Botero. Campesinos 2002
Mayo diecinueve de 2016. Siete y treinta de la noche. El canal
caracol, en una nota suelta, sin el respaldo documental, como suele hacerlo,
cuando presentan encuestas, dijo que la empresa Galoup sostiene que el
expresidente senador, sigue en la favorabilidad de la opinión de los
colombianos.
Así como se presentó esa nota, de inmediato se piensa en la mala intención
del medio de comunicación; se piensa en el deseo de manipular la opinión del
televidente. El colombiano del común formado por los medios, no los cuestiona,
los toma como verdad de a puño. Si el canal Caracol dice que Álvaro Uribe es el
favorito de los colombianos, es verdad.
Con el papel cumplido por esta nota suelta en un horario de alta
sintonía, se evidencia la parcialidad del medio para defender, no a la persona
de Álvaro Uribe, sino lo que representa este ciudadano en la historia política
reciente del país. Un ciudadano personaje que conecta la historia reciente con
la historia de la república. Álvaro Uribe representa las intenciones de la oligarquía
colombiana de monopolizar el poder y la riqueza e impedir que grupos o partidos
que pretendan democratizar el poder y la riqueza, tengan algún protagonismo y
menos que sean gobierno.
La república nace en el alba del siglo diecinueve y desde ahí
comienza la exclusión de quien no perteneciese al pequeño grupo de poder. Ese
es el sentido y lo que indica la palabra oligarquía. Ese grupo de familias se
forma y se fortalece desde finales del siglo dieciocho, con el remate de
realengos, hecho por los bobones españoles en quiebra. Ese grupo además de ser
llamado oligarquía, por el análisis sociohistórico se identifica también como
una élite o como una burguesía en formación.
La primera manifestación de apropiación del poder republicano para
sí por parte de la élite, estuvo en la constitución de 1821. En ella se
establece como criterio para elegir y ser elegido el ser alfabeto y tener un
mínimo de pesos oro. Fueron requisitos que solo los cumplía la élite, la
oligarquía. La cuestión de la esclavitud, un hecho aplazado de 1810 hasta 1863,
puede decirse ser una segunda muestra de exclusión y reserva del poder.
La utilización de los artesanos, a quienes se les descarga la
responsabilidad de ser la base social para fundar el partido liberal, se
evidencia cuando en 1854 estos llevan al poder al general Melo y ensayan un gobirno
popular. Melo y los artesanos se utilizaron para desamortizar la tierra y
establecer la libertad económica. Luego de cumplir este papel Melo y la
República de los Artesanos fueron destruidos por la alianza liberoconservadora,
es decir por la alianza oligárquica.
En la segunda parte del siglo diecinueve se construye el proyecto
político bipartidista de la élite. Limaron las asperezas político ideológicas y
sobre el modelo económico, con cuatro guerras civiles (1860, 1875, 1885 y 1899)
en las que los campesinos y el pueblo atado al servilismo fueron la carne de
cañón.
El imaginario político de la élite oligárquica, no soportó, ni a
los liberales socializantes, ni a los obreros que recién asumían las ideas
comunistas en los comienzos del siglo veinte. El liberal socializante, Rafael Uribe
Uribe, fue asesinado en 1913; los obreros en huelga fueron masacrados en 1928. La
República Liberal de López Pumarejo, que adoptó medidas económicas necesarias
para la modernización del capitalismo, fue destruida por el conservatismo
fanático y fascista de Laureano Gómez. La esperanza populista que quiso
redistribuir la tierra y la riqueza y desplazar del poder a la oligarquía,
materializada en el ser político de Jorge Eliécer Gaitán, fue asesinada. Las
ideas del líder y el pueblo, desde 1948 fueron sometidos a un exterminio
sistemático: trescientos mil muertos se han contado de 1948 a 1963.
Es perceptible, en la historia republicana del poder en Colombia,
la táctica de división y enfrentamiento al interior de la élite oligárquica,
para luego unirse y destruir las fuerzas sociales que esa misma táctica generó.
Por ese medio fueron asesinados los artesanos de 1854, destruidos los liberales
radicales, los obreros socialistas de principios del siglo veinte y los
gaitanistas.
Esa táctica fue materializada por una actitud política de
desconocimiento de las instituciones republicanas. En los momentos de división,
se crearon órganos paraestatales para enfrentar el enemigo; luego liquidarlos después
de haber cumplido el papel del ejercicio de la violencia privada. La organización
y sostenimiento de fuerzas para estatales ha sido una constante. En el siglo
veinte la historiografía habla de chusmeros, pájaros, chulavitas, bandoleros y
desde 1985 circula el nombre de paramilitares, bajo el renombre de autodefensas.
