sábado, 16 de diciembre de 2017

No está el colombiano civilista



La tranquilidad y seguridad con la que difunden mentiras, políticos, funcionarios y periodistas de los medios de comunicación colombianos; y la credibilidad observada en los oyentes receptores de esos menajes, hace pensar en una condición cultural anclada en la tradición. Es folklor, forma de ser y pensar, carácter, costumbres heredadas, condiciones de seres humanos habitantes de estas tierras colombianas en quienes no ha entrado el mundo. La imaginación les fue cercenada por la educación colonial, cuyos contenidos traslaparon los siglos y se han mostrado invencibles ante los tímidos intentos republicanos de modernizarlos. La escuela cubre más del noventa por ciento de la población en edad escolar, pero se queda ahí en el cubrimiento. Los contenidos se dedican a adiestrar en conocimientos divorciados de la vida. El maestro deposita en el alumno información y el alumno la memoriza para el momento culmen de la evaluación y luego olvidar. Y el ser humano queda con los contenidos del folklor, las costumbres heredadas: cristianismo excluyente, agresivo con los bienes públicos, violencia intrafamiliar, una sexualidad grosera y genital, concepción del otro como botín de guerra, y lo más terrible, se toma la existencia como castigo, porque se espera la redención en una supuesta otra vida.

Por esa cultura de seres humanos sin relación sustantiva con la vida, es por la que un Juez de Bogotá obliga al alcalde a cometer un error gramatical. Debe cambiar su eslogan “Bogotá mejor para todos” por “Bogotá mejor para todos y todas”. En este desfortunio, está involucrado un congresista de izquierda y una mujer capitalina. Desconocen las decisiones de la academia de la lengua, quien hace un llamado a conservar la lógica del lenguaje, inmersa en la gramática que usamos los de habla castellana. Si el juez, el congresista, y la mujer, hubiesen asistido a una escuela para la vida y no para preservar las costumbres del colonizador, sabrían del lenguaje como una convención creada por el ser humano destinada a ordenar el mundo para entenderlo y transformarlo. El lenguaje sintetiza en lo genérico las particularidades, en un ejercicio taxonómico, para poder pensar. Si no se hace así sería imposible el pensamiento, condición que separa al ser humano de los demás animales.

Otra expresión que revela la decisión de continuar habitando la tradición, es la existencia del servicio público de la radio, en manos de particulares defensores de sus intereses. Se escuchó el 16 de diciembre de 2017 a las siete de la mañana. Los periodistas de Blu radio en Colombia, se deshicieron de indignación por la negativa del gobierno venezolano de dejar salir un grupo de 126 niños, pedidos por sus padres emigrados al Perú. Una ONG de diputados opositores fue quien consiguió los niños. Los periodistas mueven a la oyente contra el régimen venezolano, por socialista, por impedir la navidad en familia de los niños. Pero no ponderan que por los niños deben ir los padres; los niños deben viajar con los padres como ocurre en toda América. Otra forma es tráfico de seres humanos. Este periodismo de Blu radio, se escuda tras la libertad de prensa para mover visceralmente al oyente y hacerle tomar posiciones políticas. Esos sucesos en época navideña, y presentados sin ningún análisis y cotejo, consiguen fácilmente la indignación del oyente y las lágrimas profusas.

La escuela divorciada de la vida, impide formar ciudadanos participativos, alfabetizados en la composición de las instituciones y organismos del Estado; por eso la clase política heredera del poder, moviliza a los electores con promesas sistemáticamente proclamadas e incumplidas. Dentro de este contexto, un periodista, de los más escuchados, anuncia la existencia de un golpe de estado en Colombia dado por el poder ejecutivo contra el congreso de la república, por la no aceptación del presidente de la negativa legislativa de cumplir con el acurdo de paz; en especial el punto que crea las circunscripciones espaciales de paz. Por estas circunscripciones, los territorios víctimas del conflicto obtendrían 16 curules en el congreso, directas, sin mediar el rito electoral. El presidente anuncia presentar el caso ante la Corte Constitucional porque el congreso archivó la ley a pesar de haber obtenido 50 votos sobre 99 posibles. En radio Caracol el periodista director de noticias, dice del presidente Santos haber dado un golpe de estado en Colombia por desconocer la decisión del congreso sobre las curules de las víctimas. Este registro de boca de quien lo pronuncia, es un acto de irresponsabilidad pública, pues lo hace desde una instancia pública como lo es el servicio público de radiodifusión. El periodista lo hace porque no le importa que sus palabras muevan a los escuchas a tomar conductas destructivas y explosivas, dadas las condiciones de los oyentes, como ciudadanos sin criterios y las de él, pues se toma la existencia como castigo y espera la redención en la otra vida.

Un caso extremo amerita registrarse, por el nivel de conciencia y premeditación de la manipulación. Es la franja que Caracol radio pone en manos del periodista de Colombia Universal y Las voces del secuestro, en las mañanas de los sábados y domingos. Se percibe una radio en trabajo con sectores aislados del ejército colombiano, contra las conversaciones de la Habana, primero y luego contra los acuerdos. Las voces de gentes comunes, repetidas, dejan la sensación de ser un libreto hecho con finalidades políticas. Todo el tiempo los periodistas y el director están volcados sobre el oyente para introyectarle la convicción de culpar a la guerrilla de la guerra y el conflicto. Y lo peor acusar el gobierno actual de entregar el país a la subversión.

Esos programas y periodistas son posibles por la existencia de un ciudadano maleable y de cultura tradicional. Si los periodistas saben que el conflicto colombiano tiene actores en todos los sectores sociales, ¿Por qué quieren reducir la culpa a uno solo? Ahí está la utilización del servicio público de la radio, para defender intereses particulares entendidos como los intereses de la guerra convertidos en modo de vida, para preservar la desigualdad y la ignorancia. Reconocer la pluralidad de los actores del conflicto, es estar dispuesto a comprender el acuerdo con la guerrilla como un paso necesario para construir un país moderno que realice el colombiano educado y civilista.

Imagen: Beatriz González "Señor presidente, que honor estar con usted en este momento histórico" 1987

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