miércoles, 20 de marzo de 2019

Negación del conflicto social colombiano


Seguir la información que llega por los ojos y los oídos desde múltiples lados y medios, poderosamente diversificados en nuestro mundo de hoy, forma en nuestros cuerpos una necesidad de pronunciar un punto de vista propio, regido por la experiencia de vida, y en especial por el acercamiento a la mentalidad del presente. Pronunciarse es hacer historia del presente, en la que te involucras con sentimiento, con política y con el andamio intelectual personal. Hecho presente es el debate nacional sobre el conflicto social colombiano que además de estar historiado por décadas, es puesto en duda su existencia por un grupo de personas adscritas a un partido político interesado en negarlo.

La negación, proclama en vez del conflicto, una amenaza y agresión terrorista contra el estado colombiano. Desde esta perspectiva se traza una línea de conducta para la acción de la sociedad incluidas todas las instituciones. Estas deben rehacer la historia pasada y presente desde el punto de vista del no conflicto o desde el estado colombiano amenazado, perspectiva explotada desde los análisis de Daniel Pécaut en su texto Guerra contra la sociedad del año 2001. Ahí, el colombianista francés no niega el conflicto, pero resuelve, luego de un análisis del acontecer colombiano desde 1980, que la guerra entre diversos ejércitos, se tornó economicista, territorial y terminó atacando la sociedad. Los diversos actores relegaron lo político a un segundo plano y se dedicaron a controlar la población, sometiéndola a un régimen de terror, secuestro o desplazamiento. Pero Los interesados en negar el conflicto llevaron esa percepción de Pécaut al rasero simple de un ataque al Estado y la sociedad, solapando o desconociendo los orígenes de la confrontación, y sostienen que la historia de Colombia se ha hablado y escrito desde la perspectiva del conflicto o desde el punto vista de los actores y claman por una reescritura desde el enfoque de la “guerra contra la sociedad”, por el cual el orden social republicano colombiano ha sido justo, igualitario y democrático desde su origen. Se quiere borrar la supremacía que ha ejercido la élite capitalista y burguesa sobre los demás sectores sociales desde finales de la colonia y durante todo el periodo republicano; causa y origen de la lucha por el poder o en otras palabras, del conflicto social.

Se quiere desconocer el ataque a los resguardos indígenas de las primeras constituciones decimonónicas, que además instauraron el sufragio cualificado, proscribieron la libertad educativa con la prohibición del estudio de la jurisprudencia utilitarista benthamista y atacaron la libertad religiosa. Actos generadores de conflicto social y otros directamente relacionados con la lucha por el poder o lucha de clases, como el exterminio de los artesanos y sus organizaciones en 1854, la desamortización de bienes eclesiásticos, la destrucción de la república liberal radical, la imposición de la famosa regeneración o el régimen conservador por cuarenta y cuatro años, la masacre obrera de 1928 (llamada “Masacre de las bananeras), el sometimiento del país a una guerra civil no declarada de 1930 a 1953 que realizó alrededor de 250.000 crímenes atroces motivados políticamente, la dictadura militar de Rojas Pinilla que destruyó con engaños la guerrilla de los llanos; la exclusión del juego democráticos de idearios y movimientos políticos distintos al liberalismo y conservatismo de 1958 a 1974 y la utilización del narcotráfico para evitar la llegada al poder de otras concepciones de la democracia, durante las dos últimas décadas del siglo veinte y lo que va corrido del veintiuno. La democracia restrictiva inaugurada en 1810, con una permanencia sistemática hasta hoy, es la causal de conflicto, unas veces expresado en la lucha pacífica, pero la mayoría de las veces como lucha violenta.

La lectura liberal de estos acontecimientos nacionales se remonta al siglo XIX con los hermanos Samper, Salvador Camacho Roldán y el mismo liberal converso Rafael Núñez. En el siglo XX Rafael Uribe Uribe, Jorge Eliécer Gaitán o el presidente de la Revolución en Marcha Alfonso López Pumarejo. El punto de vista liberal es coronado en los años sesenta por Indalecio Liévano Aguirre con su obra Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia. Del diecinueve al veinte el enfoque liberal pasó de la necesidad de democratizar los derechos a luchar, por obtener el derecho, bajo el signo de una supuesta armonía natural.

La lectura socialista y comunista inspirada por la gigantesca obra del marxismo, desde 1848, asume el conflicto como base de la historia, punto de vista nutriente de las ciencias sociales, creación de la cultura occidental heredera de la tradición grecolatina, iniciada en la dialéctica presocrática y continuada por la dialéctica moderna. La huella del conflicto social surca los análisis de la historia y la sociedad, porque el ser humano se conoce a sí mismo y a los demás por la lógica de la presencia – ausencia, positividad y negación, oposición de contrarios.

