La Historia de la revolución de la república de
Colombia de José Manuel Restrepo, fechada en 1824, es un trabajo que se abre con
una cita de Pierre Le-Grand: “No digas a la posteridad sino lo que es digno de
la posteridad”. Cita reveladora, contextualizada con la época iluminista y con
el universalismo de la cultura europea, que miraba como zócalo de la historia
los hechos de los héroes y los poderosos. Puede entenderse: hay hechos que no
merecen ser recordados y por tanto pueden ser borrados de la memoria. Esos
hechos son en los que actuaron la plebe y la gente sencilla del común.
El concepto de historia visto desde la dignidad de
la posteridad y los hechos dignos de ser contados, se adhieren a una imparcialidad,
es decir, además de hechos dignos de ser remembrados y tratados, el historiador
se la juega para ser imparcial. Se lee: “Más sin embargo de la estensión o
importancia de las funciones que ejercitan las audiencias de la Nueva-Granada y
de Venezuela, es preciso decir con la severa imparcialidad de la historia que
administraban justicia en los últimos tiempos con bastante rectitud,
exceptuando algunos pocos casos en contrario”1. Ahí quedó la
imparcialidad, golpeada contra los motivos de la revolución: acabar con la
tiranía y la explotación inmisericorde de América por España.
Restrepo opera su historia con un paradigma
moderno, con un esquema de pensamiento analítico. Se ubica en el tiempo y en el
espacio. Tiene conciencia de estar en un tiempo contemporáneo de las luchas
anticoloniales y por la libertad esgrimida contra el feudalismo. El espacio lo
conoce y se ha informado con los trabajos de Humboldt. En el espacio están los
seres humanos organizados en una sociedad con sus caracteres y condiciones. Si
va a hablar y escribir sobre la revolución en Colombia, explica que es y
comprende Colombia; de donde viene y como está compuesta.
En el Congreso de Angostura se adopta el nombre en
honor del descubridor Colón y se piensa en la unión bajo ese concepto
jurisdiccional en Nueva Granada, Venezuela, Quito y Lima. Detalla el régimen
Español, las producciones, la tierra, las gentes, la educación y las
oportunidades. Termina enumerando las causas de la revolución: la opresión, el
atraso intencional, la oscuridad de los colonizadores, el enriquecimiento de la
iglesia con el acaparamiento de la tierra, la inexistencia de instituciones de
educación, la prohibición de producir y la persecución a las nuevas ideas o a
la lectura de la literatura producida en Europa.
La identificación que hace Restrepo de la sociedad
colombiana tiene el objetivo de justificar la revolución y por qué la hizo el
puñado de criollos ilustrados. Estos prolongan en el tiempo todos los
prejuicios raciales españoles; pero hablan de la libertad y de igualar a todas
las castas bajo el concepto de ciudadano para liberarlos del Santo Oficio, de
la jerigonza peripatética y de los onerosos impuestos. Ellos, los criollos,
hicieron y dirigieron la revolución y organizaron una sociedad para ellos. Dice
el nuevo orden hecho en Cúcuta en 1821: “…más no todos los padres de familia
tiene derecho a votar en las Asambleas primarias [para elegir electores]. Se
necesita que el sufragante posea una propiedad raíz libre que alcance el valor
de cien pesos, o alguna profesión o industria útil que equivalga la misma
cantidad. Para votar en las Asambleas de provincia o secundarias se necesita
ser dueño de una propiedad raíz que alcance el valor libre de quinientos pesos,
o de una renta de trecientos pesos anuales, o profesar alguna ciencia u obtener
un grado científico. Los representantes deben tener una propiedad raíz que
alcance el valor libre de dos mil pesos, y en su defecto una renta de
quinientos pesos anuales o ser profesores de alguna ciencia; los senadores
necesitan una propiedad de cuatro mil pesos y por falta de ella una renta de
quinientos, o profesar alguna ciencia…”2
Con el paradigma de la ilustración económica –
filosófica – política, Restrepo hace un arqueo de la situación de la sociedad
resultante después de la revolución de independencia: la producción pobre
porque España prohibía competir con sus productos; la sociedad sometida a la
ignorancia y al Santo Oficio, para mantenerla dócil y obediente; por política
impedía que el gobierno y las decisiones, estuvieran en manos de criollos.
Todos los funcionarios fueron importados de España para garantizar la tiranía y
el despotismo.
Pero ¿Cómo operaba el poder? Sencillo: por el pacto
entre el papado y la monarquía. La iglesia permitía al rey ser el patrono de la
religión e incidir en el nombramiento de curas, obispos, arzobispos y demás (actitud
o preeminencia llamada tuición de cultos). Y la iglesia podía, en
contraprestación enriquecerse y expandirse a voluntad. Restrepo trae
estadísticas. Colombia para 1824 tenía 1.891 individuos del clero secular; en
órdenes religiosas 1.178; monjes y monjas en clausura 2.083. Esta población
eclesiástica vivía del trabajo de los indígenas, pardos, negros y mulatos y
permitía a todos por medio de los censos o capellanías hipotecar las tierras,
antes y después de la muerte para salvar el alma o para sustentar gastos
importantes. Esta economía terminó acumulando en manos de la iglesia un tercio
de la tierra culta. “Nota: hay en Colombia 16 conventos de predicadores o de
Santo Domingo; 20 de la orden de San Francisco; 10 de Agustinianos calzados;
Tres de Agustinianos descalzos; 12 de Mercenarios; 10 de Hospitalarios de San
Juan de Dios y 2 de Betlemitas. Total de conventos 73”3. Esta
observación de José Manuel es aguda porque mira la parte más importante de la
economía colonia. Él relaciona ese contexto social porque piensa desde la
economía política, conocimiento que le permitió ver la religión como dominación
o control de la producción y la distribución de la riqueza. Colombia con una
población de 2.717.142 habitantes fue controlada por 73 conventos y 5.152
eclesiásticos.