Los intentos de modernizar la sociedad y la economía capitalista,
en la primera parte del siglo veinte se frustró y las fuerza sociales
esperanzadas debieron alzarse en armas contra el Frente Nacional de 1958, es
decir contra ese viejo ejercicio de la elite oligárquica. Este Frente Nacional fue
plenamente consciente de la necesidad de monopolizar el poder en la élite; a su
reglamentación se le puso el nombre de “milimetría política”, figura que
garantizaba la repartición del poder entre liberales y conservadores de todos
los puestos públicos: uno para ti otro para mí. Esa exclusión de los que
pensaban distinto, no dejó más opción que el alzarse en armas. Y así se hizo. Desde
1963 aparece el fenómeno guerrillero de inspiración comunista, y la historia
política de Colombia entró en un periodo claro y diferente a los demás en la
vida republicana.
En la época posfrentenacional termina la dicotomía política entre
liberales y conservadores. Dese 1974 la política colombiana se plantea una
nueva, entre élite oligárquica y movimientos de oposición, entre los que se
cuenta la izquierda pacífica, la armada y los populismos armados. La
tradicional estrategia de unión de la élite y la organización de grupos paraestatales
con la tarea de exterminar la amenaza a su hegemonía política, asumió un ingrediente
que entró en escena internacional a partir de los años setenta del siglo
veinte. Ese ingrediente fue el narcotráfico. La élite oligárquica le dio una
nueva tarea al paraestatalismo: apoyarse en el narcotráfico para financiar un ejército
paralelo y exterminar la oposición, para impedir que esta utilice la legalidad
institucional y tener que compartir el poder.
El narcotráfico se metió en toda la sociedad colombiana y se
utilizaron los cuantiosos recursos para profundizar la guerra entre varios ejércitos
que de acuerdo a la coyuntura intercambiaron combatientes. El paramilitarismo
tomó la forma de Autodefensas con la reivindicación política de refundar la
república para crear un país sin guerrillas. En este cometido desplazó y
masacró campesinos por ser supuestos guerrilleros vestidos de civil; y se
apropió de más de dos millones de hectáreas de tierra pertenecientes a los
desplazados.
La guerrilla comunista utilizó el recurso económico del narcotráfico
para expandirse y convertirse en una empresa que pagaba a sus combatientes el
servicio militar. Esta práctica la llevó al mercenarismo y a relegar sus aspiraciones
políticas. La guerrilla populista muy temprano en la época posfrentenacional,
aceptó una amnistía y se desmovilizó, se convirtió en un movimiento político y
se enroló en la lucha burocrática.
Guerrilla y autodefensas enfrentadas, fortalecidas por los recursos
del narcotráfico caracterizaron la historia política resiente de Colombia. Desde
1988 las autodefensas, apoyadas por la institucionalidad de la élite
oligárquica, comenzó el proceso de materializar el proyecto de la república
refundada, la república sin oposición socialista o comunista. Los intentos de
la izquierda, armada o no, de pasar al plano de la lucha electoral legal
permitida por las aperturas democráticas, fueron truncados y los militantes
cayeron asesinados. En esta confrontación en la república se levantaron voces
que clamaron por la recuperación y vigencia de las instituciones; pero la
radicalidad de las posiciones metió al país en una violencia sevicia.
Las voces que clamaron por la vigencia de las
instituciones, fueron desatendidas porque ellas llamaban a permitir la
posibilidad de que la oposición (guerrilla e izquierda pacífica) fuese gobierno.
Y esta posibilidad para la elite oligárquica ha estado cerrada desde el origen
de la república. El ejercicio de la política en los últimos treinta años ha
estado decantado por estas fuerzas. Los políticos de profesión se han tenido
que plegar a estos poderes paraestatales para hacerse elegir. Dentro de los destacados
está el personaje ciudadano que originó estas notas. Nucleó todas las fuerzas
que luchaban contra la oposición, armada o no, y que garantizaran la
sostenibilidad del poder tradicional de las élites oligárquicas. Álvaro Uribe
Vélez creció y se educó dentro de la lógica del capitalismo acumulativo, cuyo
cometido es el hacer los ricos cada vez más ricos y a los pobres más pobres. Fue
elegido por la élite para velar por sus intereses y ésta hace que el pueblo lo
elija las veces necesarias. Para eso el poder del puñado de familias que tiene
la riqueza en Colombia, dueñas de los medios de comunicación, de la tierra, del
equipamiento industrial, está ahí tras él. Si el canal Caracol dice que Álvaro
Uribe es el favorito de los colombianos, los ciudadanos educados por los medios
dicen “esa es la verdad”.