El interés por una
película de Alonso Cuarón, titulada Roma, salido de la noticia de ser una pieza
cinematográfica ganadora del tercer puesto entre trescientas proyecciones en el
Festival Internacional de Cine de Toronto de este año de 2018, me llevó a preguntar
por el fenómeno de las plataformas convertidas en productoras de cine; Roma fue
financiada por la plataforma Neflix. Y digo fenómeno porque asistimos al
comienzo de otra muerte más dentro del espectáculo cinematográfico. La primera
muerte la sufrieron los teatros para cine, construidos en la primera parte del
siglo veinte. El golpe mortal inicial lo recibieron de la concentración de las
proyecciones en los mercados de gran superficie y en la masificación de los
medios electrónicos de reproducción como el betamax, el Video Home System –VHS-
(sistema de video en casa) y el DVD (video disco digital). Otro golpe fue el
desarrollo de pantalla de cristal
líquido, al cual asistimos, ahora con la incorporación de la “tecnología
inteligente” (smart), que permite una conexión directa e inalámbrica a internet
y a las redes sociales. Esas pantallas vienen en grandes tamaños para que el
usuario cope una pared entera de sus espacios hogareños particulares con
imágenes deseadas. Es algo parecido a la descripción que hace Ray Bradbury en
Fahrenheit 451, de los hogares sometidos a la penalización por la tenencia de
libros y obligados a tener grandes pantallas en sus paredes. Hoy el poseedor de
esas pantallas, asombrosamente planas, tiene la opción de suscribirse a una
plataforma de transmisión en línea, llamadas streaming y ver el contenido de cine, cada vez más enriquecido.
Percibo, además de
las muertes de las maneras de reproducción, potenciadas por los desarrollos
tecnológicos, otras más estruendosas, como lo pueden ser las muertes de las
productoras tradicionales, atadas a los teatros de cine. El síntoma percibido
ha estado en la condición que las viejas productoras imponen a los festivales:
las películas ganadoras sólo pueden exhibirse, fuera de los cines, meses o años
después. En cambio las películas financiadas por las plataformas son de
inmediata exhibición por todos los medios; tienen urgencia, porque los cientos
de millones de abonados están ávidos de novedades y pagan por ello. Además los
creadores o directores de películas encuentran en las plataformas una
financiación expedita, sin mayores condiciones, fuera de la calidad, para rodar
sus proyectos. Lo hace Alonso Cuarón y lo está haciendo Martín Escorsese.
Pero el punto de vista
al que me dirijo está en la relación imagen y tecnología. La humanidad no ha
cesado en su vida cotidiana de representar imágenes. La historia del ser humano
sabio, comenzó por ahí. La imagen representada ha funcionado y funciona como
dispositivo nemotécnico. Cada periodo ha construido un estereotipo o manera o
estilo que lo identifica y al que nosotros los modernos lo llamamos
concepciones estéticas. La apreciación de ese devenir, permite ver rupturas de
esos estilos para teorizar sobre las épocas y las revoluciones estéticas. La
relación imagen y tecnología ha potenciado cambios en la forma de
representación y en la concepción del lo representado. Desde el mundo griego
antiguo observamos, por efecto del discurso histórico, las rupturas y las
reacciones de los contemporáneos ante el cambio. Platón reaccionó contra la
representación de imágenes bidimensionales o tridimensionales y las acusó de ser
una mímesis engañosa, una falsación de la verdad. El logro del naturalismo
antiguo fue descartado como pagano por la Edad Media y la figuración imitativa
natural se reemplazó por la alegoría que redujo la imagen a unos símbolos
básicos.
La relación imagen
tecnología es un problema moderno, porque la tecnología es el sometimiento de
la técnica a los métodos científicos elaborados desde el siglo diecisiete, sin
desconocer las ciencias anteriores; pero es la modernidad la que convierte la
tecnología en una bola de nieve que parece tener vida propia, y ante la cual se
gesta una concepción apocalíptica condenatoria de la civilización a morir
anegada dentro de aparatos o dispositivos electrónicos digitales. Pero si
relacionamos la tecnología con la técnica, en términos de la vocación de
reemplazo de las funciones físico-mecánicas del cuerpo por útiles, aparece la
tecnología como la eficacia de las relaciones de la humanidad con la naturaleza
para prolongar la vida y garantizar los medios de subsistencia; basta con ver
el aumento sostenido del promedio de vida de los individuos, producto del
desarrollo de la tecnología médica.
Las imágenes en
movimiento y sus medios de reproducción, están dentro de esta vocación de
reemplazo de la capacidad de representación de la figuración, inicialmente
atrapada en la mano, ahora liberada por y en los dispositivos tecnológicos.
Estos cumplen la misma función nemotécnica como vehículo de transmisión de los
relatos sustentadores de la cultura. El periplo es comprensible: de la relación
primigenia mano-estilete-piedra-ojo-verbalización, se pasó al pergamino o tejido-estilete-ojo-verbalización.
Luego tela o fresco-estilete-ojo-verbalización y hoy la relación se reduce a
pantalla-ojo-verbalización. Ninguno de los términos de la relación se ha
atrofiado o desaparecido, como piensan los apocalípticos, sólo se ha atenuado
ante el dominio del cristal líquido que reproduce imágenes hechas por máquinas.
Sabemos que las imágenes, desde la creación primigenia por el ser humano sabio,
comunican sin recurrir a la verbalización; pero el cine es un conjunto de sonido,
verbo, imagen, que obliga a la verbalización de la historia o la interacción
cultural, desde y por la máquina.
La irracionalidad de
la acumulación de la riqueza en pocas manos pone en peligro la vida sobre el
planeta; la ganancia del capital concentrado no tiene en sus supuestos pensar
los límites de los recursos naturales. Esta lógica perversa no se puede
confundir con la vocación técnico-tecnológica del ser humano, porque es ahí
donde ha estado y está la cultura. No debemos tenerle miedo a la pantalla en
casa, al contrario, por ella entra el mundo al espacio íntimo y se combina con
los otros medios de la memoria, el libro, la radio, las artes plásticas, la
fotografía, la oralidad. El cine por la adscripción a una plataforma lo
considero una vocación tecnológica incontenible y por su misma dinámica se
impondrá.
Imagen tomada de https://cineoculto.com/2018/07/roma-de-alfonso-cuaron-ya-su-primer-teaser-trailer/
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