viernes, 17 de mayo de 2013

Estudio novela norteamericana. Las uvas de la ira de Steimbeck


Una cuerda doblada en tres no se rompe fácilmente
Por Guillermo Aguirre
 Hay que destruir lo que se oponga al orden social que ha madurado en el siglo XVII. Se elevó el individuo como base en la que se monta el edificio de la libre empresa. El camino de esta vocación ha estado plagado de obstáculos de todo tipo, políticos, culturales, físicos, técnicos. Ese orden social liberal capitalista, encarnado por la clase burguesa, ha vencido los obstáculos. Los técnicos los resolvió a su favor, al crear la producción manufactura y luego la industrial. Con la imposición de la república democrática salvaron los obstáculos políticos; pero los sociales y culturales se han resuelto en la medida en que se presentan, porque son a largo plazo. Transformar la sociedad comunitaria basada en clanes familiares y derechos consuetudinarios, en una sociedad individualista basada en el interés económico, le exigió a la clase poderosa, destruir la comunidad y su base, la familia.
 Este es el tema de “Las uvas de la ira”. La acumulación de capital en la Norteamérica del siglo XX, mostró que la familia puesta sobre pilares morales de solidaridad o comunales, es un obstáculo para el desarrollo. La dignidad del ser humano la relacionaron directamente con la propiedad individual; y esas formas comunales de la riqueza se hacen desaparecer. La familia Joad, como ejemplo de muchas otras, se muestra en la novela, dueña de una concepción de la humanidad y el mundo en la que priman la consideración fundamental por el otro. El dolor y la alegría se democratizan, al igual que los bienes materiales. Hay en ella una especie de comunalismo fundamental, extraído de la biblia. Dice: “Dos son mejor que uno, porque tienen una buena recompensa por su trabajo. Porque si uno cae el otro levantará a su semejante, pero triste de aquel que está solo cuando ha caído, pues no ha tenido a nadie que le ayudase a levantarse”. “Y además, si dos yacen juntos entonces tendrán calor; pero, ¿cómo puede tener calor uno solo? Y si uno solo basta a vencerlo, dos resistirán mejor y una cuerda doblada en tres no se rompe fácilmente”.
La revolución del siglo XVIII, hecha por la generalidad, planteó el problema de la equidad, y cifró la felicidad de todos los seres humanos en la comunidad de los bienes. El socialismo intérprete de estas ideas, pensó en el cristianismo originario, solidario, comunal, humanista; pero el individualismo burgués del capitalismo, truncó con fuego esos sueños e impuso su cometido iniciado en el siglo XVII.
 La búsqueda del como materializar la igualdad económica y la felicidad de todos no cesó. El socialismo originario se transformó en socialismo científico y desentrañó la mecánica de la sociedad capitalista. Esta busca una sociedad de propietarios individuales en franca lid por el predominio. Esa sociedad se autorregula por el libre juego de las voluntades, para que los triunfadores hombres de éxito demuestren su talento visceral y pongan a los vencidos bajo el dominio de su poder.
 En el juego, la mayoría se inscribe en un pensamiento por fuera de la lógica de la acumulación, porque tiene un pensamiento comunal, y vive en familia con una economía moral que impide la ventaja; en ella no cabe la ventaja. Esa mayoría entra a ser víctima y es esclavizada con sutileza, en nombre de la libertad. Resulta una masa de seres libres, desposeídos, condenada a vivir de la venta de su fuerza de trabajo. La masa ofrece profusamente trabajo y el comprador necesita solo un poco de esa fuerza y la paga a precio miserable. Poca demanda, mucha oferta, es igual a precios bajos. Los trabajadores de “Las uvas de la ira”, por intuición, por razón o por la guía de sus líderes y sus héroes, tratan de invertir la relación: Poca oferta de trabajo por la huelga, mucha demanda de trabajo por los dueños de la riqueza, es igual a salarios altos. Esto es insoportable para el acumulador que tiene el Estado en su bolsillo. Por eso extermina con fuego y pistolas, de manera sutil las protestas y sus dirigentes, y hace que la culpa caiga sobre el protestante, calificado de antisocial, rojo, subversivo, opuesto al desarrollo.
 El polvo seco y rojo traído por el viento, hizo hipotecar la tierra en un negocio leonino y se perdió. El viaje largo y aventurero, empobreció más a la familia Joad. El agua inundó todo y les quitó lo último; pero quedó leche en los pechos de una mujer muchacha y ella se dispuso a amantar la esperanza, enflaquecida y a punto de desaparecer.

Un derecho monstruoso
Por Guillermo Aguirre González.
Se migra por castigo: en este caso se es un condenado al ostracismo, al extrañamiento, un desterrado. Se migra por deseo, se es un viajero o un aventurero. Se migra por violencia contra el ser humano y contra la tierra: se es un desplazado. Esta última caracterización, cabe para identificar a la población, en viaje masivo, hacia California (oeste norteamericano), luego de la depresión económica de 1929. No son migrantes, son desplazados de sus tierras; se las quitaron, con todo la artimaña del aparato legal, por el juego inhumano de la banca estadounidense. California recibió inmigrantes desde mediados del siglo XIX, especialmente chinos. Se les explotó hasta la muerte por trabajo y racismo. En los años treinta del siglo XX recibió a los mismos norteamericanos de estirpe anglosajona. Se les trató igual.
Los migrantes, término de la época o desplazados, término de hoy, se juntan en el largo camino. Viajan inmersos en las condiciones técnicas de la época. No lo hacen a pie, ni en animales de carga. Lo hacen en vehículos automotores. Se atan a la máquina de metal y una falla por el uso extremo, o por vencimiento de la estructura, se convierte en una tragedia, porque el éxodo ha sido calculado. Los abastos son justos para la necesidad. Un imprevisto se trueca en hambre y sed, se va al estómago. En la resistencia de la máquina está la vida. La distancia a recorrer y la geografía no permite que el cuerpo de un ser vivo aguante. Las condiciones de esa migración fueron mediadas por el avance tecnológico, ahí están el hierro fundido por altas temperaturas, la electricidad, los tacómetros, el caucho, las conservas, los engranajes, todo presentado en la forma de un mecanismo, casi orgánico, con vida independiente: el automóvil.
Seres humanos y máquinas en dependencia mutua, en viaje con un mismo destino, entran en relación con otros. La condición social como desposeídos los hace ser solidarios y terminan montando campamentos itinerantes y fortuitos. En ellos, se vuelve a los momentos del contrato social original. Se vuelve a inventar la sociedad con sus elementos básicos: la ley y el orden. El derecho permitido y el derecho prohibido. Dice Steimbeck “el derecho de aislamiento en la tienda; el derecho de hablar y de escuchar; el derecho de aceptar o rehusar una ayuda; y el derecho de ofrecerla; el derecho del hijo a cortejar y de la hija a ser cortejada; el derecho del hambriento a que le alimentasen. Los derechos de la embarazada del enfermo prevalecían sobre todos”.
Se dice: tienen todos los derechos; pero hay derechos monstruosos que merecen ser destruidos: “el derecho a entremeterse en el aislamiento de los otros; el derecho a meter ruido cuando todos dormían, el derecho de seducción o rapto; el derecho de adulterio y robo y asesinato […] Es ilegal evacuar cerca del campamento; es de todo punto ilegal ensuciar el agua potable; es ilegal comer cosas exquisitas cerca de uno que tenga hambre a menos que se le invite a compartirlas”.
Ese contrato no está hecho en la forma dicotómica entre el derecho y el deber; está imaginado a partir de la extrema libertad. Todo se puede hacer, porque el animal ser humano, todo lo puede hacer. El derecho es poder y el poder es la naturaleza mediada por la conciencia adquirida. La libertad extrema, conceptualizada, es de seres humanos. Pero los humanos no pueden existir solos. La sociedad de individuos libres y autónomos tiende a destruirse y los migrantes o desplazados norteamericanos de principios del siglo XX, lo percibieron. El fin comenzó cuando les quitaron la tierra en nombre de la sociedad liberal de individuos libres y autónomos.
Hay derechos que no se pueden ejercer porque chocan con los derechos de los otros. Y quien los ejerce se convierte en un monstruo. Por eso los migrantes imaginan la necesidad de acabar con ellos, destruirlos y dejar en pie lo que permite mantener el campamento, porque la sociedad campamento tiene un objetivo y una meta: llegar a California. Y se puede leer entre líneas, la meta de la humanidad es prolongar su existencia y para lograrlo es necesario estar juntos y extirpar el monstruo.

