La tranquilidad y
seguridad con la que difunden mentiras, políticos, funcionarios y periodistas
de los medios de comunicación colombianos; y la credibilidad observada en los
oyentes receptores de esos menajes, hace pensar en una condición cultural anclada
en la tradición. Es folklor, forma de ser y pensar, carácter, costumbres
heredadas, condiciones de seres humanos habitantes de estas tierras colombianas
en quienes no ha entrado el mundo. La imaginación les fue cercenada por la
educación colonial, cuyos contenidos traslaparon los siglos y se han mostrado
invencibles ante los tímidos intentos republicanos de modernizarlos. La escuela
cubre más del noventa por ciento de la población en edad escolar, pero se queda
ahí en el cubrimiento. Los contenidos se dedican a adiestrar en conocimientos
divorciados de la vida. El maestro deposita en el alumno información y el
alumno la memoriza para el momento culmen de la evaluación y luego olvidar. Y
el ser humano queda con los contenidos del folklor, las costumbres heredadas:
cristianismo excluyente, agresivo con los bienes públicos, violencia
intrafamiliar, una sexualidad grosera y genital, concepción del otro como botín
de guerra, y lo más terrible, se toma la existencia como castigo, porque se
espera la redención en una supuesta otra vida.
Por esa cultura de
seres humanos sin relación sustantiva con la vida, es por la que un Juez de
Bogotá obliga al alcalde a cometer un error gramatical. Debe cambiar su eslogan
“Bogotá mejor para todos” por “Bogotá mejor para todos y todas”. En este
desfortunio, está involucrado un congresista de izquierda y una mujer
capitalina. Desconocen las decisiones de la academia de la lengua, quien hace
un llamado a conservar la lógica del lenguaje, inmersa en la gramática que
usamos los de habla castellana. Si el juez, el congresista, y la mujer,
hubiesen asistido a una escuela para la vida y no para preservar las costumbres
del colonizador, sabrían del lenguaje como una convención creada por el ser
humano destinada a ordenar el mundo para entenderlo y transformarlo. El
lenguaje sintetiza en lo genérico las particularidades, en un ejercicio
taxonómico, para poder pensar. Si no se hace así sería imposible el
pensamiento, condición que separa al ser humano de los demás animales.
Otra expresión que
revela la decisión de continuar habitando la tradición, es la existencia del
servicio público de la radio, en manos de particulares defensores de sus intereses.
Se escuchó el 16 de diciembre de 2017 a las siete de la mañana. Los periodistas
de Blu radio en Colombia, se deshicieron de indignación por la negativa del
gobierno venezolano de dejar salir un grupo de 126 niños, pedidos por sus
padres emigrados al Perú. Una ONG de diputados opositores fue quien consiguió
los niños. Los periodistas mueven a la oyente contra el régimen venezolano, por
socialista, por impedir la navidad en familia de los niños. Pero no ponderan
que por los niños deben ir los padres; los niños deben viajar con los padres
como ocurre en toda América. Otra forma es tráfico de seres humanos. Este
periodismo de Blu radio, se escuda tras la libertad de prensa para mover visceralmente
al oyente y hacerle tomar posiciones políticas. Esos sucesos en época navideña,
y presentados sin ningún análisis y cotejo, consiguen fácilmente la indignación
del oyente y las lágrimas profusas.
La escuela
divorciada de la vida, impide formar ciudadanos participativos, alfabetizados
en la composición de las instituciones y organismos del Estado; por eso la
clase política heredera del poder, moviliza a los electores con promesas
sistemáticamente proclamadas e incumplidas. Dentro de este contexto, un
periodista, de los más escuchados, anuncia la existencia de un golpe de estado
en Colombia dado por el poder ejecutivo contra el congreso de la república, por
la no aceptación del presidente de la negativa legislativa de cumplir con el
acurdo de paz; en especial el punto que crea las circunscripciones espaciales
de paz. Por estas circunscripciones, los territorios víctimas del conflicto
obtendrían 16 curules en el congreso, directas, sin mediar el rito electoral.
El presidente anuncia presentar el caso ante la Corte Constitucional porque el
congreso archivó la ley a pesar de haber obtenido 50 votos sobre 99 posibles.
En radio Caracol el periodista director de noticias, dice del presidente Santos
haber dado un golpe de estado en Colombia por desconocer la decisión del
congreso sobre las curules de las víctimas. Este registro de boca de quien lo
pronuncia, es un acto de irresponsabilidad pública, pues lo hace desde una
instancia pública como lo es el servicio público de radiodifusión. El
periodista lo hace porque no le importa que sus palabras muevan a los escuchas
a tomar conductas destructivas y explosivas, dadas las condiciones de los
oyentes, como ciudadanos sin criterios y las de él, pues se toma la existencia
como castigo y espera la redención en la otra vida.
Un caso extremo
amerita registrarse, por el nivel de conciencia y premeditación de la
manipulación. Es la franja que Caracol radio pone en manos del periodista de
Colombia Universal y Las voces del secuestro, en las mañanas de los sábados y
domingos. Se percibe una radio en trabajo con sectores aislados del ejército
colombiano, contra las conversaciones de la Habana, primero y luego contra los
acuerdos. Las voces de gentes comunes, repetidas, dejan la sensación de ser un
libreto hecho con finalidades políticas. Todo el tiempo los periodistas y el director
están volcados sobre el oyente para introyectarle la convicción de culpar a la
guerrilla de la guerra y el conflicto. Y lo peor acusar el gobierno actual de
entregar el país a la subversión.
Esos programas y
periodistas son posibles por la existencia de un ciudadano maleable y de
cultura tradicional. Si los periodistas saben que el conflicto colombiano tiene
actores en todos los sectores sociales, ¿Por qué quieren reducir la culpa a uno
solo? Ahí está la utilización del servicio público de la radio, para defender
intereses particulares entendidos como los intereses de la guerra convertidos
en modo de vida, para preservar la desigualdad y la ignorancia. Reconocer la
pluralidad de los actores del conflicto, es estar dispuesto a comprender el
acuerdo con la guerrilla como un paso necesario para construir un país moderno
que realice el colombiano educado y civilista.
Imagen: Beatriz
González "Señor presidente, que honor estar con usted en este momento
histórico" 1987
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