En el mundo de la ciencia social, tradición iniciada en la segunda parte del siglo XIX, sobresale la obra de Ralf Darhendorf dedicada a teorizar el paradigma del conflicto y a anclarlo en la complejidad epistemológica de la sociedad industrial, en la que, dice él, las clases sociales descritas por Marx han virado hacia la proliferación de sectores guiados por los intereses y el manejo de algún grado de autoridad, en un entramado de jerarquías. El conflicto social en la sociedad industrial se ha pluralizado y se resuelve por el consenso, nunca definitivo, puesto que siempre dará origen a otros conflictos. Con esta invocación de Dahrendorf, se quiere mostrar, no una supuesta verdad en su posición teórica, sino un ejemplo del desarrollo de la perspectiva del conflicto iniciada en el siglo XIX y continuada por el análisis social y político hasta hoy.

El grupo de personas adscritas a un partido político interesadas en negar el conflicto social colombiano, agencia un pensamiento simplista y facilista. Es el pensamiento que bebe en un populismo o neopopulismo, dedicado a obtener el poder por todos los medios, incluídos la mentira sistemática y la explotación de sentimientos arcaicos premodernos que no han sido erradicados por la vigencia de la democracia restrictiva inaugurada en 1810. El politólogo español Fernando Vallespín (El populismo. Qué, por qué y para qué. En Cuadernos 19 Círculo de Opinión. Abril 2017) dice que los populismos presentes son el resultado de la globalización insostenible por las elites que reaccionan con ira o rabia ante las migraciones de poblaciones que deben ser atendidas en sus necesidades y ante la promoción de contenidos culturales transnacionales, como el pluralismo y la inclusión social.

Imagen: Pawel Kuczynski. Ironía social 2013

martes, 5 de marzo de 2019

Los deseos de guerra


Amar la guerra, pedirla, desearla, convocarla e invocarla, se hace desde y por las convicciones idiosincráticas del deseante. Querer la destrucción del otro, de un pueblo, de una nación, es querer al mismo tiempo la autodestrucción. Es querer la muerte con entusiasmo; ese entusiasmo que hunde sus raíces en dios o en la historia. Se quiere la guerra porque se cree en dios promisión de vida después de la muerte. Esta convicción religiosa tiene como principio el desprecio de la vida sobre la tierra y de la ciencia que advierte la finitud de los recursos naturales.

Aunque las iglesias agencien una formalidad de paz y convivencia, la esperanza de la otra vida mejor, el comportamiento y conducta en la vida presente permite todas las prácticas criminales, explotación del otro y la naturaleza, destrucción del medio que sustenta la vida, ataque a la libertad y autodeterminación de los pueblos y los individuos. Los llamados presentes a la guerra se relacionan con la vigencia y persistencia de las convicciones religiosas, llamados sustentados por la historia de las religiones, plena de violencias contra los no creyentes, en especial el exterminio o la esclavización.

El mundo del deseante de la guerra está sujeto a fuerzas sobrenaturales que le hacen ver en la muerte de sus opositores una satisfacción o una ofrenda al mundo normativo de su dios. El deseante de la guerra cristiano común o filohebreo concibe el mundo como un diseño divino, en el cual, él ocupa un lugar privilegiado por ser un observante riguroso de las reglas del diseñador divino, entre ellas el ocultamiento del cuerpo, una sexualidad supervisada, una actitud policiva con el vecino y un voto por la guerra cuando su jerarca (religioso, civil o militar) se lo demandan; pues al fin y al cabo de los tiempos, espera el paraíso eterno de la vida eterna después de la muerte.

La autodestrucción es permanente en el deseante de la guerra. Por estar en la vida ya es culpable y por eso transgrede, por eso destruye y se autodestruye. La culpa original, el nacer ya destruido, le presenta una vida a recorrer y vivir haciendo depredación de su medio natural y de los otros. El sacrificio personal, la destrucción personal, es la expiación de la culpa original y de las otras generadas por el cumplimiento de las reglas del creador-diseñador del mundo. El fin, la vida después de la muerte, justifica todo. La evidencia de la injusticia y la desigualdad socioeconómica, están presupuestadas en el diseño primordial y deben preservarse, son inevitables. Su denuncia o propuesta para erradicarlas, es ir contra el orden y sus reglas y es estar y ponerse del lado de los subversivos entre ellos los ateos y comunistas vistos como los subversivos mayores, concebidos destructores satánicos de lo inamovible. Así lo dice la jerarquía político religiosa; así lo dice el sentido común del hebreogénico cultivador de la guerra como principio y guía desde el origen de los tiempos. Así lo han hecho. La historia de la religión monoteísta es un permanente guerrear.