 
La solidez de las cosas
Por Guillermo Aguirre González
Llegó la tarde y a la hora de entrada de la noche, las cosas tomaron una existencia sólida. La casa de los Joad “estaba muerta, y los campos estaban muertos”, la “única cosa activa, con “principio viviente” era el viejo camión Hudson. La familia había adaptado el camión, mitad para pasajeros, mitad para carga. Bajo ese crepúsculo, el Hudson “se erguía, como por arte de magia, a causa de la luz, en una perspectiva exagerada”. El ambiente familiar tomó algo de los fantasmas sedentes y tranquilos, “parecían pertenecer a una organización de lo inconsciente”. Steimbeck, recurre a una atmósfera penumbrosa con cuerpos cansados y graves, para mostrar lo inevitable de la tragedia del expulsado de su propia tierra. La familia Joad, ubicada al lado del camión cargado con enseres, listo para partir, indaga en las profundidades del ser, como lo hace todo ser humano en momentos de la toma de grandes y definitivas decisiones.

 Ese recabar del ser en sus cimientos es tocar el inconsciente. Steimbeck le dice “lo inconsciente”. Él, es un sujeto, es una personificación, indica y hace referencia a los contenidos que no están en la conciencia. Lo, es eso, como algo oscuro y de todos. Lo inconsciente puede leerse como “el inconsciente colectivo”, como un organización en la penumbra.

¿Qué ocurría en la mente del colectivo Joad, y en la de cada uno de sus miembros? En la cabeza de Tom Joad, el expresidiario, estaba el escepticismo (tenía noticias del tratamiento cruel a los trabajadores de las plantaciones de California) y la violación de la ley (no podía salir del estado Oklahoma). La madre se debatía entre el optimismo tomado de una hoja volante que prometía el paraíso en California y las noticias de oídas de la mentira. Su yo depositaba toda su confianza en el medio de comunicación; el que alguien se tomara la molestia de gastar dinero en una hoja volante, debía decir verdad. El padre, lleno de dolor sabía que tenía que partir con su familia o quedarse y matar para vivir, o morir en manos del monstruo con cara de banco financiero. Los niños, el cansancio los obligaba al sueño, estado común del inconsciente. El abuelo, sí expresaba lo inconsciente, lo colectivo, atado a la tierra, el paisaje y las riñas conyugales con sabor y olor, se rebeló contra el éxodo. La actitud del anciano, con dificultades para abotonarse la ropa, expresa el deseo de todos y la necesidad de anestesiarse para poder partir. 

Los cuerpos sedentes que sondean su inconsciente, son ubicados en su materialidad, a partir de un constructo de la ciencia de principios del siglo XX, llamado el psicoanálisis. Los críticos de la conciencia y de la aceptación de las condiciones miserables por necesidad apuntaron a un algo que permitía al ser humano poner en la penumbra las insatisfacciones, frustraciones y los dolores extremos; ese algo es la conciencia en negativo, la inconciencia.


Arraigo, paisaje y despojo
Por Guillermo Aguirre

Se trata de abandonar la tierra, no cualquier tierra. Es la tierra en que se ha vivido por más de cincuenta años; por eso es una tragedia y se establece la pregunta sobre el arraigo. El arraigo ocurre en los animales territoriales y más intensamente en los seres humanos especializados y anclados a un paisaje. Sobre la tierra identificada están los hechos y las prácticas referidas a lugares.

 El ser se dice: aquí fue el primer sexo, allí un toro clavó sus cuernos en el cuerpo del padre y la sangre la tomó la tierra. En esta habitación crecí, adolecí y nació mi hijo. En las casas de los vecinos, hubo fiestas periódicas. El arraigo es la historia personal atada al paisaje. Esa historia se comunica, se socializa y es ahí cuando el grupo social tiene arraigo por la historia común. Luego es el país, es el sentimiento de haber nacido, es la nación. País y nación tienen como base común el arraigo, las raíces que se hunden profundamente en la tierra.

 Dejar el país y la nación, es dejar la historia personal y colectiva, es estar en tragedia o lo que es igual, estar en violencia, en lucha hasta la muerte contra quien atenta y obliga al desalojo.

 El despojo, como el de la familia de Joad, fue generalizado, en el tiempo y en el espacio de Las uvas de la ira de John Steimbeck; y está dentro de la lógica de la acumulación de riqueza. Está expuesto el capitalismo. La producción en masa obliga a ese amo sin rostro, a esa “máquina monstruosa” a conseguir lo que no tiene con todos los ardides incluidos la ley. Necesita tierra busca a quien la tiene y se la quita con la argucia del préstamo de dinero a largo plazo, es el empeño, la hipoteca. Los europeos, de la “acumulación originaria” quitaron la tierra a la nobleza feudal. Los americanos capitalistas quitaron la tierra a los colonos. Luego de tener la tierra buscan al hombre.

 El capitalismo de Las uvas de la ira, encarnado en la banca y en el comerciante (la Shawnee Land and Cattle Company) no descansa. Primero quita la tierra y luego quita el ahorro guardado para realizar el sueño de encontrar trabajo y comida para la familia extensa. El trabajo está a quince mil quilómetros. Son muchos los dispuestos al viaje y el comerciante de autos lo sabe y vende las segundas a los urgidos. Llegarán a su destino sin bienes. Solo tendrán la fuerza de trabajo, solo tendrán la carne del cuerpo llena de necesidades y por eso se venderán al mejor postor, quien podrá disponer a su antojo de esa masa de trabajadores e imponer las condiciones que quiera.

Pero dentro de esa masa va un hombre peligroso, Joad. Es peligroso porque aprendió a leer y escribir en su estadía en McAlester, la cárcel de la novela. Cuando habla deja la sensación de ser un líder de argumentos contundentes. En la época de la novela el desempleo, el despojo, la pobreza, el hambre, son generalizados y las ideas sindicalistas están por doquier en el mundo. Joad tiene oidos para sus palabras.

El deseo, un pastor, un criminal y el camión rojo

Por Guillermo Aguirre González

Steimbeck abre Las uvas de la ira y hace que esté primero el paisaje. La descripción con detalle. Luego poner sobre él al hombre, al ser humano viviente de unos dramas básicos: la muerte, la prisión, la religión y la rebelión.

 La muerte la encarna Joud, exconvicto. Ha matado al hombre que le metió un cuchillo en el cuerpo en una pelea de embriagados. Joud pagó cuatro años de prisión y afirma volver a matar en caso necesario. La muerte está ahí es deleznable, porque es más importante el valor, el honor o la integridad.

La rebeldía es presentada en un conductor de un camión rojo identificado con letras de cuarenta centímetros. La empresa no le permite llevar pasajeros y condena al conductor a viajar 12 o 14 horas en silencio. El camión exhibe en el parabrisas un letrero “No se lleva a nadie”. Joud cansado de caminar de la cárcel a su casa, convence al conductor de llevarle, con una argucia de lenguaje: “un hombre puede ser bueno, aunque un bastardo adinerado lo obligue a llevar un letrero”. El conductor se rebela contra la prohibición y transporta a Joud y disfruta de la compañía y la conversación. 

La prisión ha dejado de castigar el cuerpo. Ahora se dirige a la conciencia. El criminal enfrenta su conciencia y tiene que rememorar durante el encierro el crimen cometido. Esta es la situación penal moderna. La cárcel ya no castiga el cuerpo, luego, el preso conserva su integridad; se le garantiza el sueño, el alimento, la higiene y la estadía con base en la dignidad, concepto construido por la Francia revolucionaria y sostenido por la democracia liberal. Por eso Joud compara su casa con la cárcel y trae la historia de un compañero de celda, quien luego de obtener la libertad, delinque de nuevo para volver, porque en la casa de su abuelo donde reside, no hay luz eléctrica, ni nada. En cambio en la cárcel tiene Libros, luz, buena comida, amistad y compañía. 

La religión se muestra en su esencia. El pastor Casy usufructúa el sentimiento religioso; cobra el servicio y accede al sexo de las fieles. ¿Por qué en todas las épocas el ser humano es capaz de entregarlo todo al sacerdote o al pastor? Puede responderse que la religión es dominación. El ser humano se ha preguntado por la muerte desde el origen de su estado sapiens y ha encargado a un miembro del grupo, pensar y administrar la muerte. Este miembro construyó una clase social y la hizo parte de las clases básicas de la sociedad: los que luchan, los que trabajan y los que oran. 

El pastor Casy administra “La Antorcha Radiante”, secta protestante con un culto consistente en ejercicios gimnásticos acompañados de cánticos, dirigidos a producir el los fieles trances y delirios. Los fieles terminan enajenando su voluntad en la voluntad del pastor, terminan adorándole, porque propicia el contacto con dios o el estado alterado que es lo mismo para fiel. El fiel ve el provecho económico y sexual del pastor como una expresión de dios en ese hombre. 

