miércoles, 12 de octubre de 2016

Derecho a raptar la belleza. Operación literaria


La literatura y el hablar son lo mismo para el autor de Mito y epopeya. Hablar es de humanos y el autor que aquí paso a comentar, se radicaliza y sostiene que la literatura es inherente al hablar. La afirmación se hace por el furor aupado por la narrativa posible del hablante, sobre hechos, sucesos y hazañas. El contenido del hablar es lo que ha pasado al sujeto o al colectivo y esta experiencia se transmite al otro, para originar la literatura. La abundancia interpretativa producida en el análisis de la literatura épica, con base en las tres funciones indoeuropeas, hace llevar la palabra literatura y la práctica que indica, a la época de construcción de la epopeya y más atrás.

Pero la percepción común que ha ganado aceptación, es pensar el origen de la literatura en el tiempo de escritura del mito y el paso de la oralidad a la grafía. Dice Barthes que la literatura es el mismo lenguaje del mito pero escrito. Antes, la voz involucraba todo el saber de la cultura. Después de la escritura, hablamos de literatura, como un hecho de la mano y se puede decir que ninguna escritura es inocente y por tanto, la literatura se vuelve revolucionaria, porque pone todo en cuestión. Ponderando, el furor de Dumézil aterriza en la sentencia de Barthes: la literatura comienza con la escritura del mito y esta práctica se llama epopeya. En este texto extraigo de Mito y epopeya de Dumézil una secuencia de ideas para mostrar la persistencia en la literatura de unos esquemas de base o como muchos otros dicen, una estructura regular.

El mito de los centauros se origina en los disfraces festivos o rituales. La imagen del hombre disfrazado es potenciada a un nivel de realidad y gana materialidad cuando es representado un hombre caballo. Este ejercicio que involucra la oralidad hace parte de la literatura. Esta es tan vieja como el ser humano que habla, dice Dumezil. En épocas antiguas hubo dos formas de literatura: la lírica y la narrativa. La narrativa se presentó en verso, en prosa o mixta y dio forma a lo que se define como epopeya. Dentro de la narrativa se puede separar, el cuento que luego se diferenciará de la novela.

La epopeya es rica en géneros literarios como lo es la historia o la novela. Puede preguntarse ¿la epopeya es mito o historia? Y se responde: es “mito sabiamente humanizado e incluso historizado que no deja lugar a los “hechos”, dice Dumezil. La epopeya a partir de hechos hace una elaboración y cubre esos hechos y los transforma, hasta el punto de borrar “vestigios identificables”.

La epopeya es una fuente para la historia, aunque en Roma ocurrió lo contrario. Los anales romanos se convirtieron en fuente para que Virgilio elaborara la Eneida, ejemplo de épica latina. Las epopeyas son narraciones en prosa o en verso de acontecimientos ocurridos en tiempos generalmente sin archivos. Son fragmentos traspuestos de mitologías y no son ficciones absolutas y tampoco historia. Es literatura hecha con referentes reales y materiales.

La oralidad ancestral y arcaica, el mito, es sistematizada, encuadrada según una correspondencia, a los códigos (morales y religiosos) sociales, por los poetas. En el caso del Mahabharata, es el acomodo de la tradición oral de la India arcaica a las necesidades de los brahmanes del siglo XVI antes de nuestra era.

La mitología y la teología vertidas por los poetas al lenguaje épico, llevan implícitas la conciencia y el ingenio de los eruditos, tanto poetas como filósofos. Los poetas o rapsodas del segundo milenio antes de nuestra era, estudiaron y logogizaron la oralidad anterior para hacer la épica; por eso en la épica no se reconoce el mito porque ha sido alterado.

Del mito se sacan temas y se hace una versión novelesca. Y la novela resultante vive su propia vida. El mito recibe de poetas, sicólogos y dramaturgos “amplificaciones que no tenía, que no se acoplaban a él”; en otras palabras, la épica recrea la información del mito, según las posibilidades de vuelo que permite el hecho mítico (se es verosímil con el mito).

Los poetas cantan los hechos de los dioses y los encarnan en los seres de las funciones humanas, en sacerdotes-reyes, guerreros y proveedores de la fecundidad humana-animal-vegetal. Los poetas hacen un ejercicio consciente, de la necesidad de la conversión del mito en un canto lleno de belleza, valores morales y éticos.

El canto debe relacionarse con esa afirmación que habla de ser la literatura tan vieja como el ser humano, relación necesaria porque el canto sobre los hechos y los seres humanos, vierte lo cotidiano al mundo de la memoria, en el que habita la estética, el éxtasis por la remembranza y la magnificación de la hazañas. Los cantos, los cuentos, la narración (la literatura) se ubican en un plano o atmósfera de seres divinos. Es tarea de los poetas cantores, darle trascendencia a lo humano y convertirlo en comportamientos ejemplares, éticos, morales, religiosos. La religión de la prehistoria, intuitiva, animista, se trueca en mito en el ser humano civilizado. Luego en el segundo milenio antes de nuestra era, el mito se escribe y se crea conscientemente la épica, para satisfacción del poder y los poderosos.

El inmenso poema épico, El Mahabharata, fue una operación literaria concebida y redactada así, con esas intenciones. Respondió a la necesidad de las dinastías, de buscar la genealogía de sus nombres y poder. También respondió a la necesidad de la muchedumbre ansiosa de un pasado glorioso. Este poema épico no responde a una necesidad histórica, al deseo intelectual de hacer historia, porque no se hace historia, se hace eso nuevo que resulta: la epopeya.

