sábado, 21 de mayo de 2016

El favorito de los colombianos

Botero. Campesinos 2002
Mayo diecinueve de 2016. Siete y treinta de la noche. El canal caracol, en una nota suelta, sin el respaldo documental, como suele hacerlo, cuando presentan encuestas, dijo que la empresa Galoup sostiene que el expresidente senador, sigue en la favorabilidad de la opinión de los colombianos.

Así como se presentó esa nota, de inmediato se piensa en la mala intención del medio de comunicación; se piensa en el deseo de manipular la opinión del televidente. El colombiano del común formado por los medios, no los cuestiona, los toma como verdad de a puño. Si el canal Caracol dice que Álvaro Uribe es el favorito de los colombianos, es verdad.
Con el papel cumplido por esta nota suelta en un horario de alta sintonía, se evidencia la parcialidad del medio para defender, no a la persona de Álvaro Uribe, sino lo que representa este ciudadano en la historia política reciente del país. Un ciudadano personaje que conecta la historia reciente con la historia de la república. Álvaro Uribe representa las intenciones de la oligarquía colombiana de monopolizar el poder y la riqueza e impedir que grupos o partidos que pretendan democratizar el poder y la riqueza, tengan algún protagonismo y menos que sean gobierno.

La república nace en el alba del siglo diecinueve y desde ahí comienza la exclusión de quien no perteneciese al pequeño grupo de poder. Ese es el sentido y lo que indica la palabra oligarquía. Ese grupo de familias se forma y se fortalece desde finales del siglo dieciocho, con el remate de realengos, hecho por los bobones españoles en quiebra. Ese grupo además de ser llamado oligarquía, por el análisis sociohistórico se identifica también como una élite o como una burguesía en formación.

La primera manifestación de apropiación del poder republicano para sí por parte de la élite, estuvo en la constitución de 1821. En ella se establece como criterio para elegir y ser elegido el ser alfabeto y tener un mínimo de pesos oro. Fueron requisitos que solo los cumplía la élite, la oligarquía. La cuestión de la esclavitud, un hecho aplazado de 1810 hasta 1863, puede decirse ser una segunda muestra de exclusión y reserva del poder.

La utilización de los artesanos, a quienes se les descarga la responsabilidad de ser la base social para fundar el partido liberal, se evidencia cuando en 1854 estos llevan al poder al general Melo y ensayan un gobirno popular. Melo y los artesanos se utilizaron para desamortizar la tierra y establecer la libertad económica. Luego de cumplir este papel Melo y la República de los Artesanos fueron destruidos por la alianza liberoconservadora, es decir por la alianza oligárquica.


En la segunda parte del siglo diecinueve se construye el proyecto político bipartidista de la élite. Limaron las asperezas político ideológicas y sobre el modelo económico, con cuatro guerras civiles (1860, 1875, 1885 y 1899) en las que los campesinos y el pueblo atado al servilismo fueron la carne de cañón.

El imaginario político de la élite oligárquica, no soportó, ni a los liberales socializantes, ni a los obreros que recién asumían las ideas comunistas en los comienzos del siglo veinte. El liberal socializante, Rafael Uribe Uribe, fue asesinado en 1913; los obreros en huelga fueron masacrados en 1928. La República Liberal de López Pumarejo, que adoptó medidas económicas necesarias para la modernización del capitalismo, fue destruida por el conservatismo fanático y fascista de Laureano Gómez. La esperanza populista que quiso redistribuir la tierra y la riqueza y desplazar del poder a la oligarquía, materializada en el ser político de Jorge Eliécer Gaitán, fue asesinada. Las ideas del líder y el pueblo, desde 1948 fueron sometidos a un exterminio sistemático: trescientos mil muertos se han contado de 1948 a 1963.

Es perceptible, en la historia republicana del poder en Colombia, la táctica de división y enfrentamiento al interior de la élite oligárquica, para luego unirse y destruir las fuerzas sociales que esa misma táctica generó. Por ese medio fueron asesinados los artesanos de 1854, destruidos los liberales radicales, los obreros socialistas de principios del siglo veinte y los gaitanistas.

Esa táctica fue materializada por una actitud política de desconocimiento de las instituciones republicanas. En los momentos de división, se crearon órganos paraestatales para enfrentar el enemigo; luego liquidarlos después de haber cumplido el papel del ejercicio de la violencia privada. La organización y sostenimiento de fuerzas para estatales ha sido una constante. En el siglo veinte la historiografía habla de chusmeros, pájaros, chulavitas, bandoleros y desde 1985 circula el nombre de paramilitares, bajo el renombre de autodefensas.

Los intentos de modernizar la sociedad y la economía capitalista, en la primera parte del siglo veinte se frustró y las fuerza sociales esperanzadas debieron alzarse en armas contra el Frente Nacional de 1958, es decir contra ese viejo ejercicio de la elite oligárquica. Este Frente Nacional fue plenamente consciente de la necesidad de monopolizar el poder en la élite; a su reglamentación se le puso el nombre de “milimetría política”, figura que garantizaba la repartición del poder entre liberales y conservadores de todos los puestos públicos: uno para ti otro para mí. Esa exclusión de los que pensaban distinto, no dejó más opción que el alzarse en armas. Y así se hizo. Desde 1963 aparece el fenómeno guerrillero de inspiración comunista, y la historia política de Colombia entró en un periodo claro y diferente a los demás en la vida republicana.

En la época posfrentenacional termina la dicotomía política entre liberales y conservadores. Dese 1974 la política colombiana se plantea una nueva, entre élite oligárquica y movimientos de oposición, entre los que se cuenta la izquierda pacífica, la armada y los populismos armados. La tradicional estrategia de unión de la élite y la organización de grupos paraestatales con la tarea de exterminar la amenaza a su hegemonía política, asumió un ingrediente que entró en escena internacional a partir de los años setenta del siglo veinte. Ese ingrediente fue el narcotráfico. La élite oligárquica le dio una nueva tarea al paraestatalismo: apoyarse en el narcotráfico para financiar un ejército paralelo y exterminar la oposición, para impedir que esta utilice la legalidad institucional y tener que compartir el poder.

El narcotráfico se metió en toda la sociedad colombiana y se utilizaron los cuantiosos recursos para profundizar la guerra entre varios ejércitos que de acuerdo a la coyuntura intercambiaron combatientes. El paramilitarismo tomó la forma de Autodefensas con la reivindicación política de refundar la república para crear un país sin guerrillas. En este cometido desplazó y masacró campesinos por ser supuestos guerrilleros vestidos de civil; y se apropió de más de dos millones de hectáreas de tierra pertenecientes a los desplazados.

La guerrilla comunista utilizó el recurso económico del narcotráfico para expandirse y convertirse en una empresa que pagaba a sus combatientes el servicio militar. Esta práctica la llevó al mercenarismo y a relegar sus aspiraciones políticas. La guerrilla populista muy temprano en la época posfrentenacional, aceptó una amnistía y se desmovilizó, se convirtió en un movimiento político y se enroló en la lucha burocrática.

Guerrilla y autodefensas enfrentadas, fortalecidas por los recursos del narcotráfico caracterizaron la historia política resiente de Colombia. Desde 1988 las autodefensas, apoyadas por la institucionalidad de la élite oligárquica, comenzó el proceso de materializar el proyecto de la república refundada, la república sin oposición socialista o comunista. Los intentos de la izquierda, armada o no, de pasar al plano de la lucha electoral legal permitida por las aperturas democráticas, fueron truncados y los militantes cayeron asesinados. En esta confrontación en la república se levantaron voces que clamaron por la recuperación y vigencia de las instituciones; pero la radicalidad de las posiciones metió al país en una violencia sevicia.

Las voces que clamaron por la vigencia de las instituciones, fueron desatendidas porque ellas llamaban a permitir la posibilidad de que la oposición (guerrilla e izquierda pacífica) fuese gobierno. Y esta posibilidad para la elite oligárquica ha estado cerrada desde el origen de la república. El ejercicio de la política en los últimos treinta años ha estado decantado por estas fuerzas. Los políticos de profesión se han tenido que plegar a estos poderes paraestatales para hacerse elegir. Dentro de los destacados está el personaje ciudadano que originó estas notas. Nucleó todas las fuerzas que luchaban contra la oposición, armada o no, y que garantizaran la sostenibilidad del poder tradicional de las élites oligárquicas. Álvaro Uribe Vélez creció y se educó dentro de la lógica del capitalismo acumulativo, cuyo cometido es el hacer los ricos cada vez más ricos y a los pobres más pobres. Fue elegido por la élite para velar por sus intereses y ésta hace que el pueblo lo elija las veces necesarias. Para eso el poder del puñado de familias que tiene la riqueza en Colombia, dueñas de los medios de comunicación, de la tierra, del equipamiento industrial, está ahí tras él. Si el canal Caracol dice que Álvaro Uribe es el favorito de los colombianos, los ciudadanos educados por los medios dicen “esa es la verdad”.

domingo, 15 de mayo de 2016

Encendieron una fogata, bailaron en redondel y le aullaron a la luna.


Tres gracias. Óleo de Svetlana Lazar. España 2011
No dejaron entrar a Nacho a la convención del partido rojo por su barba frondosa y el pelo largo. Pero fue más un pretexto. Los jefes sabían que traía una propuesta para que se apoyara la aspiración presidencial del General. Nacho, un costeño lenguaraz, invocaba en sus discursos las barbas de los revolucionarios cubanos y enfatizaba sobre la necesidad de la revolución social urgente para el país. No lo dejaron entrar a la convención. Ese hecho le abrió los micrófonos de la radio y su voz copó casi todo el espectro. Acusó al partido rojo de ser dirigido por una aristocracia caduca y llamó a sus adeptos y militantes para que apoyaran la Alianza del General. Todos los que deseaban quitarle el poder a la aristocracia de rojos y azules, estaban con la Alianza, proclamó. Y ocurrió así.

Nacho, criado por los rojos, se dejó seducir por la Alianza, se metió de lleno y quiso llevarse a sus viejos copartidarios. Su prestigio lo llevó a muchas partes del país. Así lo conoció Flora. Llegó un viernes de octubre al parque principal de la ciudad. Acompañaba a uno de los curas revolucionarios que intentaban fundir el cristianismo con la filosofía marxista. Flora vibraba con todo lo novedoso. Ese hombre barbado y ese cura que predicaban contra el gobierno y la oligarquía, le erizaban la piel, así como le ocurrió dos años atrás, cuando vio los Beatles por el televisor, regalo del papá a ella y sus hermanos. Esos muchachos de su misma edad, con cabellos largos, tocaban una música eléctrica que se metía en el cuerpo; Flora los sentía como amigos conocidos de una vez para siempre. Todo lo que fuera contra la costumbre lo tomaba. Se creó un ser inédito, escandaloso y visible en la ciudad.

A los dieciséis años se metió en el taller de Sergio, su papá, y se quedó, a pesar de las rabietas de ambos padres. Aprendió mecánica automotriz a fuerza de ver las manos de su padre y de los ayudantes, Chepe y Beto, metidas en los engranajes. Los ayudantes eran un poco mayores que ella. Sacaban los autos, depositados para reparación, a pasear por la ciudad. Muchas veces llevaban a Flora y los tres se turnaban en la cabrilla. La juventud los hizo inseparables y los metió a los bares, cantinas y heladerías. Se crearon un gusto musical híbrido con tangos, rocanrol y baladas románticas. De tanto verlos en la calle y ver a Flora vestida con un overol reparar los autos cuando les fallaba, la gente comenzó a llamarla la Mecánica. Flora se masculinizó, quería parecerse a Chepe o a Beto. Apareció un día en la casa con el pelo corto y enfrentó los reclamos de su madre Silvia. La madre vio en ella un ser tan decidido que terminó por aceptar sus excentricidades y tomarla como parte del destino propio.


