sábado, 21 de mayo de 2016

El favorito de los colombianos

Botero. Campesinos 2002
Mayo diecinueve de 2016. Siete y treinta de la noche. El canal caracol, en una nota suelta, sin el respaldo documental, como suele hacerlo, cuando presentan encuestas, dijo que la empresa Galoup sostiene que el expresidente senador, sigue en la favorabilidad de la opinión de los colombianos.

Así como se presentó esa nota, de inmediato se piensa en la mala intención del medio de comunicación; se piensa en el deseo de manipular la opinión del televidente. El colombiano del común formado por los medios, no los cuestiona, los toma como verdad de a puño. Si el canal Caracol dice que Álvaro Uribe es el favorito de los colombianos, es verdad.
Con el papel cumplido por esta nota suelta en un horario de alta sintonía, se evidencia la parcialidad del medio para defender, no a la persona de Álvaro Uribe, sino lo que representa este ciudadano en la historia política reciente del país. Un ciudadano personaje que conecta la historia reciente con la historia de la república. Álvaro Uribe representa las intenciones de la oligarquía colombiana de monopolizar el poder y la riqueza e impedir que grupos o partidos que pretendan democratizar el poder y la riqueza, tengan algún protagonismo y menos que sean gobierno.

La república nace en el alba del siglo diecinueve y desde ahí comienza la exclusión de quien no perteneciese al pequeño grupo de poder. Ese es el sentido y lo que indica la palabra oligarquía. Ese grupo de familias se forma y se fortalece desde finales del siglo dieciocho, con el remate de realengos, hecho por los bobones españoles en quiebra. Ese grupo además de ser llamado oligarquía, por el análisis sociohistórico se identifica también como una élite o como una burguesía en formación.

La primera manifestación de apropiación del poder republicano para sí por parte de la élite, estuvo en la constitución de 1821. En ella se establece como criterio para elegir y ser elegido el ser alfabeto y tener un mínimo de pesos oro. Fueron requisitos que solo los cumplía la élite, la oligarquía. La cuestión de la esclavitud, un hecho aplazado de 1810 hasta 1863, puede decirse ser una segunda muestra de exclusión y reserva del poder.

La utilización de los artesanos, a quienes se les descarga la responsabilidad de ser la base social para fundar el partido liberal, se evidencia cuando en 1854 estos llevan al poder al general Melo y ensayan un gobirno popular. Melo y los artesanos se utilizaron para desamortizar la tierra y establecer la libertad económica. Luego de cumplir este papel Melo y la República de los Artesanos fueron destruidos por la alianza liberoconservadora, es decir por la alianza oligárquica.


En la segunda parte del siglo diecinueve se construye el proyecto político bipartidista de la élite. Limaron las asperezas político ideológicas y sobre el modelo económico, con cuatro guerras civiles (1860, 1875, 1885 y 1899) en las que los campesinos y el pueblo atado al servilismo fueron la carne de cañón.

El imaginario político de la élite oligárquica, no soportó, ni a los liberales socializantes, ni a los obreros que recién asumían las ideas comunistas en los comienzos del siglo veinte. El liberal socializante, Rafael Uribe Uribe, fue asesinado en 1913; los obreros en huelga fueron masacrados en 1928. La República Liberal de López Pumarejo, que adoptó medidas económicas necesarias para la modernización del capitalismo, fue destruida por el conservatismo fanático y fascista de Laureano Gómez. La esperanza populista que quiso redistribuir la tierra y la riqueza y desplazar del poder a la oligarquía, materializada en el ser político de Jorge Eliécer Gaitán, fue asesinada. Las ideas del líder y el pueblo, desde 1948 fueron sometidos a un exterminio sistemático: trescientos mil muertos se han contado de 1948 a 1963.

Es perceptible, en la historia republicana del poder en Colombia, la táctica de división y enfrentamiento al interior de la élite oligárquica, para luego unirse y destruir las fuerzas sociales que esa misma táctica generó. Por ese medio fueron asesinados los artesanos de 1854, destruidos los liberales radicales, los obreros socialistas de principios del siglo veinte y los gaitanistas.

Esa táctica fue materializada por una actitud política de desconocimiento de las instituciones republicanas. En los momentos de división, se crearon órganos paraestatales para enfrentar el enemigo; luego liquidarlos después de haber cumplido el papel del ejercicio de la violencia privada. La organización y sostenimiento de fuerzas para estatales ha sido una constante. En el siglo veinte la historiografía habla de chusmeros, pájaros, chulavitas, bandoleros y desde 1985 circula el nombre de paramilitares, bajo el renombre de autodefensas.

