martes, 12 de diciembre de 2017

Historia y narrativa. Dos formas de la memoria


La confrontación política de la Colombia de hoy, por la desmovilización de la más grande guerrilla del país, mediante un acuerdo de paz, ha llevado a una reacción de todos los ciudadanos, organizados o no, ante el contenido de los acuerdos. En ellos el gobierno ha reconocido la desigualdad, la necesidad de redistribución de los recursos económicos y la ampliación de la democracia. Los acuerdos tienen un sustento teórico en la historiografía que se ha venido construyendo en las academias de historia, iniciadas en la década de los ochenta del siglo veinte. Las personas y los partidos contradictores de los acuerdos han señalado a la historiografía sobre la sociedad colombiana de ser una “narrativa de izquierda”, para deslegitimizar el pacto, recurrir a la ignorancia del ciudadano común y movilizarlo electoralmente en contra.

Luego de creados los programas de historia en varias universidades, allí se asume la Ciencia de la Historia con rigor y la versión sobre la sociedad colombiana en su devenir, es lo creíble y sancionado. Hablar de historia de izquierda o de derecha, de historia marxista o burguesa, es hacer afirmaciones inscritas en una época que se pueden fechar. Corresponden a periodos de confrontación generalizada y de división del campo intelectual por afinidades según la percepción de la disciplina.

El culto a la cientificidad en el siglo diecinueve, permitió a los pensadores o filósofos, proclamar y hacer una historia científica, circunscrita a la imagen de ciencia de su siglo. Desde esa centuria se levantó una historia que cabalgó hasta la del veinte y dividió el ejercicio de hacer historia en dos modos. Y esa manera de hacer, se ha mantenido hasta hoy y permite a quienes insisten en ese maniqueísmo, denunciar la existencia de una historia hecha desde la izquierda, aunque en medio de la confusión llamen a la historia con el nombre de narrativa.

Hoy hemos superado esa manera de estigmatizar la historia y el historiador con un ismo o marca de filiación. Fue común escuchar señalamientos descalificadores de la obra de investigadores como historia marxista o historia burguesa. Algo así, equivalente a lo ocurrido en el arte: se escuchó hasta el cansancio sentenciar una expresión artística como burguesa y decadente o por otro lado como esquemática, socialista o estereotipada.

Hoy, con la herencia de las investigaciones y la obra de los historiadores que se marginaron del maniqueísmo desde las primeras décadas del siglo veinte, se hace historia desde la disciplina. Ahí no puede haber una historia falsa o verdadera, o de izquierda o de derecha. Sólo está la Ciencia de la Historia. ¿Quién la hace? La hace el sujeto disciplinado por la academia o por el autodidactismo. Y alguien se hace sujeto disciplinado acatando las reglas científicas del proceder de la disciplina. Esas reglas están inscritas en la cultura moderna, en la episteme moderna.

La historia como disciplina científica es una práctica que se aplica a un objeto material llamado testimonio. Objeto polimorfo, polisémico, vivo o muerto, o subjetivo. La actitud moderna obliga a la observación del objeto; luego someter la observación a un proceso estadístico y crítico, para detectar unas regularidades y decidir por un ejercicio sintético, un comportamiento social, grupal o individual en la época elegida.

Según lo anterior, la historia no es una narrativa, porque esta se inscribe en el mundo de la ficción, y el producto, la narración, no está sometido a las reglas de la disciplina. La narrativa no es una disciplina, es una opción individual y tiene tantas reglas como cultores. El sujeto dedicado a la narrativa, habla o escribe sobre sí mismo, sobre su experiencia o sus imaginarios. La narrativa es un género discursivo dedicado a sí mismo. Todo individuo, con el verbo o la escritura, es lo que dice de sí mismo, destinado a los otros.

Es necesario hacer la diferencia entre narrativa e historia, por efectos lógicos de la episteme moderna y sacar del utilitarismo político la Ciencia de la Historia. En las arenas movedizas del pasado es necesario anclar unos mojones para no hundirnos en un relativismo rayano con la confusión. La ciencia de la historia nos permite ponernos de acuerdo sobre los acontecimientos, para poder diseñar el futuro según las enseñanzas del pasado: se entiende, un pasado tamizado, decantado, racionalizado.

La narrativa usa la memoria y en ella tiene los sentimientos, las pasiones, el odio, o todas las afecciones que dan contenido al ser humano. Por eso la Ciencia de la Historia es fría y desapasionada y nos devuelve unos acontecimientos sancionados y definitivos hasta nuevas investigaciones. La tentación de poner la historia al servicio de una política partidista, está y se ha hecho. Ejemplos: la historia dedicada a los grandes hombres y mujeres, de los siglos dieciocho y diecinueve, le quitó a esos personajes la materialidad de la vida cotidiana y los convirtió en héroes soportes de la civilización. O la historia política especializada en los acontecimientos relevantes y visibles, hizo de la historia una especie de extracto o esencia, crema del devenir. Tanto la historia heroica, como la política han servido a los intereses de la nobleza y luego de la burguesía ennoblecida y después del poder creador del Estado-nación. Otra forma de poner la historia al servicio de intereses partidistas, es invocar una filosofía de la historia, puesta como ciencia, para fundamentar el derecho del partido del proletariado a dirigir los destinos de la humanidad.

En los primeros años del siglo veinte, en Europa occidental, se reflexionó sobre esos escenarios de la historia y se teorizó sobre la posibilidad de hacer una historia, no de los héroes, o de los grandes acontecimientos, o atado a la filosofía de la historia, sino, de la gente común, de los que han sufrido la dominación; pero para que esta no se convirtiera en otra manera de hacer historia al servicio de la política, se reivindica o se potencia la historia como ciencia y su producto será la Historia Total, basada en la crítica del testimonio y en el cruce de las fuentes de información.

Existe en este mundo de la historia, en este espacio de la cultura dedicado a tratar el pasado, un problema, que señala los límites de la Ciencia de la Historia. Es la imposibilidad de recuperación del pasado. La Ciencia de la Historia, funciona a partir de las fuentes de información. Acontecimiento o periodo que no esté suficientemente documentado, será descrito o inscrito según esa limitante. Por este problema, se puede afirmar que la Ciencia de la Historia, hace la historia, no la recupera, la inventa, la imagina de manera controlada, para que no se convierta en una narrativa.

Imagen: Lorenzo Frolich. El narrador. Óleo sobre lienzo

1 comentario: