El partido Centro
Democrático tiene actualmente una senadora que vocea sobre la práctica política
de esa organización y sus idearios. El jueves pasado 22 de febrero de 2018,
dijo a los periodistas del noticiero del Senado, refiriéndose a las estadísticas
de muertes por el abuso de narcóticos: “Ese cuento del libre desarrollo de la
personalidad lo que ha hecho es un daño enorme para acabar con la juventud y la
niñez colombiana y por eso vamos a trabajar nuevamente en recuperar que se
penalice la dosis personal”. La senadora María del Rosario Guerra hace estas
afirmaciones motivada en los números estadísticos, y estos le mueven a buscar
soluciones en el acervo cultural que tiene. Optó por la solución más fácil, por
la proscripción del consumidor y su dosis personal. Esta solución ronda ese
dicho tradicional colombiano sobre aquel que no quiere pensar en profundidad la
causa del fenómeno, “busca la causa de la fiebre en las sábanas”. Eso hace la
senadora Guerra, quiere que se cambie la sentencia que legaliza la dosis mínima
por penalización del adicto y del porte de sustancias sicoactivas. Estas son
soluciones fáciles, sensibleras, inscritas en una concepción de la vida autoritaria.
Para explicar los
fenómenos sociales de nuestro, tiempo se debe proceder con todo el legado
cultural de quienes nos antecedieron en el tiempo. Ahí en ese legado se tienen
las bases conceptuales del individuo y su comportamiento. El orden social y
político legado, se decanta en la democracia participativa, garantista de la
libertad del sujeto y del individuo. Por el individuo está la libre movilidad,
la libertad de empresa y el uso de su cuerpo. Por el sujeto, la libertad de
pensamiento, de credo; libertad de imaginarios e inventiva.
El legado obliga a
comprenderlo desde la voluntad civilizatoria y no desde el autoritarismo que mantiene
a los seres humanos bajo unas concepciones tradicionales petrificadas. Según
estas, el cuerpo humano se debe preservar en las mayores abstinencias, por ser
obra del creador, según unos, o por ser y estar en un universo de luz, según
otros.
El autoritarismo basado
en estas tradiciones, cree y practica ideales acéticos, por los que el cuerpo
debe sacarse del mundo de la vida para conservarlo en su prístina pureza y
ofrendarlo, en ritos controlados al creador, de quien los autoritaristas
interpretan los designios. Ahí está el ejercicio de poder. Esta concepción del
mundo habitada por autoritaristas y creyentes, termina y comienza en un proceso
electoral, para perpetuar el dominio bicentenario de la oligarquía colombiana. Por
eso el “libre desarrollo de la personalidad” es un cuento para los
autoritaristas. La utilización de esa palabra, “cuento” está dentro del
contexto de la falsedad o de un invento maquinador; es como decir “convencer
con cuentos para hacerte caer en la trampa”. Reducir el concepto de libre
desarrollo de la personalidad, a esas simplezas descalificadoras, es desconocer
la raíz civilizatoria inscrita en los dos término que la componen: libertad y
personalidad.
Captar el resultado
de la obra civilizadora de la humanidad, exige un esfuerzo y exige meterse en
las tareas del pensar. Esa es la voluntad civilizatoria. Pensar lo humano desde
la libertad, es estar dispuesto a dejar que la persona desarrolle sus potencias.
La voluntad involucra la convicción, la inclinación por comprender la sociedad
sin prejuicios, ni autoridades, ni arcaísmos. Y para tomar estas actitudes ante
el mundo, el pensamiento debe llevarse, con ayuda del legado cultural. Entre el
inmenso número de formas sociales, está la civilización occidental a la que
pertenecemos. Esta fue posible por la adopción de la urbe, la polis o la ciudad,
formas de estar en el territorio. La estabilidad se dio por la adopción de la
agricultura, la ganadería y la artesanía, como trabajo especializado. Los
grupos practicantes de esas actividades construyeron instituciones que
garantizaron el orden dentro de la ciudad o la polis. Arbitrajes posibles por la
elaboración de un acto constitutivo de la autoridad del árbitro y del orden de
la ciudad. Ese es el acto civilizatorio. Es el establecimiento de reglas
permisivas y prohibitivas del comportamiento de los individuos y el de todos.
El político y el ciudadano estructuraron su mentalidad a partir de la libertada
y la servidumbre. Se es libre siempre que cumpla con las obligaciones para con
la ciudad.
Este es parte del
legado que rige nuestro actual orden social. La constitución política de los
colombianos tiene como base esa voluntad civilizatoria de la cultura
occidental. La libertad individual se entiende como el disfrute de la vida
privada bajos el pleno dominio del sujeto; y el poder del Estado soberano
garantiza ese disfrute. En la dialéctica entre lo público y lo privado,
concebida como oposición y consenso, el individuo cumple con obligaciones
públicas (tributos, servicio público, legitimación de poderes) y el Estado
garantiza la libertad para la vida privada.
El libre desarrollo
de la personalidad visible en el porte de una dosis mínima de narcóticos, hace
parte del legado cultural comentado. Puede cambiarse la palabra narcótico por la
de alcohol o tabaco. Hay ejemplos crasos en nuestra historia, de prohibiciones
de consumos de sustancias. La prohibición la hizo el Estado por boca de grupos
autoritarios, quienes argumentaron degeneración de la raza o del cuerpo. El fin
de las prohibiciones demostró que los argumentos eran falaces y que el real
motivo estaba en el interés económico. Así ocurrió con la prohibición de la
fabricación de Whisky en la Norteamérica de 1917- 1935. Ocurrió con la
prohibición de fabricar y sembrar tabaco en la Colombia del siglo diecinueve;
luego de los estancos, el tabaco y el aguardiente pierden la nocividad.
El viaje
civilizatorio de la humanidad ha sido posible por los estados alterados
producidos por el uso de sustancias enervantes. El trance de los Chamanes, la
adivinación de las Pitias, la invocación de los Sacerdotes y el éxtasis general
de la población en la fiesta, partes básicas del poder de la polis o la ciudad,
advenía por el uso de enervantes, entre los cuales el más famoso es el fermento
de uva. Ejemplo del poder liberador de los estados alterados está en la Odisea.
El hechizo al que somete Circe a los combatientes de Ulises (convertidos en
cerdos), fue posible vencerlo, por la ingesta de una raíz alucinógena, cuyos
efectos en el cuerpo del héroe, lo protegieron del poder embrujador de la
mujer.
El uso de sustancias
es inevitable. Antes de penalizarlo debe pensarse en la atracción de la
prohibición. Esta es la cusa del narcotráfico con la respectiva riqueza que
produce. Narco tráfico y riqueza son fuente de poder político económico sin
escrúpulos para drogar niños y jóvenes y garantizar un mercado en crecimiento. La
solución ha sido suficientemente sustentada desde todos los flancos de la
cultura: legalizar el consumo y la producción de esas sustancias, para que el uso
vuelva al ámbito del estado alterado del rito civilizatorio.
Imagen: Pintura
rupestre Cueva de las Manos. 8.000 años antes de nuestra era. Santa Cruz
Argentina