia, la cual el estado colombiano
ha prohibido por lesionar los derechos humanos y la integridad personal2.
Esa práctica de exorcismo llega al colombiano común como un rito mágico puesto
como ejemplo por la máxima autoridad del país e incita a la imitación.
La
religión y sus profesantes, tiene reconocimiento en nuestro ordenamiento
jurídico, y por la libertad de pensamiento, quienes pueden salir de la
confesión, son igualmente reconocidos así proclamen su ateísmo. La elección por
un estado laico, no es equivocada, es la mejor. Invoca la racionalidad constitucional
como árbitro de las acciones de los colombianos, racionalidad basamento de la
ley y la paz.
Habitar
el mito del creador – creatura, tiene la fuerza de la tradición y esta parece
vivir por fuera del acumulado de la cultura, decantada en el sometimiento del
pensar a la razón, así la misma razón haya producido engendros terribles como
las guerras antimonárquicas decimonónicas y las dos mundiales del siglo veinte.
Pero la adquisición del pensamiento científico permitió un acercamiento a la
génesis de la humanidad alternativo al mito del creador – creatura. Por la
ciencia desarrollada en los últimos siglos han sido posibles esas reflexiones
iniciales de este escrito y sustentar el porqué iniciar un gobierno de una
república democrática con un exorcismo es fundir de nuevo religión y política,
es volver atrás, es frustrar las aspiraciones de la sociedad de tener una
cultura inteligente y razonada.
1. Artículo 19. Constitución Política de
Colombia 1991.
2.
Ley 133 de 1994.
Imagen.
Pablo Picasso La crucifixión 1932
Ohhh!comienza una nueva epoca ya que el mal ha sido exorcisado y llegan los previamente exorcisados ha "repartir" justicia y equidad.
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