El pastor Casey se pregunta por lo que hace y enfrenta el deseo con el pecado. Después de acceder a la carne y al sexo de las fieles, se promete no volverlo a hacer; pero lo hace de nuevo. En él se expresa el deseo como naturaleza o cultura, que lo obliga. Reacciona por el sentimiento de culpa intrínseco a su investidura y transmuta el deseo en pecado. Se siente un gran pecador y decide abandonar la dirección de la secta e irse al campo a meditar sobre dios, el pecado y su incapacidad para ser pastor. Es una reivindicación de la conciencia, del narrador de Las uvas de la ira.

jueves, 9 de mayo de 2013

Estudio de la novela norteamericana. El Gran Gtsby

Una escena del Gran Gatsby
Por Guillermo Aguirre González.

El grupo protagonista de la novela de Fitzgerald, se encuentra reunido en la casa de Tom Buchanan: el mismo Tom, Daisy su esposa, Baker Jordan la golfista, Nick Carraway el narrador de la novela y Jay Gatsby. Hace mucho calor en West Egg, poblado distinguido de Long Island, donde ocurre la escena. Se está en pleno verano.

Daisy tiene un viejo romance con Gatsby y lo quiere revivir, tal vez por desquitarse de su esposo, pues este tiene una amante y habla con ella por teléfono ante la actitud atónita de su esposa. Daisy, luego de que Tom termina de hablar por teléfono, propone al grupo viajar a la ciudad. Gatsby pone a disposición su automóvil; pero Tom impone la división del grupo. El y su esposa viajarán en el auto de Gatsby y el resto en el cupé de los Buchanan.

Tom ironiza pues intuye lo que pasa entre Gatsby y su esposa. Dice que el auto de Gatsby es un “carromato de circo” y si se vara por gasolina, parará a tiempo en una droguería, porque en ellas se vende de todo. Gatsby ya había hablado al grupo del origen de su fortuna en una cadena de droguerías de su propiedad. Tom estaba convencido del expendió clandestino de alcohol en las droguerías.

Ante la actitud ironizante de Tom, Daicy lo hace viajar con Nicke y Jordan, y ella viaja con Gatsby en el cupé. Buchanan habla a sus acompañantes de su inteligencia adquirida en los estudios de la ciencia. Por ellos, dice, ha sido capaz de detectar el romance entre su esposa y Gatsby. Los acompañantes Nicke y Jordan, se burlan de él.

Esta escena deja expuestos dos aspectos importantes en la novela que la cruzan de principio a fin: el origen de la fortuna del Gran Gatsby y la concepción del mundo de Tom Buchanan. Es la confrontación entre el nuevo rico y el representante de la burguesía con ancestro de Norteamérica.

El nuevo rico es objeto de vituperios por su origen. Cuando el rumor es amplio y llega hasta la prensa periódica, el sujeto acaba con las fiestas tremendistas, reemplaza la servidumbre y cierra su gran mansión. El no ser aceptado en los círculos sociales, le deprime y decide dedicar su esfuerzo a rescatar un amor de juventud de los brazos del burgués instituido. El narrador no acusa directamente al nuevo rico. Insinúa siempre el contrabando de alcohol como el origen de la fortuna. Esta insinuación debe ser para el lector una orientación. Gatsby para llegar a ser en cinco años un multimillonario, debió asumir el gran negocio de la época en Norteamérica, el contrabando de alcohol. La producción de un objeto de consumo masivo, prohibido por las leyes, necesariamente obliga a la clandestinidad y al enriquecimiento rápido. Esta clandestinidad conlleva la corrupción y los hechos de sangre. Por eso el chisme le adjudica a Gatsby el haber matado un hombre.

Scott Fitzgerald, deja ver entre líneas, su convicción de que en la base de la riqueza hay fraude. Al rico legal, a Tom Buchanan, le adjudica un fraude en las ligas de Baseball. El producto del fraude aumenta su riqueza y hace pensar en la imagen del capitalismo como una bola de nieve. Tom, le da sustento doctrinario a su rol social. Es un lector de libros de divulgación científica. En ellos aprendió a rendirle culto a la ciencia y por eso confunde ciencia con premonición, intuición o adivinación. La ciencia, según su visión, le ha demostrado la supremacía de la raza blanca como constructora y heredera de la civilización y de la riqueza.

Se tiene con estos dos aspectos, la expresión de dos contenidos de la sociedad moderna industrial. La riqueza y la movilidad social. Ambos sólidamente unidos. La burguesía destruyó la nobleza y luego compró la nobleza. El mercader es el burgués y en el origen de su poder económico está la plusvalía. Este ejercicio económico político se impone a todas las generaciones modernas y se presenta como la legalidad. Por eso el nuevo rico está obligado a blanquear su riqueza y ganar el prestigio social, con sutileza e ingenio. Lo contrario le cierra la puerta de entrada a la sociedad burguesa. Por eso Gatsby no pudo entrar. La riqueza en la modernidad debe dedicarse a la acumulación y no al gasto.

miércoles, 3 de abril de 2013

Estudio novela norteamericana: Manhattan transfer

Las estéticas de Manhattan Transfer
Por Guillermo Aguirre González
Narrar acontecimientos y darle forma a una la novela, tienen en la base, la adscripción a una estética o a una intensión de agradar, con la belleza, con lo feo o lo repugnante. Manhattan Transfer se inscribe en los códigos artísticos del tránsito entre los siglos XIX y XX. El occidente estuvo en la tarea de digerir el fenómeno urbano industrial. La ciudad se presentaba a los ojos de los artistas, los literatos y los pensadores, como un sistema orgánico compuesto. La noción de sistema, hacía pensar en un ser con flujos y reflujo, compuesto de subsistemas sobre puestos y amalgamados.
 Los rascacielos, la electricidad, las calles, los automóviles, la publicidad, los puertos, el teléfono, el cine, las masas de gentes que irrigan el sistema, todo parece cuerpos independientes que interactúan para dar existencia al organismo. El fenómeno urbano industrial, que por su complejidad estremece la conciencia, además se pone al servicio de la guerra mundial y de la guerra en las calles de Nueva York. La ciudad industrial, como un cuerpo de violencia y compuestos, posibilitan la percepción de un fenómeno material que obliga a ser expresado.
 Las artes plásticas, rompen la armonía clásica de la imagen imitada de la naturaleza. La fotografía y el cine dicen que es inútil seguir copiando las cosas y las figuras. La pintura expresa el fenómeno urbano industrial desde varias sensibilidades, expresionismo, futurismo, dadaísmo, cubismo, surrealismo; pero estas, tienen un elemento común. Son actividades compuestas, son cosas pegadas, son fragmentos pegados, que crean una nueva unidad estética: la obra de arte del siglo XX. Esos fragmentos pegados, son indicados con un término francés “coller” y la opción estética se ha llamado “Collage”.
Es el collage la actitud artística de la ciudad industrial y financiera. La cultura, también puede entenderse como un ensamble. Occidente descubre la belleza del arte africano, oriental, de la América prehispánica y toma sus elementos y los involucra en sus ensambles, en sus obras híbridas.
 Estos son los códigos artísticos que utiliza John Dos Passos, para construir la novela. La actitud collage es evidente, las voces diversas, los cuadros y escenarios alternos y simultáneos, le permiten hacer una grafía de la ciudad de Nueva York de 1900 a 1930. Las artes novísimas del siglo XX son también unos personajes: el cine, la publicidad y el mismo collage. El personaje del cine sale a la calle y es imitado, la publicidad es un “niebla eléctrica”, que hace delirar. Lo urbano industrial es percibido como un apocalipsis y se piensa en la destrucción de la torre de Babel.
La realidad es amada, detestada o condenada, pero ante todo se hace paralela, como infrarealidad o surrealidad. Por eso uno de los habitantes ficcionados centrales de Manhattan “da vueltas y vueltas por las calles buscando la puerta del sonoro rascacielos con ventanas de oropel; da vueltas y vueltas y la puerta no aparece. Cada vez que cierra los ojos la visión se apodera de él; cada vez que cesa de razonar en voz alta consigo mismo, frases pomposas y razonables, la visión se apodera de él”. Y si quiere conservar la razón tiene que hacer una de dos cosas: marcharse de la ciudad con la camisa sudorosa o quedarse y usar cuello blanco y perfumado.
 
Dios en New York es nuestro callado compañero
Por Guillermo Aguirre

La sesión del viernes 22 de febrero de 2013, comenzó con la lectura de de una relatoría sobre los dos primeros capítulos de Manhattan Transfer de John Dos Passos. En la relatoría se dice que la novela tiene una narrativa novedosa, porque inicia con el relato de la travesía de un ferry sobre el río Hudson. El ferry lleva abastos y pasajeros hacía la isla de Manhattan. Propiamente el ferry va del continente a New York, y los pasajeros son tomados como personajes a desarrollar, ahí está la novedad. Dos Passos muestra la ciudad de los sueños pero a su vez su dura realidad. En la novela se utilizan voces múltiples y múltiples personajes, además de un apoyo permanente en el periodismo.

La relatoría concluye al señalar el estilo del autor. Se dice que utiliza las entradillas como condensado de lo que desarrolla el capítulo. En el primero es la travesía del ferry, en el segundo “de que está hecha la ciudad”.

Luego de la relatoría se referencian varios temas. Dos Passos narra la ciudad a través de la voz de los personajes, ninguno de ellos raizal de New York, todos son inmigrantes, descritos con analogías cortas y sencillas y el acento extranjero o se insinúa la mezcla del idioma de origen del personaje con el inglés. Estas observaciones del autor le presentan como un observador con intensiones etnológicas. La etnología de New York de principios del siglo XX se hace con la gente sencilla del pueblo, no con los magnates.

Desde la apertura de la novela, publicada en 1925, se expone el tema central: cómo nace una ciudad, la ciudad del capitalismo moderno. Es necesario hacer la diferencia entre el origen del fenómeno ciudad y el origen de la ciudad industrial. El fenómeno ciudad en la historia de la humanidad se ubica en el año ocho mil antes de nuestra era. Y apareció para ser el hábitat de avances técnicos como la agricultura, el dominio de altas temperaturas, el saber sobre el cielo y ese dispositivo nemotécnico extraordinario como lo es la escritura.

La ciudad moderna del capitalismo industrial tiene ese mismo elemento básico. New York no es el hábitat de la técnica, lo es de la tecnología y esto diferencia los dos tipos de origen, además que permite hacer tipología. Han existido diversas ciudades: la ciudad antigua, la medieval, la villa moderna, la ciudad capitalista moderna, la ciudad manufacturera, la ciudad industrial y hoy la metrópoli del capitalismo tardío.

John Doss Passos se dedica a mostrar la ciudad de Nueva York en crecimiento desde finales del siglo XIX; y para ello utiliza como fuente la observación y la prensa periódica. Con estas herramientas de trabajo enfoca varios temas: los inmigrantes, la arquitectura, el espacio, los oficios, el ocio y la sociabilidad.

La inmigración es un efecto de las condiciones sociales, económicas y políticas que hicieron posible la nación norteamericana. El poblamiento del territorio se hizo bajo el lema de haber encontrado un lugar para la libertad religiosa y económica. Estos dos tipos de libertado fueron básicos, para el desarrollo del capitalismo sin las trabas que este encontró en Europa, como lo fueron las guerras napoleónicas. El fenómeno ciudad cuando reaparece en el occidente medieval, absorbe mano de obra y obliga a la liberación del siervo de los lazos feudales para que quede en libertad de coger rumbo a la ciudad. Así crecieron las ciudades antes de la era industrial.

El inmigrante Neoyorkino llega por propia libertad en busca de fortuna. New York arriba a la era del capitalismo industrial como producto de sus condiciones de posibilidad, ancladas en la historia. Concentra capital industrial, comercial y financiero como ninguna otra ciudad y para que subsista y se reproduzca abre sus puertas a todo aquel que desee abrirse camino. Si la fortuna lo asiste, las leyes de la ciudad le garantizas seguridad para su propiedad privada.

La concentración de mucha parte de la riqueza del mundo en Nueva York, obliga a la adopción de una arquitectura apropiada. La densidad de la inmigración encarece el suelo y hace que la edificación gane en altura. Por eso el “rascacielos” en un fenómeno neoyorkino y desde ahí se difundió por el mundo. Pero la edificación en altura exigió nuevos materiales y nuevas capacidades humanas. Esto ocurrió. Los “rascacielos”, se construyeron en acero atornillado y luego forrados con mamposterías livianas. La arquitectura del alba del siglo XX en Norteamérica creó un paradigma estético: la forma debe obedecer a la función. Las torres metálicas debían solucionar el problema de la carencia de espacio pero al mismo tiempo debían agradar al observador. El primer rascacielos se construyó en el cruce de Broadway con la calle 23 en 1903. Este cruce tangencial produjo una esquina cuneiforme. Allì el arquitecto Daniel Burnham construyó un edificio de de 86 metros de altura y 21 pisos. El edificio en forma de cuña terminó convirtiéndose en el símbolo arquitectónico de New York y fue bautizado por el común con el nombre de la “La plancha”.

Estas consideraciones revelan un sentido práctico y pragmático de los americanos del norte. Este sentido se funda en un cristianismo práctico. Allí se desarrolló una corriente teológica que se inclinó y se inclina por definir la religión como una revelación que somete al ser humano a una crítica de lo revelado. Una alta cantidad de grupos religiosos o movimientos teológicos practican una “tecnología espiritual”, que permite alcanzar los siguientes objetivos:
Uno: El cuerpo humano es un radioreceptor apropiado para recibir “los mensajes de la emisora de Dios”.
Dos: Dios es “el más grande de los ingenieros… es nuestro callado compañero”.
Tres: Así en esta lógica es natural que Dios sea un hombre de negocios.

Esta tecnología espiritual, parece charla, pero muestra la realidad del estado espiritual de la mayoría de los norteamericanos. Pertenecen al mundo de la reforma protestante, son cismáticos, por excelencia. Aquí hay una diferencia fundamental con el cristianismo católico. El protestantismo norteamericano progresa teológicamente. El decir que el cuerpo humano es un receptor que capta la emisora de dios, es muestra de una sociedad que se relaciona con dios en términos de pacto. Si el dios no es permisivo con el ser humano, ese dios no sirve y se debe cambiar. Eso ocurrió en 1530. Los protestantes cambiaron el dios católico romano por el dios que les permitía acumular capital.

Manhata Transfer: Paso al azar. Un juego entre el amo y el esclavo
Por Guillermo Aguirre
Se encuentran tristes y crueles temas, en los últimos capítulos de la primera parte y en los primeros de la segunda, en Mnhatan Transfer de John Dos Passos. Hechos recurrentes en los habitantes de la ciudad de New York, en los albores del siglo XX. Son hechos iguales a los ocurridos en todas las ciudades grandes y se inscriben en esa categoría analítica señalada con el concepto “movilidad social”. El ascenso social en poder económico y prestigio, lo puede lograr cualquier habitante. Este ascenso lo rige su talento, su grado de adaptabilidad y un tanto la suerte.

En la parte de la novela nombrada están personajes para quienes la movilidad social ha operado al revés. Son los siguientes casos: Bud, llegó a New York huyendo de su tierra, luego de haber matado a su supuesto padre. En la ciudad, esa culpa, todos se la enrostraban, creía él; por eso se suicidó.

El hombre del pelo rojo, la nariz torcida y el acento forzado de Oxford, dice haberse criado con Josiah Herf, presidente del First National Bank y se lamenta de la suerte , pues ahora, él es un saltimbanqui, un perro arlequín.

Casandra Wilkins, fue Bailarina de las Morgan Dancers, y ahora limpia las camas y la casa de inquilinato mientras espera quien la contrate para hacer un número de baile. Se pide no reírse de ella, por su mala suerte.

Joseph Harland, corredor de bolsa. Luego de haber tenido en sus manos varias empresas, se dedicó al alcohol y se arruinó. Ahora pide para comer y está abandonado por su familia.

Alternativo al análisis de la llamada “movilidad social”, se esgrime la noción de “esclavitud industrial”, según ella todo trabajo que exija producir más de lo que se necesita, es un trabajo esclavo. El ser humano nunca ha realizado un trabajo equitativo y liberador. Siempre ha trabajado para el más poderoso. El trabajo equitativo y liberador está por llegar y lo debe implantar el hombre nuevo. Esto ocurrirá cuando el ser humano que trabaja, sólo lo hará por dos horas diarias; porque con la tecnología del siglo XIX y XX, las necesidades básicas de alimento, vivienda y ocio, se satisfacen con lo producido en dos horas. El resto de la jornada es plusvalor, es trabajo que se lo apropia el Estado o el capitalista.

La “movilidad social”, aparece en la sociedad occidental, con el ascenso del liberalismo y los derechos del ciudadano. El futuro de cada individuo, ya no está señalado por su nacimiento, como ocurría en el viejo régimen. Ahora cada ser se labra su futuro según su talento o su educación. Por eso las condiciones de libertad así estipuladas crea ese dispositivo espacial, llamado ciudad. La masa de individuaos libres en el espacio citadino solo tiene la competencia como medio de subsistencia. Seres tirados a la contingencia y al azar; hoy se come, mañana no. Hoy se trabaja, luego no. Hoy se es rico, mañana mendigo.
Pero lo cruel es que este dispositivo espacial es una “atracción fatal” para la gran mayoría.