El entusiasmo del deseante de la guerra, enraizado en la historia, se mueve por el dictado moderno de actuar por mandato de la historia. Esta edad de la humanidad trasladó los atributos de una divinidad tutelar a la historia. Esta entró a concebirse como un afuera del tiempo, un ente que traslapa y surca los espacios y determina las acciones humanas. Los seres humanos que han logrado romper con el determinismo religioso, adoptan el determinismo histórico: la historia absuelve, condena, obliga, indica los caminos, destina y llama.

Los deseantes de la guerra así justificados, exhiben sus teorías y convicciones como la verdad potenciada desde el fondo de los tiempos, debidamente cotejada y enriquecida por el devenir. Esta forma de pensar esa verdad producida históricamente, tiene el don del progreso involucrado, para distribuirlo según los criterios del poder político social. El poder moderno legitimado en la historia condena pueblos y naciones a sufrir la guerra sanadora o correctora ante los desvíos del camino trazado; o por estar en vías que no conducen al progreso, del cual es imagen inevitable los centros de poder. Por estas convicciones idiosincráticas se han exterminado naciones con culturas inéditas e independientes; se han exterminado naciones que han querido salirse del dominio económico del poder moderno y dirigirse hacia otros órdenes posibles.

El orden moderno determinado por la historia es trifronte: el frente hasta ahora triunfante es el liberalismo indiferente; sostiene que la historia es un libre juego de fuerzas e imita la naturaleza, es decir, el liberalismo indiferente es natural y la naturaleza no se puede regular o someter a leyes humanas caprichosas. El poder político económico solo interviene cuando aparecen contrapoderes que intentan violar ese libre progreso natural e histórico; por eso el deseante de la guerra inscrito en este frente, la asume, la prestigia, la financia.

Se abre aquí un lugar para el frente que aparece como respuesta a quienes violentan el progreso natural, es el frente autoproclamado depositario del semen del progreso, de la historia y la verdad. Esa simiente se encarna en una etnia imagen de la perfección física y moral y desde esas convicciones cumple el destino histórico de corregir el rumbo de la humanidad. Declara el derecho natural que tiene de exterminar y esclavizar las etnias mescladas o impuras. Este absolutismo fascista ha llegado luego de la confrontación entre el liberalismo indiferente y el contrapoder que generó.

Este es el tercer frente de la modernidad basado en el determinismo histórico. Tiene el nombre de campo socialista o comunista y tiene una estructura teórica gigantesca construida a lo largo de cien años. El deseante de la guerra inspirado o inscrito en este determinismo histórico sabe que la base de su actuar es la confrontación y la guerra llamada guerra revolucionaria. La lucha de clases y la propuesta política se retroalimentan por el materialismo histórico que brinda la verdad desde la división de la sociedad en clases y el dominio de una sobre las otras clases.

La guerra y la historia se alimentan y se abalan. Pero si se entiende que ningún ser humano, pueblo o nación debe morir por mano de ninguna autoridad sustentada en la historia, es necesario construir una teoría o sistema de pensamiento que le quite a la historia la necesidad de la guerra. Es, desde luego, un deber, pensar la historia no como un ente suprahumano y transgeneracional, sino como la memoria del ser humano continente de la ciencia, la filosofía, el arte y la técnica, dedicadas a garantizar la permanencia de la vida, el planeta y la humanidad. El ser humano y el planeta han de desaparecer por efecto de fuerzas siderales; pero que no sea por autodestrucción.

Imagen: Banksy. Girl and Soldier. Arte callejero

miércoles, 6 de febrero de 2019

Una músico de Bello y expresivo sonido



La artista Berenice Hoyos es uno de los patrimonios culturales inmateriales del Municipio de Bello. Ella encarna ese ámbito de la cultura de los pueblos señalado como intangible, un concepto que referencia las producciones culturales sin una materialidad directa. La existencia de este patrimonio cultural está en las relaciones interpersonales o entre pueblos. El músico con sus presentaciones de obras o piezas musicales, crea en los espectadores un nexo espiritual de goce y disfrute que mueve en el oyente una sensibilidad estética o artística, propia de los seres humanos. Conmover esas sensibilidades que a veces se tornan pasiones, es una relación inmaterial entre el artista y el espectador o entre pueblos, relación inmaterial, intangible, pero existente en un soporte material. La música es un patrimonio cultural inmaterial, ubicado en la materia del instrumento, la partitura o en el cuerpo del artista. La cultura inmaterial de los pueblos tiene un vehículo de transmisión material: la obra de arte. En música es la partitura, en las plásticas es la pintura sobre superficies o la escultura en la piedra; en la danza son los gestos rítmicos de los cuerpos, en la gastrosofía que excita el ojo y el gusto son los platos, en las obras artesanales son los diseños, los colores y los materiales de múltiples objetos para útiles o adornos.

Entre las expresiones del patrimonio cultural inmaterial, es la música la más prestigiosa, la más cultivada y la más íntima con la mentalidad y comportamiento de la sociedad. Es ella la primera en presentar ante propios y extraños la identidad cultural, aspecto que ofrece la pertenencia a una nación y a un país. Pero las personas también se convierten en patrimonio cultural vivo de la sociedad. Las personalidades raizales de los pueblos que han dedicado la vida al cultivo de una profesión artística, intelectual, científica o cualquier plano de la cultura, son Patrimonio Vivo.

Berenice Hoyos es Patrimonio Vivo del Municipio de Bello por haber crecido en su territorio y haber dedicado su vida al cultivo de la música. Nació en Cocorná, otro municipio antioqueño, y desde pequeña se radicó en Bello con su familia. Durante la secundaria ingresó al Centro Auxiliar de Servicios Docentes (CASD) en el programa de música lo que le permitió entrar en contacto con muchos jóvenes de la cuidad de Bello y participar en la estudiantina de la institución en 1989. Terminada esa formación inicial, ingresó al Instituto de Bellas Artes de Medellín a estudiar cello. En 1992 ingresa a la Universidad de Antioquia y cinco años después egresa con el título de Maestra en Violoncello.

Berenice inicia su vida de profesional académica como profesora de su Alma Mater, la misma Universidad de Antioquia, y del Instituto de Bellas Artes: este hecho es un reconocimiento a sus capacidades didácticas para transmitir los conocimientos de música. Desde la cátedra inicia una participación decidida y apasionada en la vida de la cultura musical de la ciudad de Medellín y la zona de influencia el Valle de Aburrá; participa como docente en la Red de Escuelas y Bandas de Música, como músico en La Sinfónica de Antioquia, La Filarmónica de Medellín, la Sinfónica de la Universidad EAFIT, La Orquesta de Cámara de Antioquia. Su actividad se extendió a los toques repetidos y sistemáticos con grupos de música popular en los que se la tenía además como vocalista, por su bella y entonada voz.

La práctica musical en la ciudad región metropolitana de Medellín, llevó a que las capacidades profesionales de Berenice Hoyos, entraran a ser reconocidas más allá de las fronteras de su territorio nativo. A partir del año 2.000 comenzaron las invitaciones para viajar a los Estados Unidos de Norteamérica y participar en recitales y festivales de verano en las ciudades de Chicago, Forth Worth (Texas), Las Vegas, Nevada, San Francisco (California).

El reconocimiento del saber musical continúa y en el año 2003 la Universidad de California por intermedio del profesor Andrew Luckansky, le adjudica una beca para hacer un máster en violonchelo en la ciudad de Sacramento. Cuando terminó el máster, la vocación didáctica se renueva y comenzó a desenvolverse como docente de música en la zona californiana. Desde el 2005 trabaja en varia instituciones en esta área: Napa Valley Laguage Academy (School), Napa Valley Symphony Orchestra, Sacramento County Day (School), Camellia Symphony Orchestra. Berenice Hoyos tiene un grupo familiar de músicos, su esposo y su hija también lo son, por eso ha llevado su espíritu docente a desarrollar clases de música para estudiantes privados de cello y piano junto con su familia.

De ella como ser humano y como músico han expresado palabras de admiración y reconocimiento varias personalidades de la cultura colombiana, la prensa latina y norteamericana. Rafael Vega Bustamante crítico de arte y literato colombiano escribió en el periódico El Colombiano de Medellín en 1997 sobre la Orquesta Filarmónica de Medellín dirigida por Miguel Ángel Caballero: “La Sinfonía No. 1 de Dimitri Shostakovich es una composición generosa y eficaz para probar una orquesta y deleitar al público con amplia gama de colorido y, por supuesto para calibrar un director. La manera de vistosa expresión física que usa el maestro Caballero, está de acuerdo para todo lo que tiene esta sinfonía en música de vital colorido, lirismo y drama. Con excepción de la primera trompeta, a la cual le falló un punto para brillar, pues su papel es importantísimo desde que arranca la obra, todos los solos fueron de alta calidad (como) la chelista Berenice Hoyos con su bello y expresivo sonido”.

En el 2001 el Ministerio de Cultura de Colombia comentó en un boletín sobre la Orquesta Filarmónica de Medellín que bajo la dirección de Alberto Correa Cadavid está la alta calidad de Berenice Hoyos, una profesional dedicada, excelente profesor, primer chelista del departamento de Antioquia. La señora Hoyos ha sido invitada a participar en numerosos conciertos y presentaciones en Colombia y en los Estados Unidos.