Restrepo trae este cálculo de la población en un
cuadro estadístico, hecho con ayuda de información publicada por el viajero
Depons; pero dice que sus cálculos personales le suman 2.900.000 porque anexa
200.000 indígenas y más otras poblaciones deben producir un total de 3.100.000
habitantes. De esta “no bajan de 400.000 personas las que han perecido en la
sangrienta lucha de independencia”5. 60.000 esclavos según Humboldt
hay en Colombia y después de la guerra quedaron 30.000: “el español Boves
primero, y después el general Bolívar dieron libertad a todos los que tomaban
las armas, y en efecto, muchos corrieron a ella distinguiéndose en la guerra de
independencia”6.
Triunfante la revolución, Colombia tiene ahora la
tarea de poner su potencial a “cultivar en su suelo todas las producciones del
globo”. Para eso se cuenta tierra suficiente: “De las 92.000 leguas cuadradas
que tiene la superficie de Colombia, por lo menos la mitad o 46.000 […] son
tierras baldías […] resulta que el gobierno de Colombia tiene 204.403.760
fanegadas de tierras baldías de que puede disponer para amortizar la deuda
nacional, establecer sólidamente sus créditos, y tener bien pronto rentas
suficientes […] El precio legal de la fanegada en las costas es de dos pesos y
de uno en las provincias internas”7. Dice Restrepo que esta riqueza
se debe ofrecer a europeos para que se establezcan en el país y desarrollen su
saber y ciencia. “No hay duda alguna que reconocida nuestra independencia por
la Gran –Bretaña, como parece que será bien pronto, los extranjeros corran de
todas partes de la Europa a buscar asilo en Colombia que les ofrece
tranquilidad, abundancia e instituciones liberales que favorecen la libertad y
la propiedad”8.
Colombia debió mantener muchos de los impuestos
coloniales para poder sostener la república. En los últimos cinco años de la
monarquía se recaudaron 5.323.088 pesos entre rentas estancadas del tabaco, la
sal, la pólvora; los diezmos, las anatas, anualidades, bulas, derechos de comercio,
composición de tierras, venta de empleos y títulos nobiliarios y la capitación
indígena. La república, debió sostener muchos de estos impuestos por la
costumbre y falta de métodos para el recaudo. Pero, abolió las odiosas
capitaciones y los estancos. Esa libertad de comercio, para 1824 permitió
llegar al estado 7.430.527 pesos, rentas aumentadas, respecto a las coloniales,
producto de la libertad económica.
La revolución en Colombia fue posible por ayuda de
algunos países, entre ellos Gran-Bretaña; pero una ayuda interesada, porque
todo lo que llegó para la guerra son la deuda pública. José Manuel Restrepo analiza
especialmente este aspecto de la economía. Calcula la deuda en 46.505.638 de pesos
y culpa de ese monto a las malas acciones de Francisco Antonio Zea y Luis López
Méndez, plenipotenciarios enviados por la revolución a Londres. Ellos, un
préstamo inicial de 2 millones de libras lo han centuplicado. “Por marzo de
1822, el mismo Zea, en calidad de ministro de Colombia, contrató con la casa de
los señores Herring, Graham y Powles un empréstito de dos millones de libras al
ochenta por ciento y con otras varias condiciones. Con esta operación Zea
amortizó la deuda de las 547.783 libras que debía la república a varios
individuos y creció nuestra deuda extranjera a dos millones de libra o 10
millones de pesos. Como aún no se han publicado las cuentas de los prestamistas
ignoramos la inversión de este empréstito, y como fue que el señor Zea hizo
crecer tan rápidamente la deuda nacional de Colombia”9
Esta introducción a la historia de la revolución en
Colombia la hace un hombre dedicado a entender su mundo. Estuvo atento a las
producciones intelectuales europeas y americanas y las supo ponderar, para
acercarse al país, dar muestras de conocer el pasado y el presente para planear
el futuro. Eso lo demuestra cuando les promete a los europeos un orden liberal
apropiado para la propiedad privada o la acumulación de riqueza.
1. Restrepo, José Manuel. Historia de la revolución
de la república de Colombia. París. Librería Americana 1827. Pág.56
2. Ídem. Pág. 138
3. Ídem. Pág. 193
4. Francisco Depons 1751 – 1812. Jurista Francés.
Recorrió Venezuela en época prerevolucionaria. Sus observaciones las publicó en
París en 1806 con el nombre de “Viaje a la parte oriental de Tierra Firme”.
5. Ídem. Pág. 211
6. Ídem. Pág. 214
7. Ídem. Pág.198
8. Ídem. Pág. 199
9. Ídem. Pág. 292
Imagen. José María Espinosa. Paisaje de las
batallas en Colombia 1840
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