domingo, 19 de noviembre de 2017

Terrorismo de izquierda o derecha: comprender para no repetir



La boca llena con la palabra terrorista, de congresistas, del exprocurador Ordoñez, del expresidente Uribe, caracteriza el momento social colombiano. La voz llega desde los altos estrados de los poderes públicos e irriga los oídos de la gente común y sigue fundamentando el imaginario tradicional de la exclusión, el racismo, la primacía blanca, la homofobia, la misoginia y la actitud totalitaria. Buscan con ese nombre réditos políticos, sin importar el mundo histórico, contenido en el término. Decirle a alguien o a un grupo terrorista es desconocer el perenne recurso del poder, al terror, cada vez que la continuidad se amenaza. Y los mismos que se llenan la boca con la palabra terrorismo, tienen o han tenido el poder. Los oídos de la gente común tras la palabra terror, ve y siente una amenaza a su ser construido por la fuerza de la costumbre religiosa, excluyente de la diferencia.

El exprocurador señala en las redes sociales al Tribunal Especial para la Paz de terrorista, como un tribunal de la venganza, hecho para concederle todo al terrorismo. El expresidente acusa al historiador Mauricio Archila de ser un escritor de textos “calumniosos y apologistas del terrorismo”. El congresista José Obdulio Gaviria niega la existencia del conflicto social colombiano y quiere hacer ver una amenaza terrorista. La repetición de las palabras terror o terrorista para señalar las actitudes políticas opuestas se ha convertido en una estrategia política y oculta deliberadamente la génesis y devenir del término.

Se observa la ausencia de mesura, de sensatez, y en especial de comprensión. La comprensión, en el imago político de Hannah Arendt es la actitud política que habla bien del ejercicio de la política, esa parte de la cultura, transversal a todo lo humano y que toma cuerpo en lo público. La comprensión además de indicar actitud, es el método para saber leer los acontecimientos en su génesis y devenir y ponderarlos en el ámbito de lo que nos pasa.

La comprensión del holocausto judío y de quien lo ocasionó, el terrorismo del totalitarismo nazi-fascista, es la forma de impedir su repetición. En el caso colombiano, la comprensión del conflicto ocasionado por el totalitarismo de la violencia bipartidista y la guerrilla comunista, debe llevar a impedir la reaparición. Pero la utilización de la palabra terrorista para estigmatizar a quien esgrima la comprensión, de lo que nos ha pasado y pasa, es muestra de una actitud amiga de la continuidad del conflicto y el desangre económico social.

Incluye e indica la comprensión, un ser político custodio de lo público para velar por el bien común; proteger el habitante del país y el territorio. Y si ocurre un conflicto de raíces profundas, la misma comprensión se trueca en método de indagación sobre el origen y desarrollo, para solucionarlo. La violencia bipartidista y la guerrilla colombianas, agotaron o desplazaron la política, la sensatez, el diálogo o la comprensión, para solucionar las diferencias. Se optó por la guerra fratricida por más de medio siglo en la que los dos actores más visibles, utilizaron todos los medios de lucha, incluido el terror del crimen selectivo, el sicariato, el narcotráfico, la destrucción de pueblos y las masacres de campesinos o gentes comunes en las ciudades.

La palabra terrorista emitida desde los altos estrados de los poderes públicos colombianos, para señalar al nuevo partido político, producto del proceso de paz y a quienes apoyan la salida política del conflicto, está en filiación con el totalitarismo manifiesto abiertamente desde el estalinismo y el nazi-fascismo. Se cree poder vivir en una sociedad sin oposición porque se la extermina; y una sociedad sin deliberación o sin diálogo es el sometimiento a un solo punto de vista, camino del absolutismo, opción ya descartada y vencida por la democracia republicana.

El método del terror surca la historia de la civilización. Las ciudades primigenias se defendieron, destruyendo hasta los cimientos los poderes amenazantes. Grecia declaró bárbaros y dignos de exterminio y esclavización a todos los pueblos fuera de su cultura. Roma amplió incesante su dominio universal empleando la “Paz romana”, estrategia entendida como arrasar el territorio y matar a los insumisos. Los carolingios sometieron a los pueblos celtas del occidente europeo con la cruz y la espada, a la servidumbre. El despotismo absolutista enarboló el Estado como poder único en manos del monarca. Y luego la revolución francesa preludio de la república democrática, entra con el terror de la dictadura de Maximiliano Robespierre, apodado “el incorruptible”. El terror francés, montado para defender la república de sus enemigos monárquicos, terminó pasando por la máquina del doctor Guillotin a los hijos más esclarecidos de la revolución, incluido al mismo Robespierre gestor del terror.

El terror histórico, el francés, el nazi-fascista, el estalinista, el bipartidista-paramilitar, el guerrillero, obligan a comprenderlo, estudiarlo, establecer responsables, y rememorarlo, para evitar la repetición. La comprensión es una disposición política de clara raigambre humanista. El momento social colombiano exige entender que el terror y el terrorismo fue un recurso de los actores del conflicto. Todos se pueden acusar mutuamente de lo mismo. Se pueden llenar la boca con la palabra descalificadora; pero insistir en pronunciarla ubica a quien lo haga en una mentalidad utilitarista para sacar réditos políticos o para fundamentar el empecinarse en defender la exclusión, la tradición antiprogresista y la guerra.

La mujer y el hombre común colombianos tienen un comportamiento político que ha pasado del servilismo del siglo diecinueve al clientelismo del veinte y hoy es dirigido por los medios de comunicación y las redes sociales. Utilizar la palabra terrorista para influenciar la conducta política del elector es una irresponsabilidad histórica dirigida a generar actitudes viscerales que fácilmente se truecan en actos sanguinarios y tomar, por el efecto bumerán, el camino de la autodestrucción.

Imagen: Fernando Botero. Masacre de Mejor Esquina 1997

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