Las dos caras de Jano en Manhattan de 1925
Por Guillermo Aguirre González
Hombres harapientos traspalan nieve en la ciudad opulenta; un abogado prestigioso y próspero se deja punzar por el aguijón de la política. Un lechero sufre un accidente de trabajo, demanda la empresa, gana y con ese capital se convierte en un sindicalista manipulador de la voluntad electoral. La prohibición de la producción y distribución del alcohol, hace surgir a los contrabandistas y a los timadores de los contrabandistas, en lucha a muerte por el predominio.

La ciudad opulenta, de seres humanos masificados también permite la aparición del falsificador que suplanta mil nombres. Permite al periodista con menos salario que la actriz dramática; el periodista registra la existencia de los obreros, llamados a tener conciencia de su explotación y de la necesidad de su organización. La ciudad opulenta, en proceso de convertirse en el centro del mundo y en la heredera de lo mejor de la civilización occidental, expulsa a los comunistas porque quieren meter a los obreros en un capítulo de la internacional de los trabajadores.

En la New York de los años veinte y treinta del siglo XX, quedan expuestos los fenómenos de la gran ciudad de la sociedad industrial. El ejercicio de la política en la democracia moderna, tiene las dos caras de Jano, la una mira al comienzo y la otra mira al final. El comienzo es la ley escrita, la constitución, el hermoso mundo de los derechos individuales y de la libertad. El final es la resultante, es la trampa legal, la componenda, el clientelismo, las fidelidades compradas. El político, producto de la más excelsa movilidad social (de lechero a rico comprador de fidelidades), sabe de antemano el resultado de las elecciones, por el cálculo de los sectores sociales controlados.

Vivir en ciudad bajo condiciones de la libertad de empresa y todas las otras libertades que proclama el liberalismo leseferista, es tener la oportunidad de hacer dinero fácil, si se tiene el valor de enfrentar las prohibiciones. El capitalismo es un vientre abultado deseoso de engullir cada vez más y este ser no tiene moral, o mejor ha construido su propia moral, todo negocio que implique ganancia es de buena conducta aunque se mueva en los límites de lo prohibido. Por ello el capital comercial se trueca en capital industrial y este en capital financiero; tres tipos de capital basados en el despojo y dirigido a la concentración de la riqueza en unos pocos individuos. Por eso cuando el Movimiento por la Templanza de 1919, consiguió en Estados Unidos prohibir la producción y distribución de alcohol, produjo mafias de contrabandistas de alcohol, dueños de grandes fortunas clandestinas dedicadas al crimen y a la corrupción de las autoridades y la sociedad, hecho recreado en Los intocables de Eliot Ness.

Pero la libertad de la sociedad capitalista, en su lógica, cava su propia tumba. La libre asociación, proclamada por el liberalismo decimonónico, para permitir el monopolio de algunos mercados, es utilizada y aplicada a la libre asociación de los trabajadores. Esta es la mecánica del sindicalismo. En 1866 se reúne la primera internacional del trabajo, en Londres. Allí se expone la misión histórica del proletariado (según El manifiesto comunista de Marx) de tomarse el poder en el mundo y construir una sociedad igualitaria. Esta primera internacional se desgarró por la lucha entre anarquistas y comunistas. La segunda internacional se reunió en Bruselas en 1889. En ella se enfrentaron los partidarios de la toma violenta del poder (Rosa Luxemburgo) y los partidarios de la opción parlamentaria (Eduard Bernstein), para participar en las elecciones y luego de ganarlas construir el socialismo. Este debate es el que asumen los comunistas norteamericanos. Los dueños del capital detectaron, el crecimiento de la organización obrera, bajo las mismas leyes de libertad de asociación de la ciudad. Para impedir el crecimiento de los sindicatos obreros, solo quedaba el camino de expulsar a los comunistas y negar los principios de la misma sociedad burguesa, los principios del orden liberal burgués, pero seguir proclamándolos. Estas son las dos caras de Jano.

Estudio de Los miserables

Conciencia y abalorios
Por Guillermo Aguirre
La autoridad verdadera es la ciencia, la luz, la conciencia, porque “la conciencia es la cantidad de ciencia innata que tenemos en nosotros mismos”, dice el anciano convencional.

Solo existe el ideal, el infinito. El infierno tiene como límite el yo, El yo existe. “Este yo del infinito es Dios”, también dice el anciano convencional.

Y dice además: “He sostenido siempre la marcha progresiva del género humano hacia la luz …”

El progreso es la luz, la verdad y la ciencia, es la conciencia del yo, es la idea o lo ideal. El progreso se consigue con violencia. La Revolución Francesa es un paso hacia el progreso y lo que pasó en el año de 1793, es solo la expresión tempestiva de un acumulado milenario de miseria e injusticia.

Estas ideas de Víctor Hugo puestas en boca del revolucionario, son transformadas en una dicotomía en boca de Jean Valjean. Éste se entera que va ha ser juzgado un hombre bajo su identidad. La justicia se ha equivocado y condenará un inocente. El yo de Jean Valjean entra en un proceso de reflexión, donde todo hablaba en él menos la boca. Si ayuda a ese prójimo se ubica en la luz, si deja que le condenen, y protege su yo, se ubica en las tinieblas.

El egoísmo tiene mucho de infierno, el yo es un océano que se traga las sociedades, pero para Jean Valjean, el tomar partido por el yo implica mantener la prosperidad del país de M. , es garantizar la vida de las fábricas y el trabajo de los obreros y sus familias. Salvar el inocente que será condenado bajo su nombre es matar el progreso de M. , pero al mismo tiempo cumplirá su promesa de redención hecha a monseñor Bienvenido. La situación transforma la fisonomía del señor magdalena.

Así plantea Víctor Hugo la condición del ser humano moderno, la condición del mundo moderno, la lucha entre el yo y el colectivo. El individualismo capitalista burgués, deja como resultado la miseria de muchos y la riqueza de pocos.

Volcar la vida de los seres humanos hacia el individualismo es la conciencia del yo, de la idea, de la luz. Tomar partido por el colectivo, por el prójimo, es matar el progreso. El prójimo lo representa el inocente.

Esta dicotomía se le convierte a Víctor Hugo en un enigma, en una paradoja insoluble, pero deja en el lector una imagen de la efervescencia intelectual del siglo XIX. En la primera mitad del siglo, época de la novela, Los miserables. Nacen allí, las ciencias humanas, la economía política y se posesiona el método científico.

Por eso, tantas ideas sin una aparente relación, es muestra de lo que se cuece en el crisol. El desarrollo industrial hecho por el señor Magdalena y el concepto de fisionomía, son expresión del debate sobre el origen de la riqueza en el periodo nombrado. Ocurrió allí una confrontación entre fisiócratas y liberales. Turgot y Quesnay, los fisiócratas, no percibieron el cambio y se mantuvieron en la creencia de que la tierra era la productora de la riqueza en un mundo ya claramente burgués. Puede leerse en los fisiócratas no solo un apego incondicional al campo sino la persistencia del culto a lo natural como verdad inmediata.

Pero, en estos debates sobre problemas económicos de la época, ganaban audiencia las propuestas teóricas de Adams Smith y David Ricardo. A ellos los conocemos como los economistas clásicos. Esta pareja de ingleses desentrañaron el origen de la riqueza en la sociedad capitalista y burguesa. El valor de todo bien se originaba en la cantidad de trabajo necesario para producirlo. Ubicaron como fuente del valor, el trabajo. Por eso la riqueza de las naciones estaba en el poder industrial. En el poder logrado por el señor Magdalena, con la fabricación de abalorios.

David Ricardo, señala una economía como dinámica, cuando se basa en la división del trabajo para hacer eficiente la labor y así poder competir en el mercado. Pero, este proceso tiene resultados, si desde el Estado se auspicia y se garantiza la libertad económica.

Estas teorías económicas, sólo fueron posibles con la potenciación de la conciencia, como ciencia del yo libre y autocrático. La conciencia del señor Magdalena se sumerge en el mundo océano de lo desconocido de su yo y luego de encontrar la oscuridad insondable de su pensamiento toma la decisión de sacrificar el progreso en pos de la salvación de un inocente.

Víctor Hugo, plantea una dicotomía con el concepto de conciencia. El énfasis en la conciencia de Jean Valjean y su esfuerzo por auscultarla, permite señalar su contrario, la inconsciencia, mundo oscuro que será tratado por la sicología de finales del siglo XIX y principios del XX.