En el año 2018, el canal Univisión realizó una entrevista a la músico Berenice Hoyos. La presentó como la historia de la maestra de música María dedicada a enseñar el chello a cientos de niños de esta región californiana. La entrevista resalta el método de la docente: la afinación, la atención y la disciplina son las claves para aprender un instrumento; todo niño puede llegar a tocar por la disciplina. En la entrevista María Berenice Hoyos dice “estoy ayudando a niños que hablan español a aprender el idioma de la música, un instrumento convierte los niños en sensibles con sus padres hermanos y amigos. Los padres deben apoyar a sus hijos para que sean perseverantes”. Univisión concluye que los alumnos de esta maestra de música ya han llegado a estar en grandes orquestas profesionales y uno de ellos, músico e intérprete, pretende un premio Grammy.

Imagen: Noelle Maki. "Cello". 2009

viernes, 25 de enero de 2019

Hacer historia del presente


La Historia social, entre los múltiples espacios analíticos que ha abierto, se tiene el más polémico llamado historia del presente o historia coetánea. El contenido apunta la señal hacia la política porque se trata de dar una versión del presente en la que es insoslayable los sesgos o aspiraciones del historiador investigador. La historia del presente no puede hacerse con la pretensión de imparcialidad o sin ningún asidero teórico. El historiador está obligado a recurrir al pasado para poder interpretar el presente. Y con esta actitud, el historiador, se diferencia del periodista que registra los hechos presentes en forma de crónica, tal vez bella, pero inocua. Invocar el pasado para investigar y escribir sobre el presente (hacer historia del presente) es estar en contacto con las corrientes, modelos, o los grandes relatos, para desde uno de ellos, interpretar los hechos del presente.

La historia del presente puede hacerse desde el liberalismo historicista, desde el marxismo determinista o desde las religiones hebraicas, budistas o de la América precolombina. Los hechos presentes se rastrean en los protagonistas o en quienes dan una versión de ellos (oralidad y escritura). El recurso obligado debe ser la memoria del hecho en relación con la motivación de la fuente-sujeto para remembrar este hecho y no otro. La motivación está ligada a la identidad cultural, al sentimiento nacional, a la memoria colectiva y a las aspiraciones futuras. Así se tiene que la historia del presente está en el centro del debate sobre el tiempo. Es la historia de un presente imposible de asirse; pero que puede ser explicado con el pasado y según las proyecciones futuras de la cultura de un pueblo. La inasibilidad del presente se palea con el concepto de contemporaneidad o la coetaneidad que hacen referencia al pasado inmediato y al futuro aspirado porque los actos del ser humano civilizado se inscriben en una proyección.

El historiador del presente está armado con un bagaje de inevitable contenido arqueológico: ¿qué es el ser humano, cuál es su paleontología, su devenir, desde cuando es ser humano, porque existe la historia y la prehistoria? Las respuestas a estas cuestiones potencian el análisis de los hechos presentes. De la misma manera el historiador del presente, tiene una serie de aspiraciones futuras: si tiene argumentos para sostener que el ser humano es un diseño inteligente, una criatura, dirige el análisis de los hechos presentes a querer ver en ellos el mantenimiento del estado originario, a considerarlos naturales y a señalar el peligro de desviación. O si sus argumentos están inscritos en considerar la indeterminación del ser humano, leerá en los hechos presentes, una manifestación de desarrollo dirigido o azaroso.

Las aspiraciones futuras tienen contexto. El historiador del presente montado sobre el imaginario liberal de los siglos XVIII y XIX, leerá en los testimonios de los hechos presentes un acercamiento o distanciamiento del Estado-nación: qué hace falta para adoptar la libertad del individuo y desterrar las trabas para la acumulación de riqueza; trabas instauradas por la intromisión de moralidades o éticas en el desarrollo de la economía. La naturaleza humana tiene una desigualdad originaria y el mundo y la historia deben garantizarla por ese sentido de la libertad. La historia demuestra fehacientemente que el progreso es hecho por los actos de los grandes hombres.

El historiador del presente que avizora en los hechos una manifestación de las leyes de la historia decide el acercamiento de la destrucción de las desigualdades y la opresión de las clases sociales poderosas sobre las clases trabajadoras. Tarde o temprano por efecto de la determinación y sujeción científica del devenir, se realizará una sociedad igualitaria, luego de la destrucción del Estado y sus aparatos ideológicos, instituciones que tienden a perpetuar la opresión de unos seres humanos sobre otros.

Las lecturas del presente adscritas a los mitos religiosos hebraicos, budistas o amerindios, conciben los hechos como purgatorio, o como el deber ser, merecimiento, destinación y acción de espíritus superiores directores de las fuerzas cósmicas que rigen la historia: por la tierra se pasa para llegar a otra dimensión, a otra vida u otro lugar habitado por el creador de todo lo existente.

