miércoles, 1 de octubre de 2014

Novelas sobre la guerra. Vida y destino de Grossman

Filosofía con tableteo
Por Guillermo Aguirre González

Una tonelada de explosivos cae. Viene del fondo oscuro de la noche y hace temblar la tierra como en un terremoto. Los combatientes y los habitantes de Stalingrado no ven los aviones; pero saben que las bombas fueron arrojadas por un Junkers o un Messerschmitt con cruces negras alemanas. Los distinguen por el sonido de sus motores. Esas aeronaves tienen la identidad de la máquina porque son producto de una fórmula técnica. La defensa soviética de la ciudad sabe de eso y también distinguen el sonido de sus propios aviones.

Escuchar el sonido de la guerra es parte de las ocupaciones del mando del ejército rojo y de los habitantes sitiados. Se narra especialmente la vivencia de los habitantes de la casa G/I. Están allí algunos de los personajes más importantes de la novela y algunos mandos superiores. La situación es aterradora, pues tiene un ingrediente que estremece al lector y le hace preguntar: ¿Cómo es posible que seres humanos sean capaces de vivir una cotidianidad en medio de la atrocidad? Grossman lo narra porque también se estremece y profundiza en esa observación. Se puede deducir una sentencia sobre la condición humana: este es un ser de costumbres y puede acostumbrarse al dolor, a la sangre derramada, a vivir bajo el peligro inminente de muerte. Y en ese trance le puede pasar por el pensamiento la historia, la cultura, los amores presentes o dejados, la filosofía y puede reír y embriagarse.

Los habitantes de la casa G/I, salen a la calle y saben que es posible no retornar. La desaparición puede ocurrir en cualquier momento. Sháposhnikov busca vodka para poder dormir y dejar de escuchar el sonido terrible de la guerra. Shtrum y Chépizhin dialogan sobre la situación y ella los lleva a meterse en un plano filosófico. Ambos son investigadores en física. El estudio de las partículas les hace preguntar por la vida y el universo. Están armados con los vuelos que permite el materialismo. Invocan el materialismo y el empiriocriticismo de Lenin de manera indirecta, pero van al fondo del trabajo de la ciencia. Así como se puede identificar el tipo de avión por el sonido formulado de su motor, el trabajo del científico está en la producción de fórmulas y artefactos útiles para la revolución. Las fórmulas que no lleven una utilidad práctica para el poder del partido son empiriocriticistas y burguesas.

Chépizhin ve en eso, una censura y concibe el trabajo del científico, como una actividad libre que obedece más al juego de lo posible que a un interés político. El pensamiento científico, en las ciencias humanas o físicomatemáticas juega entre la inducción y la deducción y no puede confundir inducción con interés político o deducción con empirismo. El juego de las posibilidades no permite volcarse sobre un aspecto del pensamiento científico. Sólo el sujeto en libertad produce ciencia. Chépizhin parece asumir esta posición y cayó en desgracia con el partido y Shtrum temeroso del poder siempre obedeció. Muy cerca, escuchan los interlocutores, el tableteo de ametralladoras y una nueva bomba les mueve el piso. La vida es más misteriosa que diáfana y el pensar y descubrir sus partículas no hace daño a nadie, parecen concluir.

En la casa vecina, Vera no se resigna a la ausencia de su amado Víktorov. Fue enganchado en la aviación soviética a los 19 años. En los aviones de vuelo rasante le parecía verlo a través de la escotilla. Todos los días preparaba los platos favoritos de Víktorov y esperaba verlo entrar en casa en las tardes. Las explosiones y silbidos de los proyectiles le ponían un fondo trágico a sus amorosos pensamientos. Se había acostumbrado a ser ella y sus aspiraciones, con la guerra en la calle vecina. Soñaba con el sonido de la fórmula de un caza Yakovlev.

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