La sociedad, la conciencia, la economía, la libertad, la justicia y la violencia son conceptos que atraviesan Los miserables de Víctor Hugo, y puede decirse, son conceptos que toma la literatura del siglo XIX, pero paralelamente son desarrollados por el pensamiento filosófico para convertirlos en el centro de la reflexión científica, en el centro de las novísimas ciencias humanas.

Entre Hugo y Voltaire
Por Guillermo Aguirre G.
A la altura de la segunda parte de Los miserables se puede detectar un método en la escritura de Víctor Hugo: toma un pedazo de la historia para afirmar o reafirmar el carácter de un personaje. Así describe la batalla de Waterloo para hacer aparecer en medio del horror a Thenardier.

De igual forma, describe la guerra de 1823 en España. Los liberales españoles, dirigidos por el duque de Angulema, quieren revivir la constitución liberal de 1812, hecha bajo parámetros bonapartistas y con la intensión de montar un régimen republicano. La Santa Alianza producto de la Restauración y guiados por Francia, reprimen las pretensiones de Angulema. Víctor Hugo hace este ejercicio histórico para introducir un nuevo acto de valor y la nueva fuga de Jean Vajean. No porque Valjean hubiese estado en España sino porque salva un marinero en peligro de muerte a bordo de un navío que retorna de esa tarea restauradora.

Alrededor los Thenardier y de los Angulema, flota un pensamiento, que Víctor Hugo quiere resaltar e insistir sobre él: el pensamiento volteriano. Un pensamiento que puede conectarse con el bonapartismo. ¿Cómo?

Voltaire afirma en su obra El siglo de Luis XIV: “En esta historia me interesaré sólo por lo que merece la atención de todos los tiempos, que puede pintar el genio y las costumbres de los hombres, servir de ejemplo y fomentar el amor a la virtud, a las artes y a la patria”. (Voltaire. El siglo de Luis XIV. En librodot. Versión digital. Pg. 4).

La expresión, hechos que merecen la atención, señala una filosofía de la historia. La historia es los hechos magníficos, la historia de los grandes hombres, de los grandes acontecimientos. Por eso la historia que se hizo en la segunda mitad del siglo XVII y en el siglo XVIII, fue una historia política. Las acciones del poder, de reyes, señores, emperadores. Los demás hechos de los seres humanos no interesaron y según Voltaire porque no merecen entrar en la historia, porque no son ejemplarizantes.

El bonapartismo se emparenta con lo volteriano, ahí. Napoleón hizo grande a Francia. Por él Francia fue ejemplo de civilización y la impuso al mundo. Los hechos del imperio francés deben entronizarse en la historia con la solemnidad ritual de las grades épocas, como la de César, como la de Alejandro Magno, Egipto o los Borgia.

El pensamiento volteriano lleva implícito la idea de progreso. Por eso Thenardier, a pesar de ser un buitre y una hiena, se jacta de ser bonapartista, no demócrata, sino imperialista. Está de acuerdo con civilizar por la fuerza. La autoridad del progreso da licencia para extender el dominio y el culto por el poder y los poderosos. Thenardier en su bodega-hospedaje se derrite en atenciones con aquellos que tiene poder y satiriza y esclaviza a los pobres seres como Cosset.

La indigencia y el contacto
Por Guillermo Aguirre González
Hay dos acontecimientos en la vida de Mario Pontmercy, de Los miserables de Víctor Hugo. Acontecimientos enmarcados por un hecho político histórico en la Francia del siglo XIX, según la fecha y algunos indicios dados por el narrador.

Se vive la revolución de julio de 1830, por la que se entroniza la monarquía de Luís Felipe, príncipe de la casa de Orleans.

Terminado el imperio, la restauración entra en 1814 con Luís XVIII, quien asume el gobierno firmando una carta de compromiso, donde acepta la monarquía constitucional, el reconocimiento de un parlamento con dos cámaras y sustentado por parlamentarios elegidos por sufragio censatario. También la carta reconoce la vigencia de los derechos del hombre y el ciudadano.

En 1824 muere Luís XVIII y asume el gobierno su hermano Carlos X. Este desconoce la carta al proclamar decretos de censura a la prensa, limitación de los derechos y el sufragio. Su objetivo fue conducir de nuevo a Francia hacia la monarquía absoluta, tal como la imaginaba el abuelo Gillenormand.

En 1830 la burguesía liberal y la burguesía monárquica, se enfrentan a Carlos X, lo deponen y entronizan a Luís Felipe, con la misión de sostener la monarquía constitucional y elabora una nueva constitución para superar la informalidad de la carta de 1814.

Los jóvenes que vivieron la revolución de julio, tuvieron una mirada nacionalista sobre Europa. Criticaron el dominio de pueblos sobre pueblos y clamaron por la independencia nacional. Este proceso es novelado en los miserables. La sociedad del ABC (abaissé: del oprimido), compuesta por jóvenes de variada concepción política, como los utopistas, monárquicos constitucionales, nacionalistas, otros liberales y todos antimperiales. Se declararon sociedad secreta y tomaron como sede una taberna, es decir, la vida del café. Unos defienden la carta de 1814, otros la critican porque piensan en una nueva constitución para Francia.

El joven Mario Pontmercy, entra en contacto con la sociedad secreta y expone ante ellos sus ideas de idolatría napoleónica y de cesarismo. Mario descubre que el “abaissé” quiere olvidar el imperio y a Napoleón por ser obra de corsarios y negadora de la libertad. Ante esta palabra Pontmercy, se retira de la sociedad.

El contacto se hace de dos maneras: uno con el “abaissé”, otro con Cossette. Esto lo hace Mario luego de una transmutación personal económica y política. El descubrimiento del padre, lleva a una investigación documental sobre el imperio, el emperador y la guerra. El barón Pontmercy se convierte en cesarista y se gradúa de abogado, entiende la libertad, la igualdad, la república, la monarquía y la pobreza, desde la idea napoleónica. Estas convicciones son más poderosas que el bienestar económico. Por eso renuncia a la heredad de su abuelo porque este le pone como condición dejar el bonapartismo.

Mario culto, tímido, asceta y pobre, entra a cumplir las condiciones para contactarse con Cossette.

La estética romántica en Los Miserables
Guillermo Aguirre González

Poner en el camino del hombre que huye un callejón sin salida; poner una pared escalable por el cuerpo hercúleo de Jean Valjean, al final del callejón; poner tras la pared a un viejo amigo que le debe la vida y además tras la pared un convento para mujeres en el que se predice y espera recluir a la pequeña Cossette; hacer la historia del convento e incluir esa historia en las tradiciones francesas; toda esta técnica literaria, hace parte del romanticismo.

Buscar la historia para enriquecer la narración, es darle fundamento a la nación. Francia creó la Asamblea Nacional, como máquina de gobierno para reemplazar a la monarquía. La monarquía se restauró; pero quedó la idea de nación como aquello que anida la democracia, la igualdad y la república.

La nación tuvo una reivindicación conservadora. Como réplica a la francesa, la alemana, pensó la nación como el alma del pueblo, la tradición, el espíritu del pueblo, el folk.

Hacer literatura para mostrar y darle sentido a ese nuevo sentimiento indicado con la palabra nación, es un movimiento en la estética occidental y se le pone el nombre de romanticismo.

“Las investigaciones sobre el folklore adquirieron un repentino desarrollo; y el romanticismo, que utilizaba todas las tradiciones populares, que glorificaba el pasado y hacía brotar de él manantiales de sensibilidad y de imaginación, suministraba al movimiento nacional un rico caudal” (Georges Weil. La Europa del siglo XIX. UTEHA 1961).

Víctor Hugo expresa diáfana esa sensibilidad estética del siglo XIX. Ve belleza en el discurso de la historia. A pesar de hacer diferencia entre la historia y la literatura, pone a disposición de la narración la historia de Francia, y sobre todo lo que le es más caro al francés restaurado, el cristianismo galo: el éxtasis monacal, los cantos gregorianos, las catedrales, el arte cluniacense, etc.

Hay otro pasaje que refuerza el romanticismo de Los miserables: Javert por indicios y especulaciones pilla de nuevo a Valjean. El narrador le explica al lector el porqué Javert no prende de inmediato al expresidiario. Porque duda, y si ese sabueso se equivoca caerá sobre él la justicia garantista de la libertad ciudadana. Y … ¿esta en qué consiste? Son las ideas de la opinión pública, defendidas en la prensa periódica. Ella es todo poderosa, es sabia y dice la verdad, tanto que le permitió llegar de nuevo ante Valjean. El indicio, el suspenso, el acontecimiento predecible, el dolor, y el resarcir al caído, son elementos románticos deliciosos.

Guerra en la ciudad
Guillermo Aguirre González

Ahí en los miserables, entrar en la sombra es entrar en la guerra, pero no en cualquier guerra; es en la guerra civil. Esta tiene una constante, la hacen las multitudes guiadas por hombres líderes. Los líderes son seres que han logrado salir del marasmo de la masa y de la rutina y adquieren una concepción del mundo muy personal y distinta de la común. Se convierten en guías de la humanidad.

Es la guerra civil una especie de guerra. No es la guerra entre estados o naciones, es la guerra ciudadana. Ocurre en el espacio de la civitas. En términos estrictos es la guerra de la civilización, porque tiene el nombre latino del territorio urbano, la civitas. Para los griegos sería una guerra política porque ocurrió en el espacio de la polis donde se enfrentaron eupátridas y demócratas. Se tiene noticia de guerra civil en el imperio egipcio entre seguidores de Amón contra los de Atón o la oscuridad contra la luz. No se tiene gentilicio para esta guerra fratricida ejipcia. En términos rigurosos la guerra civil enfrenta a connacionales entre sí, es decir enfrenta a los miembros de un mismo filium.

La guerra de la ciudad moderna, ha adquirido la connotación de ser una guerra dentro de la nación, entre connacionales. Luego de que aparece el Estado - nación y entra en conflicto armado interno, se dice estar en guerra civil. En ella los bandos o los partidos exigen y eligen un líder, que por heroísmo o traición se eleva a la categoría de hombre conspicuo, y pasa a ser parte de la historia política del pueblo y de la identidad nacional.

La confrontación bélica así pensada enfrenta dentro de la multitud de una nación a liberales contra conservadores, monárquistas contra republicanos, anarquistas y demócratas o liberales de centro contra liberales de izquierda, o comunistas de la línea correcta y comunistas equivocados según sus propios líderes.

Hay una reflexión filosófica, antes de la guerra, las ideas inspiran, se piensa la libertad y la justicia y se llega a un estado que exige pasar de la reflexión a la acción. Este proceso es visible con la Enciclopedia. Todo lo que es posible saber se compila y se descubre que ese todo es obra humana. Es humana la ley, la igualdad, el despojo, el hambre y la servidumbre; pero también es humano el deseo de un mundo nuevo pleno de felicidad. Por eso canta Gravroch: “Pero como hay Bastillas/ y otros presidios,/ conviene ahora ocuparse/ en destruirlos./ ¡Que viva el pueblo!/ y húndase el viejo mundo/ ruinoso feo.”

La reflexión y la acción, concretadas en la guerra civil, tienen un territorio. La geografía obliga y exige controlarla y liberarla del enemigo para ejercer el poder. El territorio son las calles, la unión de calles tomadas, la ciudad, la unión de ciudades tomadas, el Estado - nación. En el territorio se imponen los idearios de los vencedores y sus líderes esclarecidos. La guerra en la ciudad exige una concepción nueva del espacio. Los ojos y el cerebro se han elevado sobre la superficie. En el caso de los revolucionarios franceses de 1832, se vieron obligados a concebir un “París a vista de búho”. Hay una relación unívoca entre la ciudad y el cerebro que se eleva sobre la superficie. El ser humano que ha abandonado la trashumancia y ha adoptado el espacio urbano como sede de su vida, se obliga a medir el cielo y mirar desde él su ciudad. Se obliga a ser astrónomo y geopolítico.

La guerra civil en Francia tiene la constante de todas: una multitud o una masa se levanta contra un poder que oprime. Pero como el opresor invoca la justicia y el derecho divino, el revolucionario invoca la justicia y el derecho del pueblo, y el pueblo se inspira en la Enciclopedia, en los regicidas de 1793, en la luz. El pueblo, según Víctor Hugo, quiere, “restablecer la verdad social, volver su trono a la libertad, volver al pueblo a su hogar, volver al hombre a la soberanía, volver la púrpura a la cabeza de Francia, restaurar en su plenitud la razón y la equidad”.

La taberna Corinto
Por Guillermo Aguirre González

Se lee el protocolo correspondiente a la sesión del 17 de agosto de 2012. La protocolista se refiere al tema del caló y las lenguas, tratado en pasadas sesiones. Luego comenta sobre a la taberna Corinto, lugar de encuentro de los protagonistas de la revolución francesa de 1832. Dice que la taberna es un espacio ciudadano muy antiguo, pues de él se tiene noticia de su existencia en Egipto, Grecia, Roma y la Edad Media.

La Taberna Corinto, ubicada en París, contaba con más de trescientos años de antigüedad y sus dueños y clientes se caracterizaban por tener bigotes de apariencia tragicómica y sus mujeres feas, coloradas y barbudas; y con criadas poco dignas de ser exhibidas. Se muestra como es el lugar apropiado para albergar a los amigos del ABC comprometidos con el motín.

La protocolista también se refiere a las barricadas y el motín. Se llamó barricada la conjunción de barriles y adoquines a modo de trincheras para la lucha callejera. Y el motín como un levantamiento popular contra las autoridades monárquicas de Francia de 1830.

El protocolo se pone a consideración de los presentes y estos argumentan sobre el origen del concepto izquierda política; sobre el poder monárquico de origen divino reemplazado por el poder constitucional; sobre las convicciones revolucionarias de Víctor Hugo, según Vargas Llosa; el cambio dinástico en Francia; los mitos sobre la monarquía como El hombre de la máscara de hierro y Los tres mosqueteros. Y por último sobre la diferencia entre los conceptos de masa, Multitud y pueblo.

La lectura de una relatoría sobre los libros de Los miserables titulados “Mario entra en la sombra”, “La grandeza de la desesperación” y “La calle del hombre armado”, permite tratar sobre el concepto de guerra civil. Se dice que esta guerra es diferente a la guerra entre estados. Por ejemplo la guerra del Peloponeso entre Atenas y Esparta o entre Grecia y los Medos. O las más recientes ocurridas dentro de la primera y la segunda guerra mundial. La guerra civil se caracteriza por enfrentar dos partidos o facciones dentro de una misma nación, como ocurrió en Colombia en la llamada Guerra de los Mil Días.

La guerra de las barricadas antes de ser calificada por una tipología, es un acontecimiento narrado por Víctor Hugo, en el que muestra su maestría, al tener bajo control la novela, porque allí en la barricada confluyen las tragedias de Mario, Mobeuf y Eponine. Fueron héroes de la casualidad por sus vidas trágicas. Y también se expresa el problema de la jefatura. El dirigente Enjolras deja el lugar a quien lo quiera tomar por su heroicidad en el fragor de la batalla y por consejas, como las recibidas por Mabeuf al ser confundido con un regicida y un convencional.

Los asistentes al taller de literatura “Dulce Viernes”, consideraron necesario hacer énfasis en los conceptos de guerra civil, masa, multitud, muchedumbre y pueblo.

La guerra civil es un concepto tratado por Karl Marx, contemporáneo de Víctor Hugo. Para Marx, este tipo de guerra comenzó en Francia en 1789 y tuvo varios capítulos en 1830, 1848 y 1870. En esos episodios la guerra comenzó con motines, asonadas e insurrecciones. Lo importante estuvo en la lucha de clases. Marx dejó tres obras específicas sobre la Francia revolucionaria: La lucha de clases en Francia, El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, y La guerra civil en Francia. En esos textos Marx, no se mete a definir los conceptos y pareciera que se burla de Víctor Hugo por ser tan cositero. En Francia revolucionaria hay que ver la expresión de la universalidad del materialismo histórico y no las pasiones humanas particulares. Esto puede decirse por las calificaciones marxistas adjudicadas a Víctor Hugo. Dice Marx:

1. Cuando la Asamblea Nacional (1850) debatió la ley de Prensa, que obligaba abolir los anónimos y firmar los artículos, y la ley de abolición del sufragio universal, la izquierda desmoralizada se limitó a aplaudir un discurso de Víctor Hugo por sus “brillantes párrafos de una vieja notabilidad luisfilípica” (La lucha de clases en Francia).

2. Luego del golpe de estado de Napoleón III (1852), se encontraba en las librerías de París tres obras sobre el golpe: Napoleón le petit de Víctor Hugo, El dieciocho brumario de Luís Bonaparte de Marx y Coup d’etat de Proudhon. Marx dice de la interpretación de Hugo: “se limita a una amarga e ingeniosa invectiva contra el editor responsable del golpe de estado. En cuanto al acontecimiento mismo, parece, en su obra, un rayo que cayese en un cielo sereno. No ve en él más que un acto de fuerza de un solo individuo. No advierte que lo que hace es engrandecer a este individuo en vez de empequeñecerlo, al atribuirle un poder personal de iniciativa que no tenía paralelo en la historia universal” (El dieciocho brumario de Luís Bonaparte).