El historiador del presente hoy, está obligado a tener estas condiciones para leer el acontecer y complejizarlo con las construcciones de las ciencias sociales. Pensar y teorizar el presente obliga a bajar de las alturas de la historia estructural cronológica tal como lo ha concluido el pensamiento social transdisciplinario, a la vivencia de los sujetos y los colectivos localizados, inmersos en las tradiciones con una identidad cultural, un sentimiento nacional, habitantes de una memoria colectiva. Por eso se reivindica la memoria como objeto de estudio; en ella se encuentra el complejo cultural, visible en la investigación de los hechos presentes. La fuente oral o escrita es memoria de alguien afectado por los sentimientos propios o colectivos. Un hecho inscrito en un acontecimiento será recordado u olvidado, es decir inscrito o no en la memoria, porque significa dentro de la identidad cultural. Los contenidos culturales tienen la tradición o la costumbre de nombrar o desconocer, lo significante y lo insignificante, porque el sentimiento nacional filtra o acepta. Ahí está la política con su ingrediente básico, el poder, para explicar los contenidos de la memoria.

La historia del presente se construye en la complejidad del tiempo pasado futuro, los idearios, las aspiraciones, las identidades culturales o las memorias individuales y colectivas. Esta complejidad involucra la acción del poder que crea, por fuerza o convicción las experiencias significativas. El acto de creación del poder, hace que la historia del presente contemple y explique cómo se construye el sujeto desde la educación, la familia, la escuela y los medios de comunicación. Sujeto que reproduce o destruye con actos de carácter simbólicos la identidad cultural, actos que se sabe conmueven porque significan.

Ejemplo. Un crimen de estado en el presente, es un hecho que debe inscribirse en el comportamiento de la sociedad. Quienes detentan el poder del Estado lo hacen porque juegan a la cultura de la nación que lo permite. Una cultura, con una génesis y devenir, que contempla el crimen como estrategia para mantener el orden social. El historiador del presente califica ese hecho como un crimen por su capacidad intelectual de sumergirse en la complejidad, y observa además las prácticas de ocultamiento desplegadas por el poder a través de los entes que construyen el sujeto, la escuela, la familia, y los medios de comunicación, quienes explican el hecho desde la razón de estado o la verdad oficial.

Imagen: Salvador Dalí. Enigma sin fin Óleo de 1938

viernes, 11 de enero de 2019

Experiencia cotidiana


Trajo el vigésimo siglo de nuestra era en el globo de la reflexión sobre la ciencia y sus consecuencias prácticas, la crítica radical del cientismo o del absolutismo del método de las ciencias físico matemáticas. Esa crítica le abrió la puerta a la cualidad como un ámbito tan pertinente como la cantidad para pensar y actuar sobre todos los contenidos humanos. Estos conceptos, la cantidad y la cualidad, señalan dos estrategias metodológicas para la ciencia contemporánea libre de absolutismos y decidida a combinar los dos conceptos con una actitud complementaria. Por este ambiente epistemológico se reconoce un estatuto científico de las disciplinas llamadas humanas o sociales y su decidida analítica cualitativa. El fruto más visible de esta disposición anímica se halla en la microsociología histórica o viceversa, la microhistoria sociológica, con sus variaciones como las historias particulares, la vida cotidiana, la sociabilidad, la vida privada; variaciones que se fundamentan en una línea de pensamiento iniciada a finales del siglo XIX por Edmund Husserl y desarrollada como marca indeleble en el siglo XX con el nombre de fenomenología.

La Historia social, gran marco de la transdisciplinaridad, adalid de los métodos cualitativos, señala el lugar de la memoria como espacio en el que queda la huella de la vida material y la potencia de los actos del diario vivir. Los fenómenos de la tradición, la identidad cultural, las culturas particulares, lo colectivo, son lentes de acercamiento a las formas que permiten la vida relacional de los individuos y los grupos, asumida por lo que se ha llamado Historia de la vida cotidiana.

La Historia social complejiza la memoria y la convierte en objeto de estudio. La pregunta por la historia decanta los discursos sobre la memoria en un espacio cerebral adquirido recientemente por el animal humano y la llama memoria social para diferenciarla de la memoria específica genérica para todos los seres vivos. Por la memoria social se posibilita la historia y se dan los comportamientos relacionales, fenómenos devenidos en objeto de estudio del nivel micro en las ciencias sociales.

El concepto de vida cotidiana se convirtió en una posibilidad, desde que la historia como ciencia social señaló la historia universal como historia general de los grandes acontecimientos excepcionales e irrepetibles. El opuesto de la historia general es y lo ha sido la historia particular generadora de la microhistoria, ámbito de la vida cotidiana. Pensar, escribir e investigar los actor relacionales, las intimidades, la existencia en el presente, no es quedarse en la anécdota cómica de lo que pasa; es ubicarse en la historia de la vida cotidiana, que obliga a leer los actos de los individuos y los colectivos como signos del mundo simbólico que permite mantener y construir la sociabilidad.