Los intentos de modernizar la sociedad y la economía capitalista, en la primera parte del siglo veinte se frustró y las fuerza sociales esperanzadas debieron alzarse en armas contra el Frente Nacional de 1958, es decir contra ese viejo ejercicio de la elite oligárquica. Este Frente Nacional fue plenamente consciente de la necesidad de monopolizar el poder en la élite; a su reglamentación se le puso el nombre de “milimetría política”, figura que garantizaba la repartición del poder entre liberales y conservadores de todos los puestos públicos: uno para ti otro para mí. Esa exclusión de los que pensaban distinto, no dejó más opción que el alzarse en armas. Y así se hizo. Desde 1963 aparece el fenómeno guerrillero de inspiración comunista, y la historia política de Colombia entró en un periodo claro y diferente a los demás en la vida republicana.

En la época posfrentenacional termina la dicotomía política entre liberales y conservadores. Dese 1974 la política colombiana se plantea una nueva, entre élite oligárquica y movimientos de oposición, entre los que se cuenta la izquierda pacífica, la armada y los populismos armados. La tradicional estrategia de unión de la élite y la organización de grupos paraestatales con la tarea de exterminar la amenaza a su hegemonía política, asumió un ingrediente que entró en escena internacional a partir de los años setenta del siglo veinte. Ese ingrediente fue el narcotráfico. La élite oligárquica le dio una nueva tarea al paraestatalismo: apoyarse en el narcotráfico para financiar un ejército paralelo y exterminar la oposición, para impedir que esta utilice la legalidad institucional y tener que compartir el poder.

El narcotráfico se metió en toda la sociedad colombiana y se utilizaron los cuantiosos recursos para profundizar la guerra entre varios ejércitos que de acuerdo a la coyuntura intercambiaron combatientes. El paramilitarismo tomó la forma de Autodefensas con la reivindicación política de refundar la república para crear un país sin guerrillas. En este cometido desplazó y masacró campesinos por ser supuestos guerrilleros vestidos de civil; y se apropió de más de dos millones de hectáreas de tierra pertenecientes a los desplazados.

La guerrilla comunista utilizó el recurso económico del narcotráfico para expandirse y convertirse en una empresa que pagaba a sus combatientes el servicio militar. Esta práctica la llevó al mercenarismo y a relegar sus aspiraciones políticas. La guerrilla populista muy temprano en la época posfrentenacional, aceptó una amnistía y se desmovilizó, se convirtió en un movimiento político y se enroló en la lucha burocrática.

Guerrilla y autodefensas enfrentadas, fortalecidas por los recursos del narcotráfico caracterizaron la historia política resiente de Colombia. Desde 1988 las autodefensas, apoyadas por la institucionalidad de la élite oligárquica, comenzó el proceso de materializar el proyecto de la república refundada, la república sin oposición socialista o comunista. Los intentos de la izquierda, armada o no, de pasar al plano de la lucha electoral legal permitida por las aperturas democráticas, fueron truncados y los militantes cayeron asesinados. En esta confrontación en la república se levantaron voces que clamaron por la recuperación y vigencia de las instituciones; pero la radicalidad de las posiciones metió al país en una violencia sevicia.

Las voces que clamaron por la vigencia de las instituciones, fueron desatendidas porque ellas llamaban a permitir la posibilidad de que la oposición (guerrilla e izquierda pacífica) fuese gobierno. Y esta posibilidad para la elite oligárquica ha estado cerrada desde el origen de la república. El ejercicio de la política en los últimos treinta años ha estado decantado por estas fuerzas. Los políticos de profesión se han tenido que plegar a estos poderes paraestatales para hacerse elegir. Dentro de los destacados está el personaje ciudadano que originó estas notas. Nucleó todas las fuerzas que luchaban contra la oposición, armada o no, y que garantizaran la sostenibilidad del poder tradicional de las élites oligárquicas. Álvaro Uribe Vélez creció y se educó dentro de la lógica del capitalismo acumulativo, cuyo cometido es el hacer los ricos cada vez más ricos y a los pobres más pobres. Fue elegido por la élite para velar por sus intereses y ésta hace que el pueblo lo elija las veces necesarias. Para eso el poder del puñado de familias que tiene la riqueza en Colombia, dueñas de los medios de comunicación, de la tierra, del equipamiento industrial, está ahí tras él. Si el canal Caracol dice que Álvaro Uribe es el favorito de los colombianos, los ciudadanos educados por los medios dicen “esa es la verdad”.

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