El trío encontró en las marchas y manifestaciones de la Alianza un lugar para levantar la voz y gritarle a los demás ¡El pueblo unido jamás será vencido! Recorrieron las calles con paso presuroso, rítmico, fuerte, con banderas rojas, blancas y azules. Las veces que la policía disolvió las marchas, terminaron eufóricos y afónicos en una cantina cantando Tres amigos.

Las lluvias de octubre anegaron la ciudad. Flora entró a los diecinueve años. Salieron los tres a las seis de la tarde del taller, luego de esperar la salida de Sergio, para sacarle el Ford 63 que le había comprado por cuotas a un vecino.

Este corre, dijo Beto; no vuela gritaba Chepe por la ventanilla. Flora, influenciada por las voces aceleraba e hizo llorar los neumáticos. Pero la segunda vez que lo hizo, el auto se deslizó sobre el pavimento mojado y fue a chocarse contra un muro de ladrillo; el costado derecho se abolló completo. Sólo les pasó un susto; pero se llenaron de terror por tener que darle la noticia a Sergio. Se miraban enmudecidos; Beto se quedó en el asiento trasero con las manos en la cabeza. Chepe saltó fuera, recorría el auto sin parar. Flora, sentada al volante no quería moverse. Así pasaron un tiempo indeterminado. Flora reaccionó; puso en marcha el motor. Le funcionó. Hizo una mueca a Chepe para que abordara y sacó el auto de su adherencia estrecha con el muro. Aceleró y tomó rumbo a la zona de tolerancia de la ciudad vecina. Bebieron en un club de nombre La casa Yoli. Los dos amigos sentados en sillas bajas de sala, se sintieron extraños porque el licor no los embriagaba. Sobre la mesa pequeña que tenían en frente le habían puesto varías botellas. En silencio observaron a Flora hablar tomada de la mano de una mujer hermosa, vestida con una falda corta que dejaba ver la turgencia de sus piernas bien torneadas. Ambos sin decirlo pensaron en el contraste presentado en la penumbra de sala entre el overol de Flora y la minifalda de su compañía. Vieron salir a las dos mujeres de la casa. Beto y Chepe se dijeron lo inútil de seguir bebiendo. Estaban muy asustados por el daño del auto de Sergio y decidieron pagar el servicio y salir. Frente a la casa, al lado del auto, estaba Flora con la mujer, riendo mientras señalaba las abolladuras de las latas del auto de su padre. Vamos Flora –dijo Chepe- y con el movimiento de cabeza le indicó subirse al auto.

De regreso al taller Flora les puso en la mano a sus dos amigos una pasta. Les dijo –tomen muchachos, son meques, para que vuelen y hablen bueno, se siente como vivir con los dioses. Me las pasó Betty. Linda ella cierto?-

Guardaron el auto. Le hablaron al celador del taller en una lengua confusa, con palabras pronunciadas a medias. Le dijeron que al día siguiente hablarían con Sergio y explicarían el choque. El trio caminó bajo el frío de la primera hora de la madrugada. Había una llovizna suave revelada por las lámparas de neón y el brillo del pavimento. Entraron al parque principal de la ciudad por el sur y ganaron rápidamente la calle de la heladería Paysandú. Entraron y ocuparon una mesa con vista a la calle. Estaban sedientos. Les sirvieron media botella de aguardiente y les advirtieron que la heladería cerraba en diez minutos por la hora avanzada.

Flora buscó las jardineras del parque. Sentada en una silla de cemento le dijo a los dos –muchachos aquí me quedo, no voy a ir a la casa. No quiero ver a Sergio-. Chepe se sentó a su lado… Nosotros respondemos por todo Flora, tranquila, para que te vas a quedar por aquí sola –le dijo con una voz considerada-. Ella decidió quedarse, sacó de un bolsillo de su overol otras pastas y los tres las tomaron.

El sol les hirió los ojos enfermos por el alcohol y el químico. Abrazados, Flora entre los dos, sin dinero, con sed y hambre; decidieron sin decirlo volver al taller. Caminaron automáticos la calle larga que los llevaba al barrio donde trabajaban y vivían. Enfrentaron a Sergio. Él estaba observando su automóvil chocado, cuando entraron los tres. 

-Hasta aquí llegaste en este taller Flora. Te vas para la casa y buscá otro trabajo. Y ustedes dos saquen las herramientas y me dejan el carro como estaba. Sergio comprendió lo inútil de pasarse en agresiones verbales con los tres. Esperó paciente diez días el trabajo de reparación del su auto y al término, al verlo como estaba antes del choque, dijo –Chepe, Beto, vengan acá- Al tenerlos cerca y al alcance de sus brazos, continuo –Yo a ustedes los he tratado como hijos, además por la amistad que tienen con Flora; pero me han traicionado la confianza y tengo que decirles que se vallan, no vuelvan por acá. Porque ya me informaron que esto lo hacían con los demás carros que entraban aquí. Es decir les perdí la confianza. Adiós, ¡Desgraciados!-

Los dos jóvenes, enmudecidos salieron para sus casas. Los siguientes días los dedicaron a jugar fútbol con otros muchachos del barrio en una cancha, abierta a las patadas, a balonazos y a fuerza de presencia. El barrio estaba en la frontera de la ciudad. Lo limitaba un amplio territorio en el que nacían yerbajos de toda especie y en la parte plana central la presencia humana venció el “rastrojo”. Las gentes nombraban ese lugar como La manga de Pedro y el común decir de los muchachos era sencillo ¡vamos a jugar a La manga de Pedro! 

La manga propiciaba abrigos. Las adormideras altas, permitías que la batatilla las copara y se creara así unos refugios frescos. Bajo ellos se sentaban los espectadores de partidos importantes entre barrios. Algunas reces se dejaban allí. En las noches de los días de intenso sol, grupos de jóvenes, acostumbraban encender fogatas y cantar con la cara dirigida hacia la luna o las estrellas. Flora, Chepe y Beto acostumbraron quedarse más allá de media noche, fumaban marihuana, bebían alcohol impotable e ingerían pastas. La repetición de esa embriaguez, que les torcía el cuerpo, les daba un aspecto grotesco, los llevó a perder la poca cordura, y comenzaron a hacerlo a cualquier hora del día. Escandalizaron las gentes con una moralidad y vida religiosa inscrita indeleble en la conciencia, que les hacían ver el trio, los dos muchachos y la muchacha, como poseídos endemoniados. Sergio y Silvia, le dijeron a Flora ser un mal ejemplo para sus hermanos y un desprestigio para la familia. La llamaron a corregirse, a dejar los amigos, o a abandonar la casa.

Flora no paró. Dejó la alianza con sus dos amigos. Tomó como hábito la visita diaria a la heladería Paysandú. Encontró un grupo de mujeres que le admiraban las formas de su cuerpo, reveladas por los jean ceñidos. En esas rutinas conoció a Claudia Palacio dos años menor. Las dos intimaron de inmediato. El grupo les celebraba. Flora la sacó de casa y ambas se alojaron en la residencia Ana María Petate, una abogada con buena suerte para sacarle dinero a clientes y tribunales. A la hora de terminar el colegio se veía a Flora en el andén de enfrente de la puerta, esperar a Claudia. Luego pasaban la mayor parte de la tarde trajinando la ciudad y en las caminatas era inevitable para Flora, fumar marihuana. Al filo de las seis de la tarde entraban a la Paysandú, eufóricas y bebían cerveza a grandes sorbos, en espera de las otras amigas. Claudia no terminó el colegio, la fuerte influencia de Flora la absorbió, dejó la casa de los padres, dejó el estudio y entró en un mundo con el sabor de una balada de Los Ángeles Negros.

El dos de enero, luego de la fiesta de año nuevo, a las seis de la mañana, recibieron en la casa la visita de Seguridad y Control de la ciudad. Se presentó el agente Donaldo Palacio, exigió que le entregaran a su hija y que todos los presentes se consideraran detenidos. Ana María Petate no estaba. La detenida fue Flora, de inmediato funcionó el dolor y el desquite de la sangre filial de los Palacio contra Flora; la Mecánica terminó recluida en la cárcel de mujeres El Buen Pastor. Donaldo Palacio había rescatado su hija; pero lo ocurrido, informó a la ciudad sobre la vida de Claudia, de Flora, de la mala suerte de Donaldo y la tolerancia del dueño de la heladería Paysandú. Donaldo, jefe de Seguridad y Control, un órgano de seguridad municipal, creado y mantenido por los personajes políticos, se puso en la boca de todos. Los agentes, apadrinados por los directorios de los partidos, repitieron en los mentideros, los insultos de Donaldo contra Flora y Ana María Petate. Las cacorras le secuestraron la hija al jefe, decían. Pero los sentimientos estaban divididos en la ciudad. El rocanrol, las manifestaciones de la Alianza, las ropas corta de las mujeres, los curas revolucionarios, habían creado una tolerante aceptación de la sexualidad de Flora. Por eso Donaldo se metió en el insulto para vengar la salida de su hija Claudia de la casa del padre y la madre.

El seis de enero, el sol inclemente se metió en todas las cosas, hizo sudar los cuerpos en especial el de Ana María Petate. Después de un intenso trajín entre oficinas, sacó a Flora de la cárcel, luego de cuatro días. Alegó ante el juez la voluntad de Claudia para estar con Flora y el maltrato de Donaldo en casa. Claudia y Flora volvieron y las tres mujeres celebraron en la Paysandú con humos y bebedizos. Para profundizar el odio de Donaldo y los agentes de Seguridad y Control, las tres salieron de la heladería a exhibir la embriaguez por las calles del centro y el parque principal de la ciudad. Así llegaron a la casa de Flora a informar su libertad y terminaron en la manga de Pedro. Encendieron una fogata, bailaron en redondel y le aullaron a la luna.

La ciudad supo de Flora. Se convirtió en un ser visible. Habitó los extremos de la ciudad y se le veía con jíbaros y camajanes, con sibaritas y bacanes, caminar las calles y los abundantes charcos balnearios que dejaban las aguas descendientes de la cordillera. El cura Tiberio de la iglesia mayor se refería en los sermones del domingo, a la decadencia moral de los jóvenes que muestran su cuerpo vicioso y a la calle contigua a la iglesia tomada por bares y cantinas servidas por meseras de minifalda, como el fin del mundo. Pero la conciencia de las gentes atendía tanto a dios como a lo dicho en los mentideros. La calle contigua a la iglesia estaba en la propiedad del hombre más rico de la ciudad y esos discursos del cura lesionaban su bolsillo. Por eso en los mentideros se escuchó de los gustos de Tiberio por abrazar y tocar a los muchachos que se le acercaban para servirle en la iglesia o para confesarse. Alguien tenía un poder material más efectivo que el de la sotana y Seguridad y control.

A Donaldo solo le quedó perseguir a Flora. Ordenó a sus hombres detenerla las veces que la vieran sola y llevarla a los calabozos bajo los cargos de ser homosexual y drogadicta. La persecución generó en Silvia y Rogelio un sentimiento de solidaridad familiar. Se enfrentaron a Donaldo y rescataron todas las veces a la muchacha. Después del último rescate de los calabozos, llegaron padres e hija a casa, fue el momento para comprometer a Flora en moderar su estar en la vida y así ocurrió. Flora pasó más tiempo en la casa y en un colegio nocturno cercano terminó los estudios de bachillerato.

Una tarde de julio, llegaron Beto y Chepe en un auto a invitarla a unos tragos. Flora celebró el verlos con amplia sonrisa y les dijo –¡Eh! Aparecieron tres años después del choque; y ese también es para chocar- Apuntó el índice hacia el auto de ambos. Los tres rieron y volvieron a reír, hasta que Flora Abordó y salieron a toda velocidad de la ciudad. Llegaron a La casa Yoli. Bebieron y Flora celebró con un grito el volver a ver su amiga Betty. Se abrazaron, se besaron y tomando un pasillo de la casa se perdieron de la vista de Beto y Chepe.

Betty se convirtió en una amiga permanente y obsesiva; llamaba todos los días a manifestarle fidelidad hasta que mereció un regaño de Silvia. Flora comenzó a estar más tiempo en La casa Yoli que en la propia. Seis meses pasaron. En las fiestas de navidad llegó Alba a reclamarle a Betty el abandono y a amenazarla. Flora, menor que las dos, vio mucha violencia en los reclamos y decidió alejarse. Volvió al lado de su madre; la obsesión de Betty se materializó. Comenzó a llegar a la puerta de la casa de Flora para sacarla. Flora sabía que el lugar para estar tranquila era la manga de Pedro. Allí se les vio escaparse de las miradas de la gente y en especial de la persecución de Donaldo.

En la Semana Santa Flora estuvo al lado de Silvia y la acompañó a algunas procesiones en la parroquia del barrio, sin importarle las miradas acusadoras de las mujeres y los mayores. Silvia se extrañó que esa muchacha tan disoluta le presentara afán por asistir a la procesión del domingo de resurrección. Silvia no pensó más allá y la acompañó como lo había hechos las anteriores.

Finalizó marzo y la Semana Santa en domingo. Entró abril con el lunes y las ansiedades de Flora. Llamó sus amigos y en la tarde del martes, bajo una lluvia que les recordó el día del choque, salieron en el auto hacia La casa Yoli. Bebieron aguardiente. Los tres se extrañaron por la ausencia de Betty. La señora Yolanda, dueña de la casa, les dijo que hacía dos días no llegaba al trabajo. Pidieron la segunda botella bebieron, hablaron del taller, de los autos y de la empresa de mecánica automotriz de Beto y Chepe. En ese trance entraron a la casa Alba y Betty. Tenían aspecto belicoso; abandonaron el salón y volvieron para llevarse a Flora. Chepe la tomó de una mano y dijo que se quedara y lo logró. Alba y Betty salieron. Flora tranquila alzó la copa y los tres bebieron, hablaron de la época del taller, del choque, rieron y eufóricos hicieron sonar en el traganíqueles Tres amigos. Salieron a las diez de la noche de La casa Betty. Flora se despidió y quiso caminar hasta el bus que la llevaría a la casa. Los muchachos le advirtieron el peligro de salir sola de esa zona. Al fin la metieron en un taxi para que llegara sin problemas con su familia.

El miércoles Tres de abril Donaldo recibió por teléfono la noticia del hallazgo de dos cuerpos femeninos, atados con una cabuya por una de las manos, semi incinerados entre unos matorrales de la manga de Pedro. Se trasladó al lugar. Lo encontró lleno de curiosos. Ayudó al levantamiento de los cadáveres y al traslado a una funeraria por la inexistencia de una morgue en la ciudad. Donaldo sospechaba la identidad. Esperó a que alguien más lo hiciera y lo hizo una hermana de Betty, quien dijo al funerario – si esta es Betty y la otra debe ser Flora la amiga íntima de ella. Las dos vivían en La casa Yoli-.

En su oficina Donaldo se enteró de la identificación. Estiró el cuerpo y comenzó la redacción de un informe con las palabras duras de una sociedad que cobra venganza y de un padre al que la naturaleza de las cosas le da la razón. Escribió de la identificación de los cuerpos que correspondieron a dos mujeres de mediana estatura, llamadas Betty y Flora, reconocidas como íntimas amigas, amantes entre sí, licenciosas, homosexuales, drogadictas, acostumbraban salir de noche y volver a casa a los dos días. Flora, residente en esta ciudad tenía como profesión mecánica y varias entradas a la cárcel de mujeres. Donaldo concluyó el informe: “...dada la aberración sexual por el mismo sexo por parte de la mencionada Alba, lo mismo que las víctimas encontradas, el motivo para que se cometiera el crimen, pudo haber sido por cuestiones amorosas, que conllevaron a una discusión, la cual se pudo haber presentado entre las víctimas y la tal Alba, negra, apodada la cacorra, la cual terminó con la muerte de Flora y Betty. Se anota también, que para llevarse a cabo la comisión del delito, la citada Alba, pudo haberse asesorado de uno o más compinches de su misma calaña”.

jueves, 5 de mayo de 2016

Huella y esplendor del relámpago

 Zeus dueño del rayo-Anfora-470 antes de nuestra era. Museo del Louvre

Deshielo. Retiro del frío hacia el norte y hacia el sur. Y parece que el humano lo siguió. En el norte se fue tras el frío y luego de unos veinte mil años construyó un imaginario sobre su existencia y lo verbalizó y lo preservó en la memoria de las generaciones. Lo impresionante y asombroso está en la universalidad de ese imaginario, rastreado en la modernidad y nombrado como epopeya, mito o leyenda. Esa construcción se puede pensar como una actividad de la mente y el corazón de los humanos civilizados.

Una civilización que no aparece de golpe. Se construyó con la lentitud de múltiples ensayos y errores y con la posibilidad de almacenar en la memoria los hallazgos. La lingüística comparada y la semiología de las primeras décadas del siglo XX descubrieron elementos comunes en las leyendas y epopeyas de los pueblos del norte de Europa, el Cáucaso y la india. Llamaron esa tradición con el nombre de Indoeuropea. Rastrearon la existencia en el lenguaje de relatos referidos a un mismo héroe con hazañas parecidas. Los relatos analizados y rastreados desde la antigüedad en los libros más famosos (el Antiguo Testamento, el El Athatvaveda, el Bhagavad-gītā, la Iliada y la Odisea), revelaron una estructura referida a la práctica social de la sociedad sedentaria. La estructura se identifica en las tres funciones sociales del civilizado: el agricultor, el trascendente y el guerrero. Las gestas son efectuadas por héroes de cada una de las tres funciones o un solo héroe hace las tres o dos.