Ir a la experiencia existencial de los sujetos y los grupos con el despliegue de métodos consecuentes como la observación participante, la convivencia in situ con las comunidades para el registro de la oralidad o la entrevista profunda, es lo que permite teorizar la experiencia sobre el folclore, el origen y mantenimiento de las fiestas, la génesis de los conflictos sociales y su expresión violenta, de resistencia o pacífica. Acercase a la forma como se construye la cultura popular y la vida en colectividad.

Estas prácticas de acercamiento a la existencia, subsumidas en la Historia de la vida cotidiana, no pueden presentarse en oposición o desprecio de las estructuras generales de la historia que permiten teorizar los grandes periodos. Ejemplo: la Modernidad tiene niveles de expresión general como el triunfo de la razón, el orden republicano democrático, la autonomía individual y nacional, la construcción del Estado – nación o la sociedad capitalista burguesa; pero estos genéricos son sostenidos por las experiencias individuales y colectivas con un más o menos acercamiento o ninguno. Por eso es posible observar comunidades y países que no han podido construir un orden republicano a pesar de tener sistemas educativos para modelar los sujetos. Y se puede observar a su vez naciones que han profundizado la modernidad después de crueles holocaustos. La Historia de la vida cotidiana no contradice la historia de las estructuras; es la opción de verlas operar en el sujeto y las comunidades. O permite observar la resistencia a la modernidad o la lucha por destruirla.

La Historia social, terreno posible de la Historia de la vida cotidiana, recoge la disposición sociológica a pensar lo microsocial de las décadas tempranas del siglo XX. Se le llamó a esta disposición etnometodología, con un diáfano basamento en el lenguaje. Por eso la Historia de la vida cotidiana se dirige a los signos del mundo simbólico, al lenguaje, los gestos, la expresión de los cuerpos, la elaboración de los objetos, contenidos de la cultura. Se reconoce que todo pasa por el lenguaje hasta el punto de proclamar al lenguaje como el creador del mundo humano: el nombrar crea el ser, el sujeto y la cultura.

Hacer historia de la vida cotidiana, es investigar el presente de los seres humanos ubicados localmente en un territorio. Es el presente que se decanta en la cotidianidad como memoria, al decir palabras, escucharlas o construir objetos. El poder decir o construir hace que lo cotidiano sea además un ejercicio político, porque se resiste o se sufre los dictados del orden social. Como ejemplo contemporáneo debe citarse el papel fundamental que juegan los medios de comunicación celosos de su predominio, al punto de controlar el monopolio de la opinión pública. La cotidianidad de los sujeto y colectivos está diseñada y se dirige a ocasionar conductas repentistas en las que opera la memoria inmediata o la exaltación de sentimientos viscerales.

Acercarse a los sujetos que viven lo cotidiano de forma inconsciente, obliga a tener presente estos niveles de reflexión construidos por la Historia Social, en la que se despliega los métodos cualitativos, para traer a la conciencia y poder comprender los actos de los seres humanos.

Imagen: Joan Miró “Mayo 68” Acrílico sobre tela 1973

miércoles, 26 de diciembre de 2018

Biósfera e historia. El agua de la tierra


Estas palabras se escriben con el nexo de una ecohistoria y motivadas por la observación directa o por imágenes mediáticas de océanos de basura, fauna que muere lentamente por la ingesta de residuos inorgánicos; todo tipo de utensilios de casa en desuso viajando de la quebrada al río y del río al mar. El aire de las ciudades irrespirable y la deforestación hecha por máquinas de una eficiencia aterradora.

El agua sobre el cuerpo o rauda sobre la tierra; agua en el espacio sublunar pendiente en la nube o decantada como lluvia; agua interior como líquido de sustento; agua inmensa oceánica límite de los continentes: verla, tocarla o ingerirla produce éxtasis. Ella siempre ha estado ahí al lado del ser humano y ha pasado inadvertida como objeto de estudio por su abrumadora presencia. Pero en esta modernidad posindustrial comandada por la tecnología, que aplica el proceder científico a la técnica, ha pasado a ser objeto de reflexión por recibir la excrecencia del consumo frenético. Si el agua limpia el cuerpo, se cree ingenuamente que puede limpiar nuestra casa-planeta y recibir todas las excretas del consumo en permanente aumento y sin control. Esta práctica social hace complemento con la deficiente educación generalizada. La basura-excrecencia va al agua y quienes lo practican están obnubilados por el espejismo del progreso y por una educación deshumanizada.