La composición de los textos es una especie de reciclaje (bricolaje) de tradiciones orales antiguas, arcaicas. No es posible determinar la veracidad de los personajes y los hechos, porque son memoria, transmitida por la palabra sujeta al olvido o adición, según los narradores en el tiempo. Pasa cuando se escribe. La memoria del escritor, y la ayuda que busca de otros, en un acto indagador, son ingredientes para la composición. La obra épica, así construida, tiene ficción, rasgos reales o datos históricos desvirtuados, acomodados a los intereses del escritor. Se puede afirmar: todo lo transmitido por la tradición, y luego llevado a la escritura, tiene referentes reales y por eso es verosímil, aunque la realidad sea también una construcción mediada por los sentidos y las determinaciones sociales. Los escritores, compositores, elites intelectuales, cumplen con la condición humana de representarse el pasado para luego cifrarlo en caracteres. Pero como la epopeya se nutre del mito y este da una versión del origen del ser humano y del universo, la epopeya tiene cosmogonías.

El caso romano muestra una distinción con respecto al hindú. La historia de Roma, es contada como la acción de seres humanos que se auxilian de los dioses. Los literatos romanos, a quienes se les llama historiadores, honran los hechos de la fundación de Roma. Para construir esa historia se ayudan de los anales de la ciudad, y de la ficción, para dirigir el relato hacia la satisfacción de sus intereses gloriosos o bélicos; o justificar el dominio y derecho de Roma al imperio universal. Entre los literatos que tomaron esta actitud se tienen Tito Livio, Ovidio, Plutarco, Floro, Propercio y Dionisio de Halicarnaso.

Dumezil señala, según su propuesta de la percepción de las funciones básicas en los “historiadores” romanos, una mezcla de ellas en sus obras. Ejemplo: a Rómulo lo ponen a asumir funciones religiosas y guerreras; le adjudican el origen de sus fuerzas a dones de Juno y Marte. Rómulo resulta ser un sacerdote-guerrero, quejoso de la falta de mujeres, cuando se establece en el Lacio. El historiador justifica el rapto perpetrado por Rómulo y sus hombres de las sabinas, mujeres de la sociedad agrícola, rica y prolífica. Sociedad de la tercera función. La toma del mito como fuente, en los autores romanos, hace que su obra sea una literatura épica, con las pretensiones de ser la historia de Roma.

Esta perspectiva de análisis de las epopeyas, puede considerarse, a su vez, análisis literario y permite entrar en las motivaciones de los escritores épicos. Ante el caso de la Eneida se dice: Virgilio obedeció a las necesidades del esplendor de Roma y a las necesidades del emperador. Satisfizo estas necesidades documentándose para producir y escribir, como poeta – artista, una obra con bases híbridas. Mezcló historia, arqueología y mitología, en una acción de plena conciencia.

La actitud del poeta cantor está regida por los contenidos y comportamientos humanos. Por eso el análisis literario, descubre y detecta en la epopeya, la lucha entre tres grupos identificados por su función social; o la lucha entre tres funciones ejercidas por grupos especializados. El análisis permite testificar la permanencia a través del tiempo de un esquema tripartito en la épica. La estructura se detecta, unas veces básica, otras simulada, otras enrarecida. Básica cuando se conserva desde los orígenes una sociedad completa, jurídica, guerrera, y rica (ganadera y agrícola).

El esquema de lucha entre las funciones para producir como resultado una sociedad completa, es la argumentación de la obra épica, entre ellas: la Ilíada, la Odisea, la Eneida; y la creada entre el siglo noveno y once de nuestra era, la escandinava Ynglingsaga, la novela artúrica, el Cid y la gesta de los héroes alemanes, ingleses y franceses.

El narrador, poeta o cantor, hace adherir los héroes a luchas en las que esgrimen su función, desarrollada en sentimientos y prácticas propias. A los héroes de la primera función se les hace expresar o esgrimir inspiración y encantamiento, magia, meditación, derecho y sacralidad. A los héroes de la segunda función, contrato y pleito, raptos y supremacía. A los de la tercera, la seducción de la riqueza, la belleza, la procreación, el amor, la sensualidad y fertilidad. Pero también la épica, le permite al narrador poeta crear héroes que asumen la soberanía y combinan en él todas las funciones. El soberano resultante es un guerrero – sacerdote, dueño de la tierra, los productos y los productores.

Aedos, poetas, rapsodas, filósofos, juglares, trovadores, bardos, cuando llevaron a la escritura el acerbo de sus memorias, hicieron una literatura con un fin: dotar conscientemente de un canto nacional a un pueblo. Y esta conciencia obligó a hacer investigación (ἱστορεῖν) y en el fondo encontraron el pasado mítico de sus pueblos, un pensamiento basado en el mundo de los sentidos, los olores, la visión, los sabores, el tacto, diríase un pensamiento sensorial. Ese mundo se piensa inmerso en una comprensión general del universo, desde ahí se conciben las partes. El dominio del universo le da al pensamiento la ilusión de poderlo entender.

Los héroes épicos en su saga, les ha sido dado por el poeta, un dominio exacto de su medio. Pleno conocimiento. Operan desde el macrocosmos, al microcosmos. En el macrocosmos, en el universo, las cosas y los fenómenos se relacionan de muchas formas: por eso es posible el escenario en el que el fuego está asociado a un hombre terrible, como el héroe narto, nacido de la espalda de su padre, con el atributo de tener un cuerpo de acero incandescente y fue necesario atender el parto con enfriamientos sucesivos. En sus luchas castrenses utiliza el rayo y las lluvias de fuego contra el enemigo.

Comentario construido con ayuda de los textos siguientes:

1. Dumézil, Georges. Mito y epopeya. T. I La ideología de las tres funciones en las epopeyas de los pueblos indoeuropeos.

2. Levi-Strauss, Claude. Mito y significado

3. Barthes, Roland. El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y la escritura.
Imagen: Picasso. El rapto de las sabinas

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