Es en la leyenda de los orígenes, los nombres de fundadores de la sociedad o sus creadores, son los que permitieron pensar en una estructura del relato común indoeuropea. Los nombres tienen una raíz semántica común. Pero este descubrimiento permite universalizar las tres funciones. En el tiempo de la sedentarización la humanidad, por la gravedad del comportamiento, por la forma de conseguir el alimento, por la facticidad del nuevo espacio para vivir y por la relación entre los cuerpos, se especializó en funciones, así como el cuerpo llegó a ser homo sapiens por haberse especializado en consumos y en la relación con el espacio. Con este criterio se puede afirmar que el grupo social que adopta una sede como lugar para vivir, produce en su interior tres funciones específicas correspondientes a tres clases compartimiento estanco, tres clases sociales: los que cultivan, los que se comunican con los dioses y los que portan las armas (agricultores, sacerdotes y gurreros).

La materia de esas relaciones sociales obligan la memoria, la imaginación a unos contenidos trinitarios de la cultura, en especial la verbalización y luego la escritura sobre el origen. Puede hacerse un esfuerzo de acercamiento a los grandes relatos para tratar de ver en ellos las tres funciones.

En Europa, tres héroes equivalentes, el Indra védico, el Bátraz escita y el Ares griego, transitan entre lo humano y lo divino, entre el cielo y la tierra. Se comportan como guerreros, otras veces como trabajadores de la tierra o de las artes. Indra tiene una provincia naturalista, tiene la tormenta con rayos y truenos; tiene también una provincia humana con sus batallas terrestres, personas y guerreros. Ares es guerrero especializado, cruel, sanguinario, dirige todas las guerras. Bátraz es un héroe de acero templado. Bajó del cielo para aniquilar gigantes y proteger el pueblo. Cometió tres pecados en la zona de cada función social: en la guerra, en la agricultura y en la sacralidad. 

Mata con sevicia. El padre de Bátraz es asesinado, por seducir la mujer de una familia, y el héroe cobra venganza con esa familia, ejecutora del crimen, dueña de múltiples rebaños, hombres y siembras; pero es una familia que no tiene sentido de la grandeza. La venganza se cobra con exceso. El guerrero mata los agricultores, porque no le importa, no cultiva.

Mata al pueblo trabajador. El pueblo heroico fue convocado por la familia agrícola criminal para ejecutar el asesinato del padre del héroe de acero. En asamblea se decide participar y ser responsables. Sufrieron el exterminio vengador.

Mata los genios y los espíritus. Sacerdotes jueces, apoyaron el asesinato y quieren enjuiciar el héroe por lo que está haciendo. Bátraz los declara culpables y sufren venganza. No todos; algunos escaparon, se quejaron ante dios por la conducta del héroe y dios decide eliminarlo. Le tiende una trampa y lo ataca por las rodillas, única parte del cuerpo de acero vulnerable.

En América, dos mitos de origen permiten ver en acción las tres funciones del civilizado. En el Popol Vuh se lee: en el principio había mar, cielo y los poderosos y los dominadores. Entonces vino la palabra. Los poderosos y los dominadores en la noche, celebraron consejo, se comprendieron y pensaron; se hicieron visibles y en el alba decidieron construir al ser humano. También construyeron a los Maestros Gigantes como Espíritus del Cielo para que produjeran la vida, los árboles, los bejucos, la existencia. Esos maestros se llamaron Maestro Gigante Relámpago; Huella del Relámpago y Esplendor del Relámpago. Los tres nombraron, para que nacieran, la tierra, las aguas, la germinación, la materia. Al nombrar la germinación construyeron el ser humano. Pero la obra no podía hablar y adorar a sus constructores, entonces hicieron consejo y construyeron un adorador que hablase. Se apoyaron hablando a un antiguo secreto, de la antigua ocultadora, augures llamados la Abuela del Día y la Abuela del Alba. Por decisión del consejo de los Maestros Giantes, espíritus del cielo, dijeron a esos augures “Haced pues que haya germinación, que haya alba, que seamos invocados, que seamos adorados, que seamos conmemorados, por el hombre construido, el hombre formado, el hombre maniquí, el hombre moldeado…” Al ser humano le fue dado por voluntad de los constructores el maíz, el tzité. Pero “…no tenían ni ingenio ni sabiduría, ningún recuerdo de sus Constructores, de sus Formadores; andaban, caminaban sin objeto. No se acordaban de los Espíritus del Cielo; por eso decayeron…” Entonces el Tallador de Rostros vino a arrancarles los ojos, la cabeza les fue cortada por el Murciélago de la Muerte, El Brujo-pavo les comió su carne, el Brujo-búho trituró sus huesos. Se oscureció la tierra y cayó una lluvia tenebrosa día y noche. Estos primero seres humanos quedaron reducidos a simios moradores de los árboles. Los cultivadores fueron destruidos, por los guerreros con anuencia de los maestros gigantes.

La tierra estaba oculta y un ser llamado Principal Guacamayo y sus dos hijos el sabio Pez-Tierra y Gigante de la Tierra, se enorgullecían y decían ser más grandes y estar por encima del ser humano construido. Decían ser la luz del sol y la luna, pero era solo la luz de sus piedras y metales preciosos. Entonces fueron vencidos por los de la Construcción para hacer luego la humanidad. La tarea la cumplieron El Maestro Mago Brujito, hijo del Antiguo Secreto y la Antigua Ocultadora y sus hijos Maestro Mono, Maestro Simio “…músicos, cantantes, tiradores de cerbatana, pintores, escultores, joyeros, orfebres…” El Maestro Mago Brujito y sus hijos invitaron al juego de pelota a los grupos vecinos, los vencieron y por el éxtasis del triunfo devolvió el color al mundo. Los llamados Procreadores, Engendradores, Constructores, Formadores, Dominadores poderosos del cielo, celebraron consejo y dijeron: he aquí el hijo del alba, el hombre, la humanidad. Y sin madre pusieron los primeros cuatro hombres: el primero Brujo del Envoltorio; el segundo Brujo Nocturno; el tercero Guarda-Botín; y el cuarto Brujo Lunar. Estos lo conocieron todo y lo vieron todo en un país excelente, con pirámides, cacao, maíz, bebidas… pero su conocimiento absoluto llevó a los constructores a tener celos. Esos hombres sin madre son rivales y por eso en consejo de los Espíritus del Cielo, Maestro Gigante Relámpago, Huella del Relámpago, Esplendor del Relámpago, Dominadores Poderosos del Cielo, Procreadores, Engendradores, Antiguo Secreto, Antigua Ocultadora, Constructora, Formadores, decidieron limitarlos, petrificaron su saber les infundieron el sueño y al despertar quedaron atados a sus mujeres: La de la Blanca Mansión del Mar, nombre de la mujer de Brujo del Envoltorio; La de la Mansión de los Bogavantes, nombre de la mujer de Brujo Nocturno; La de la Mansión de los Colibríes, nombre de la mujer de Guarda-Botín: La de la Mansión de los Guacamayos, nombre de la mujer de Brujo Lunar. Puede pensarse que la sabiduría de la clase artesana fue limitada por la función de la clase de los sacerdotes.

