domingo, 3 de diciembre de 2017

Construir el modelo de democracia



El revoltijo que hoy nos parece la situación social y política colombiana, es su estado permanente desde el origen de la república. Cada vez que intentamos asir el sartén por el mango, está caliente y es inasible. Y se nos antoja un remedio elaborado con la imagen de un estado de cosas en el que todos nos entendíamos y todo estaba ordenado. Esto nunca ha ocurrido. El caos y desorden parece ser la norma. La percepción del tiempo o la sensación del tiempo a nivel del individuo, elabora por aislamiento, una estabilidad pasajera, pero la contemplación del conjunto, en la interacción con los demás vuelve la sensación de revoltijo y caos.

No aislarse es estar en situación de imaginar soluciones y plantear rutas de acción según la observación del pasado. Colombia siempre ha estado en desorden. El convulso siglo veinte, para no ir más atrás, lo muestra. Y se puede buscar la causa. ¿Cuál de los gobiernos anteriores generó el actual estado de cosas?

Según estas ideas se obliga a construir una forma de concebir. Medir lo que hoy ocurre. ¿Con que modelo, si siempre se ha estado en desorden, como construir una imagen de orden? Aquí no funciona el dicho popular que dice “todo pasado fue mejor”. O es igual a afirmar que se ha perdido el orden, la paz y la tranquilidad.

Cuando intentamos atrapar en el pasado un momento de salud y seguridad de la república, para proponer reconstruirlo y sanar así el desorden actual; ese pasado se nos esfuma o hunde sus raíces en la penumbra del tiempo. Y ocurre así porque el pasado no nos da ninguna imagen de épocas felices y frugales. El modelo de orden lo tenemos que construir con base en el deseo, con la imagen de futuro y con un estado de cosas libre de las crisis permanentes.

El individuo aislado, vivo en su mundo sin mayor contacto con los otros, puede construir una imagen de orden y tranquilidad, y le puede durar tanto tiempo como la distancia de su aislamiento se lo permita; pero las convulsiones o crisis sociales algún día lo alcanzan y será objeto de las razias o levas en masa propias de los conflictos. La sensación de orden termina porque se ha entrado en interacción permanente.

No hay en el pasado modelo de orden. Se debe construir con base en los ideales. En el pasado solo hay dolor, crueldad y explotación del débil por el poderoso. Los modelos que se han tratado de imponer han fracasado y hacia futuro, los nuevos, hay que construirlos. Pero la vida del ser humano no es tan fácil, como partir siempre de cero. El pasado no es imagen de modelo, es un fondo de experiencias, que obligan a la hora de pensar en un orden posible. Con otras palabras, debemos construir un orden sin dolor, sin crueldad y sin explotación del débil por el poderoso. Esta condición está, sencillamente porque el ser humano donde esté y como esté, es un ser racional con poca o mucha habilidad para razonar.

Los grandes modelos llevados a la práctica, materializados: la teocracia, la monarquía, la democracia liberal, el nazifascismo, el comunismo o el socialismo, han fracasado a pesar de suponer ser producto de los dictados de dios, unos, otros, producto de la ciencia y la observación histórica. Pero son fracasos que no los borran para siempre; pueden volver enmascarados o descollando desfachatez, como el neofascismo de hoy; o deslumbrando como el socialismo del siglo veintiuno que es solo populismo.

A pesar de tener doscientos años en Colombia el modelo de democracia liberal, decimos que ha fracasado, porque no ha logrado terminar con el dolor, la crueldad y la explotación del débil por el poderoso. La democracia liberal ha metido a la sociedad colombiana en un desorden permanente. Por el estado de cosas, el revoltijo que hoy nos parece la situación Colombiana, buscamos un responsable. ¿Cuál gobierno, cercano a nuestro tiempo, es el culpable de la situación actual? Es común, en el mundo académico y en la opinión de los medios de comunicación, adjudicar la culpa a quien cumplió el papel de actor en el escenario de organización de los ejércitos paraestatales, con la misión de hacer lo que el estado de derechos no podía hacer: exterminar los partidos de izquierda o alternativos y las conductas ciudadanas nuevas producto del desarrollo de la civilidad.

Ese actor, pasó por todos los puestos de representación y cumplió bien la misión del modelo liberal, es Álvaro Uribe y es el equivalente de Laureano Gómez, cuando hubo de cumplir la misma tarea en la primera mitad del siglo veinte. La democracia liberal ha mantenido el país en revoltijo por negar el derecho de los explotados a ser escuchados y satisfechos en sus necesidades. Laureano Gómez potenciado, apoyado y promocionado a los puestos de representación, congreso y presidencia de la república, por los demócratas liberoconservadores, prefirió incendiar el país y meterlo en una sórdida violencia, antes que permitir un gobierno del gitanismo, opción sindical y popular. Producto del papel de Gómez en el escenario de la política colombiana, fue el movimiento guerrillero. Y ahí estuvo el terreno, la escena para Uribe Vélez. Hizo Lo mismo, viabilizó los ejércitos paraestatales para exterminar por fuerza de la violencia el derecho de los explotados a ser escuchados. Uribe contó con la excusa de enfrentar la violencia guerrillera con la violencia del Estado ejercida desde una bifurcación cruel y terrible, lo legal y lo ilegal; peo ahí la legalidad fue neutralizada por el terror.

La sociedad actual colombiana y su situación política, es producto del proceso de negación de la misma democracia proclamada desde hace doscientos años. La salida no está hecha en el pasado, esta por construir con ayuda del pasado, al menos el medianamente anterior. Es hora de materializar la democracia y dejar discurrir las aspiraciones de todos los grupos, para lograr exorcizar el dolor que causa las necesidades insatisfechas y la crueldad de la explotación.

Imagen: Eduardo Esparza. Las manos del ilusionista 1984

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