Ver hoy los océanos convertidos en basureros, ver los ríos grandes y menores llevar en sus corrientes los desechos de las ciudades y los ciudadanos; ver el aire saturado de las excretas de la combustión que hace la lluvia ácida; ver la vida amenazada, ha abierto en la reflexión sobre los contenidos humanos un lugar a las relaciones entre la sociedad y su entorno. Ese lugar abierto está asumido por la Historia Social, con el nombre de Ecología Humana. El objeto de estudio, ubicado como una epistemología relacional ser humano-cultura adaptativa, tiene antecedentes en los estudios sobre la agricultura, la geografía, la demografía, la economía y por supuesto en la política, porque desde ahí salen las decisiones reguladoras de la conducta y el comportamiento social. Desde que se pensaron las relaciones del ser vivo con su espacio se le dio apertura a la ecología, palabra acuñada a finales del siglo XIX, pero que indica la reflexión biológica, ya tratada por Aristóteles, retomada por los taxonomistas de finales del XVIII y sistematizadas en la segunda mitad del siglo XX.

Cuando una empresa o un individuo arrojan la basura-excrecencia a las aguas, lo hacen comandados por sus concepciones del mundo, el entorno, el ser humano y el tiempo. Concepciones adquiridas en el sistema educativo y en la proclama de los medios de comunicación. La modernidad posindustrial comandada por la tecnología, creó el individuo ególatra encerrado en su pequeñez, que se autoproteje y le hace a los demás y la tierra lo que él no quiere sufrir.

El consumo frenético va a la par con concebir la naturaleza inagotable o como hecha para hacer de ella depredación, porque ella ha sido donada desde la creación a los humanos. Esta concepción de la naturaleza es rastreable desde el mundo del civilizado temprano. El ser humano nómada, trashumante, consumía los recursos en el trajín del territorio de sus ancestros y permitía la recuperación, porque el ciclo de su recorrido y su pensamiento se fundían en la intelección del mundo. Humanidad y naturaleza estaban unidas en un todo inseparable.

La cultura del sedentario es quien sufre el agotamiento de los recursos y está obligado a pensarlo para superar la limitación. Así como la cultura posindustrial abre el espacio de reflexión para la ecología por la contaminación, se puede generalizar y decir que la cultura del sedentario abre un espacio para pensar la tierra y sus producciones, es decir hacer una historia agraria. Y en congruencia se conectan otros espacios epistémicos: historia geográfica, historia del clima, historia de la alimentación, historia de la estatura, historia del aire y el agua.

Es en la década de los setenta del siglo pasado cuando se afianzan los estudios de la Historia Ecológica dentro de la Historia Social y en ese entramado de la interdisciplinaridad de las ciencias sociales, para responderle a las posturas pesimistas sobre el desarrollo socioeconómico de corte apocalíptico. Se construye la perspectiva del Desarrollo Sostenible, la Ecología Humana, ambas montadas sobre el concepto de Medio Ambiente que establece una relación clara entre las ciencias humanas y físicas. Actitud de la cultura para señalarle caminos a la humanidad y seguir sosteniendo la esperanza de perpetuar la vida sobre el planeta. Se cumple con las razones de ser del papel de la ciencia: hacer historia para prever y planear el futuro.

Evitar la catástrofe de desertizar el planeta y hacer desaparecer la vida, está en la actitud obligada e insoslayable de la Economía Ambiental como espacio dentro de la ecología humana y la ecohistoria, para hacer regir las proyecciones futuras de la cultura por la sostenibilidad. Cultura hoy que consiste en hacer objetos de estudio el agua, la flora, los bosques, el aire; en genérico todo lo que contiene la biósfera.

La ecohistoria tiene una especificidad dentro de la historia social, pero sus hallazgos y construcciones irrigan todos los actos y las prácticas humanas de la contemporaneidad. No hay compartimentos estancos ni en las prácticas, ni en las teorías. La complejidad de los análisis se compagina con la complejidad del ser humano dividido en múltiples aspectos funcionales y a los que responden múltiples objetos de estudio. Esta situación no es anarquía, es complejidad y las decisiones sociopolíticas están obligadas a hacer un esfuerzo de síntesis para garantizar la permanencia de la vida. La política no puede seguir separada de los centros de reflexión, de las academias, de los estudiosos y de la educación humanística.

El ser humano tiene límites dados por los recursos para sostener la vida y la conciencia del límite crea un conflicto que debe resolverse no por la guerra y el consecuente exterminio de poblaciones, sino por la educación y la convicción. El aumento geométrico de la población es un problema que está retando las posibilidades humanas. La solución está en la atención que los centros de decisión sociopolítica pongan a las construcciones de las ciencias humanas, sociales y sus especialidades como la tratada aquí, la ecohistoria.

Imagen: Olivos de Van Gogh 1889