En un testimonio recogido a finales de siglo XVI sobre los incas se lee: Con Tici Viracocha Pachayachachie (dios hacedor del mundo), salió de la laguna del Collasuyo (vestido con túnica blanca, una corona de sacerdote y en la mano algo parecido a un breviario) y creó el cielo y la tierra y los hombres. Lo dejó todo a oscuras. La tierra fue habitada por esos primeros seres humanos obedientes a un señor. De ellos no se sabe nada. Con Tici Viracocha volvió a salir de la laguna. Fue a Tiaguanaco, en el mismo Collasuyo. Allí hizo el sol y el día y les trazó el curso, hizo la luna y las estrellas. La primera gente y su señor no le sirvieron a Con Tici Viracocha, la castigó y la convirtió en piedra; menos a dos hombres.

Luego Con Tici Viracocha, mandó a los dos hombres a revivir los seres de piedra. Una parte fue enviada al lugar donde nace el sol, para que lo poblasen y lo llamasen Antisuyo. La otra parte de los seres de piedra se revivieron y fueron enviados a espaldas del sol para que poblasen la tierra y la llamasen Condesuyo. Los dos hombres fueron enviados a derecha e izquierda a poblar la tierra y la llamasen Chinchasuyo y Coyasuyo. Hecho esto Con Tici Viracocha salió de Tiaguanaco, rumbo al Cuzco. En el camino una tribu belicosa llamada los Canas lo atacó, el dios se defendió haciendo que cayese fuego del cielo. Así los canas lo reconocieron como dios; pero Con Tici Viracocha debió apagar el fuego. Levantó su vara apagó el fuego y murió. Los Canas levantaron una guaca (ídolo) para adorarlo como creador del mundo y los hombres.

Otra divinidad, Alcaviza, rey del Cuzco sacó de una cueva Cuatro reyes con sus mujeres (Ayar Cache y Mama Guaco. Ayar Oche y Cura. Ayar Auca y Ragua Ocllo. Ayar Mango Capac y Mama Ocllo; Cuatro reyes con el saber de las artes, los cultivos, los ganados. Por orden del sol su padre común invadieron el Cuzco y sus tierras y crearon el Tawantisuyo (el reino de las cuatro partes del mundo). Muertos los cuatro reyes nació de su descendencia Lloque Yupanqui (nació con dientes, no quiso mamar y fue gran orador y mago) Lloque Yupanqui exterminó la descendencia de Alcaviza y generó la dinastía de los cuatro reyes: Maita Capac, Inca Roca Inca, Yaguar Guacuac, Inca Yupanqui. En el relato incaico las tres funciones son ejercidas en mescla por las tres clases.

La humanidad pobló el espacio sobre sus cabezas con seres réplicas de su propia existencia sobre la tierra. El ser material establecido en un territorio como sede de la vida, hizo ruptura con su pasado trashumante y creó la cultura del civilizado con base en tres funciones básicas. Esas funciones existían igual en la tierra como en el cielo. Los seres del cielo se manifestaban, se expresaban con el trueno, el rayo y la lluvia. La voz altitonante, el fuego y el diluvio, los hacía superiores al ser humano, pero igual en fisonomía. Por eso los héroes demiurgos transitaban entre los dos mundos para traer la guerra, los cereales, el saber sobre el fuego, dar y quitar la vida y juzgar los actos de la humanidad.

Este ensayo le debe mucho a:
Juan de Batanzos. Suma y narración de los Incas. Madrid 1880.
Popol Vuh o libro del consejo de los indios quichés. Traducción de la versión francesa por Miguel Ángel Asturias y J. M. González de Mendoza. Instituto Cultural Quetzalcoatl. Méjico.
Georges Dumézil. Escitas y Osetas. Mitología y sociedad. F.de C. E. Méjico 1989

domingo, 1 de mayo de 2016

Ciudad de tierra



Shambaylla. Ciudad de los sueños. Mario Rivero

Tiene una forma extraña porque fue construida por azar. Un camino de contacto entre la capital y una zona de producción agrícola, cruzó una hacienda de servicios autosuficientes. Se proveía de mieles, ganados, aperos, metales y servicios religiosos. Cosas que atrajeron a muchos para asentarse en esas tierras, a la vera del camino y de manera funcional. Pero ese azar no impidió que a esa forma extraña se le llamase ciudad y a los seres humanos allí asentados se les llamase civilizados. Existir de esa forma, tiene milenios de tiempo encima. Sobre la morfología ciudadana extraña, de la que hablo, existieron otras civilizaciones y civilizados. Hablaron otro idioma, tuvieron otras costumbres. Fueron otra cultura. De ella los que ocupan la ciudad extraña tienen poca memoria y cuando algo recuerdan, la desdeñan a pesar de descender de ella por una mezcla genética de hombres y mujeres de otras razas. Estar en civilización es estar en ciudad y es tener en la memoria profunda la guerra, la tierra y un dios. Ellas y él obligan. Esta forma extraña, con autos, trenes, fábricas y calles resultantes por un azar funcional, contiene una sociedad que educa a sus ciudadanos, así también de manera extraña. Los niños y jóvenes van a escuelas diseñadas para que produzcan negociantes de tierras, sacerdotes y militares.

En la ciudad, recién había comenzado un cambio. Los vehículos de transporte público dejaron de ser unos andamios de madera, decorados con dibujos ingeniosos de gran colorido, abiertos al aire y al paisaje; se transformaron en buses o grandes cajas de metal, cerrados. El afuera se dificultaba verlo a través de ventanillas con cristales. Por eso cuando Clara, Mincho, Max y yo, tomamos un vehículo rumbo a Santa Rosa, nos metimos en un bus y no en un camión de escalera como se llamaban los andamios de madera rodante. Los cuatro fuimos en vacaciones de fin de año, a visitar la hermana mayor de Mincho, recluida en un convento de esa ciudad llena de eclesiásticos y templos católicos. Teníamos los cuatro la misma edad y Sor Luisa, tenía cuatro más que nosotros. Ella se quejó con Mincho por haber llegado sin avisar y tuvo que improvisar el almuerzo. Al fin nos llevó a un comedor con mesa para seis; almorzamos. Sor Luisa observó con mucha atención a su hermano y al verle emplear mal los cubiertos, convirtió el almuerzo en una clase de maneras de mesa. Entendimos que la gente que se mete en la iglesia se vuelve formal; y luego de regreso, hablamos de como en nuestras casas solo había cuidado en los comedores, en fechas de cumpleaños y en las navidades.
Otro día de ese fin de año, Mincho nos invitó al lugar de trabajo de su padre. Tenía que llevarle unos zurrones, eran tres. Le ayudamos. Los zurrones son una bolsas de cuero, fuertes, con correas gruesas para transportarlas colgadas de los hombros, luego de llenarlas de tierra. Íbamos los cuatro, y por las miradas que nos dábamos todos, teníamos la mente en los zurrones. Queríamos ver lo más rápido posible, esos zurrones llenos y cumpliendo su función. Mincho nos guiaba fuera de la ciudad. Nos dijo que su papá estaba construyendo una casa de campo en la vereda La sabana. Comprendimos que el camino se alargaría y nos acomodamos los Zurrones vacíos. Bordeamos una corriente de agua que descendía por la montaña y dejaba, al meterse entre rocas, un murmullo delicioso, convertido en música para nuestros jóvenes corazones. Clara nos encabezaba en el camino; tenía unos pantalones estrechos y su cuerpo templado nos atraía continuamente la mirada.
Llegamos a las diez de la mañana. El padre de Mincho nos esperaba, dijo estar muy agradecido con nosotros por acompañar a su hijo. De inmediato nos recibió los zurrones y los entregó a tres hombres. Estos salieron presurosos y al término de diez minutos volvieron con ellos plenos de tierra amarilla. Repitieron el viaje varias veces, y acumularon en una depresión de forma redonda un montículo. Lo humedecieron y lo pisaron hasta tener un lodo moldeable. Al lado tenían una estructura de madera que sostenía contra el piso unas formaletas de tablones, dispuestas a recibir el lodo moldeable. Los hombres y el padre de Mincho depositaron toda la tierra dentro de los tablones y repitieron la operación muchas veces hasta que nosotros regresamos a la ciudad. Hicimos el mismo camino. Mincho nos dijo que ese era el trabajo de su papá. Le pagaban muy bien; pero ya se estaba acabando. Antes lo buscaban mucho, para eso. Él dice que los muros de ladrillo, lo están dejando sin trabajo.


Max dijo que su padre antes de trabajar en los buses, había trabajado, con los zurrones. Ahora –está sentado al volante de un bus hasta doce horas- afirmó halándose con suavidad la oreja derecha. Clara se dio cuenta que debía decir algo respecto a los trabajos de los padres. Dio un par de pasos adelante se volvió y de frente caminando para atrás nos dijo que el padre suyo también fue zurronero, pero luego lo engancharon en la fábrica textil y ahora trabaja ocho horas y se metió a estudiar, porque quiere ser bachiller. Yo les comenté del trabajo de mi papá. Les dije que él aprendió muy joven el oficio de carpintero; pero que luego lo vendió todo y compró un automóvil matriculado en una empresa de servicio público.

A mi papá le dicen tapiero, -dijo Mincho- porque eso que vimos allá en la vereda La Sabana, es la construcción de una casa de tapias. Esas paredes se arman así como vimos por trozos de tierra pisada hasta lograr una altura de hasta de nueve metros. Con ese trabajo papá consiguió ser propietario de casas en la ciudad, varias fincas en la vereda y presta plata a intereses. Con ese negocio de tierras, sostiene la familia, dice que dios le ha dado todo. Por eso convenció a Sor Luisa ser religiosa y le pagó a nuestro hermano mayor la carrera de militar. Él está en Bogotá en la escuela de cadetes. Pero papá está muy triste por los muros de ladrillo. Dice muchas veces -Esos muros son muy calientes y la gente que vive en casas de ladrillos y lozas de concreto como techo, van a tener mucho calor y se volverán irascibles y rabiosos-.

El día estaba aún lleno de sol; eran las cuatro de la tarde cuando llegamos a nuestras casas. Las cuadras y las calles que cruzamos nos dieron la imagen de una ciudad con un orden extraño. Las calles se truncaban y continuaban por otro lado. Unas amplias en el comienzo, estrechas en su otra mitad. Hicimos esa observación por la imagen de los zurrones y su utilidad. Observamos una ciudad de tierra pisada y la figura del padre de Mincho en todos los rincones. Sí era cierto el poder de esa familia. Ahora que escribo estas palabras recuerdo las veces de encuentro en la casa de Mincho de Sor Luisa, el cadete y el padre dueño de tierra. La ciudad de tierra, tenía su centro allí en esa familia. Pero esa ciudad dio paso a la ciudad de ladrillo y concreto, y continúa presidida por la guerra, el artesano constructor y el dios de Sor Luisa.