domingo, 19 de octubre de 2014

Los cortejos del diablo de Germán Espinosa


Súplica, magia y homeopatía
Por Guillermo Aguirre González
Demonios, hechiceros, brujos y bebedizos, son imaginarios que entraron en simbiosis en la América descubierta por España para Europa y al mismo tiempo Europa es descubierta por la cultura aborigen de América. Este encuentro enfrenta, inicialmente dos mentalidades, desde 1492. Pero en las primeras décadas del siglo XVII, 1630 aproximadamente, entra la mentalidad africana. Las tres visiones del mundo se atacan, se imponen, se reeditan, se mezclan y al final producen una nueva mentalidad, con elementos de los tres, pero diferente a cualquiera de sus componentes. La nueva cultura de origen triétnico, que tienen los hispanoamericanos como parte de ese todo americano, se ha construido en un proceso de larga duración. Por eso es posible verlo en ebullición en las diversas etapas a lo largo de sus quinientos años.

Los cortejos del diablo de Germán Espinosa, es una literatura anclada en los primeros cien años de existencia de Cartagena de Indias. Se relata un estado inédito de la fusión de lo negro, lo indio y lo europeo. Allí los cristianos son los prepotentes que creen en lo único y lo verdadero de su propia visión del mundo. Los otros simplemente ejercen su mentalidad.

El indígena tiene y aporta una religión natural atada a los elementos de la naturaleza y especialmente con un conocimiento milenario de la botánica, traducida en una medicina homeopática eficaz. El africano trae una mentalidad magicoreligiosa, atravesada por el baile, la percusión y una acción sobre los cuerpos por simpatía, contagio o emulación, que son las tres formas centrales de la magia, según La rama dorada de James Frazer. El cristiano español, aporta la superstición, por la que dota las cosas de presencias manejadas a voluntad por el suplicante y aporta ese otro elemento central del cristianismo, concebido como el enemigo: el demonio y lo demoníaco.

En los primeros cien años de Cartagena, Germán Espinosa, muestra el estado de la fusión. Es evidente la dominación del cristianismo. Con sus instituciones milenarias enfrenta a los africanos esclavizados y a los indígenas diezmados. Se lucha contra la abstracción, contra la mentalidad, contra la imaginación, expresados en iconos, palabras y bailes. El cristianismo resucita su enemigo periódicamente, según la fuerza y el avance logrado por sus contradictores. La persistencia de sectas o grupos paganos, el prestigio de lecturas no autorizadas de la biblia o de la literatura patrística, los cismas generales o locales, la persistencia de las religiones de los pueblos conquistados, son explicados como la resurrección de lo demoniaco, o expresiones del mal desatado. Por eso desde el año 965, la iglesia cristiana católica instituyó la Inquisición, dedicada a destruir por el tormento y la muerte, todas las doctrinas, sectas, grupos o sociedades, contrarias al dogma romano cristiano.

Los cortejos del diablo es una novela centrada en el año de 1642, momento en el que la Inquisición cartagenera ya tiene en su haber decenas de torturados y quemados en la hoguera por el delito de brujería o de judaísmo. El inquisidor Mañozca, personaje histórico, es recreado por Germán Espinosa con genialidad. En la mente y los actos de Mañozca, el novelista indica lo inocuo o imposible que es tratar de borrar una cultura por la fuerza. Las ideas, las convicciones, la tradición, las concepciones, que se expresan en una física corporal, es decir en unos actos o gestos, ni el tormento lo quitan. La obsesión de Mañozca por buscar y encontrar el enemigo de su cristianismo católico, lo lleva a pensar en él a todo momento. Sus pensamientos se especializan en la identificación del actuar de ese dios falso adorado por los africanos traídos a Cartagena, llamado Buziraco. Los pensamientos del inquisidor, se truecan con la realidad y vive una ficción poblada de brujas de risa estridente, que le acosan en el lecho, revolotean sobre su cabeza y pueblan la atmósfera de la ciudad centenaria.

Mañozca envejece, el cuerpo pierde las fuerzas. Una madrugada se siente volar. Cuando reacciona se ve llevado por un séquito de brujas hacia las nubes, para no regresar. Ha muerto el inquisidor y envés de transitar el camino pedregoso y lleno de espinas que le deben conducir al cielo, vuela con su enemigo hacia la atmósfera. Este final es simbólico, en extremo. El tormento de Luis Andrea, promotor del dios Buziraco, realizado por Mañozca, generó el efecto contrario. Expandió el culto y lo profundizó más en las mentes del pueblo. España perdió la guerra contra la mentalidad americana. La hibridación, magia – homeopatía – súplica, como cultura aplicada sobre la naturaleza y los seres humanos ha vencido y se mantiene.

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