3. “Al votarse en la Asamblea Nacional el presupuesto de la expedición romana, Víctor Hugo por un supuesto liberalismo, puso a discusión esa carta”. Marx dice esto, porque con discusión o no, la expedición romana ya estaba decidida por el emperador (El dieciocho brumario de Luís Bonaparte).

Sobre este punto se puede concluir lo siguiente: la guerra civil ubicada en la ciudad es cuestión de encuentro de pasiones y tragedias, es el interés de la literatura dedicada a lo humano, a ese ser que, casi incomprensible, se introyectó por efecto del romanticismo. Este es el punto de vista de visible en Los miserables y obligó a mostrar cuando el personaje se amotina, se insurrecta o participa en asonadas, en lugares definidos de la ciudad. Para Marx, no importaron esas particularidades románticas. Lo fundamental es la guerra civil como expresión del desarrollo de las leyes de la historia, desarrollo de la lucha de clases, lucha expresada con oscuridad en épocas anteriores, pero ahora en la Francia del siglo XIX, es visible y diáfana.

Otros conceptos importantes son los de masa, pueblo, multitud y muchedumbre. En un texto de Michel Vovelle titulado La mentalidad revolucionaria, se dice que la muchedumbre es una denominación adjudicada al fenómeno de aglomeración de seres humanos por causa de los oficios. La reunión de mercaderes en el mercado, de consumidores de pan que hacen cola en las panaderías, los cosecheros reunidos en el campo de cultivo, los artesanos en sectores especializados de la ciudad, etc. Son muchedumbres porque la ocasión los reúne. Las muchedumbres se transforman en multitud, cuando son convocadas para efectos de defensa de intereses políticos, económicos o morales. Muchas veces la muchedumbre decide luchar y proclama una injusticia y por eso se transforma en multitud al convocar la generalidad a la solidaridad.

La noción de pueblo, pasa de indicar un espacio geográfico local, a indicar un actor político, en la época moderna. Cuando los súbditos dejaron de serlo por el paso del poder del monarca a la Constitución, se les llamó pueblo soberano o constituyente primario. Este proceso comenzó con la teoría política de finales del siglo XVII, siguió con la ilustración del siglo XVIII y adquiere la connotación de sujeto político en el siglo XIX. La soberanía pasa de los monarcas al pueblo soberano.

El concepto de masa, es acuñado por los estudiosos de la sociedad industrial. Los socialistas utópicos, los socialistas científicos, los anarquistas decimonónicos y los positivistas, cuando necesitaron nombrar el fenómeno de la fuerza de trabajo que mueve la industria, optaron por el de masa. Producción masiva hecha por una masa de trabajadores. Ahora cundo estas masas, por efecto de la miseria que trajo la producción capitalista, se organiza en asociaciones para luchar por la reducción de la jornada de trabajo, por la higiene del lugar de trabajo, por la justicia social, se nombra la masa de los trabajadores o la masa de los obreros, llamada a construir una nueva sociedad.

La sociedad capitalista, con su mercado mundial, la producción en serie, la acumulación de capital, la guerra por los mercados, se caracteriza por hacerlo todo en masa. La industria consume trabajo en masa y la guerra consume masas de seres humanos.

Un convento para Cosette
El arribo de Jean Valjean con Cosette a la tapia del convento de las Bernardas Benedictinas de la calle Picpus, sugiere la intensión del narrador de Los miserables. Quiere recluir a la pequeña en ese claustro; pero ¿cómo hacerlo?. Se ha advertido que es un convento con un colegio adjunto para señoritas pertenecientes a un sector social aristocrático de la ciudad de París. Por eso la entrada de Cosette debe ser de manera informal. Y esa informalidad exige el drama y el suspenso.

Drama el que padece Fauchalevent. Muchas sensaciones y sentimientos juntos que le impiden razonar, y solo guiarse por la gratitud debida al señor Magdalena. Suspenso el de Jean Valjean que corre el riesgo de ser enterrado vivo por un golpe de azar de la vida, genialmente diseñado por el narrador.

La informalidad obliga a romper la racionalidad con muchas formas. Entrar al convento escalando una tapia de convento, suficientemente alta. El jardinero oculta dentro del convento un hombre y una niña; el ser descubierto le hubiese valido el despido y la muerte. La muerte de una madre superiora que lleva a las monjas a romper las leyes del Estado por sepultar su cuerpo en la cripta del convento. Este servicio prestado por Fauchalevent es una deuda cobrada con la franquicia para que Jean Valjean entre como jardinero al convento y Cosette sea admitido en el colegio por caridad y por fea. Toda esta informalidad está formulada de manera concreta con la paradoja: “para entrar en necesario salir”.

Las escenas de este libro, además de tener un magnetismo para con el lector, plantea dos tres temas: las relaciones Estado iglesia; el claustro; el alma romántica.

La monja madre que habla, está convencida que sepultar a la madre Crucifixión es ejercer el dominio de la religión sobre el gobierno, porque la cruz domina, así como el mundo gira; y dice además: “¡De un lado San Benito, de otro el inspector de calles!”; “El Estado la policía urbana, las pompas fúnebres, la administración ¿Qué tenemos que ver con eso?”; “Vuestra salubridad es una invención revolucionaria. ¡Dios subordinado al comisario de policía!”; lo que se da al Estado (al César), es lo que sobra después de pagar a Dios.

Los miserables y los conventos
Por Guillermo Aguirre González

El narrador multipersonal de “Los miserables”, dice que “perdonamos en todo al pasado, con tal que consienta en estar muerto”. Por esta convicción, el narrador ataca el monaquismo eclesiástico y se congratula de la revolución de 1789 (la francesa) porque decidió desterrar este mal de la humanidad.

Pero cuidado, advierte el narrador, con ir muy ligero con lo que significa, lo que hay dentro del sentimiento monástico. En él habita el ascetismo, actitud equivalente a la del sabio. La sabiduría y el ascetismo, tienen la misma raíz y comparten el mismo objetivo, reflexionar sobre lo desconocido. “Lo desconocido es un océano” y el ser humano navega en ese océano con la brújula de la conciencia, el pensamiento, la meditación y la oración, es decir, con la sabiduría y el ascetismo.

Se debe respetar el convento cuando en él están los ascetas, no cuando es guarida de fanáticos, supersticiosos y gusanos. Este último fue el que quiso destruir la revolución, porque metió a la humanidad en el oscurantismo medieval.

El narrador, acepta el convento y lo justifica por ser un ejercicio de libertad. Por esta, el ser humano tiene derecho a asociarse y encerrarse, pero también, por esa misma libertad, la sociedad tiene derecho a someter el monasterio a los códigos republicanos y laicos. Si la sociedad determina que el convento obstaculiza el desarrollo de la humanidad, la sociedad tiene derecho a defenderse y transformar el convento en una institución escolar.

Esta posición ante el convento, es tomada a nombre de todos, pues el narrador involucra a los lectores al decir “habiendo encontrado un convento en nuestro camino, hemos debido penetrar en él”. Y se toma la vocería de todos para hablar de lo que se cree, en especial de una concepción del mundo.

El sabio y el asceta, con sus conciencias y sus reflexiones, piensan el infinito, el absoluto, que es dios y es el yo. En el ser humano hay un infinito terrestre un yo terrestre, y tiene el atributo de contemplar el infinito “de arriba” el yo divino. Este infinito es desconocido; pero pude conocerse con la ciencia. Así la ciencia es el descubrimiento de la obra de dios. Quien niega esto, es un nihilista y por tanto un torpe. Así la naturaleza es la obra de dios; conocerla es conocer a su autor.

Este tipo de reflexión es común para conservadores y liberales decimonónicos. El liberalismo vio en la naturaleza una armonía que funciona automáticamente, por ser obra de dios. Al ser humano solo le queda ser consciente de esa armonía, no puede intervenirla y la debe dejar discurrir. Uno de los componentes más preciados de esa armonía son las leyes del mercado, la oferta y la demanda. Ambas se autoregulan y además fundamentan el libremercado.

Los conservadores se diferenciaron en el siglo XIX de estas concepciones, por la defensa del monaquismo y el control del mercado por el Estado.

Poética de la habitabilidad
Por Guillermo Aguirre González

En la sesión se trató el libro primero y los primeros capítulos del segundo. De ahí dos referencias importantes de la obra: una, la caracterización del personaje Carlos Francisco Bienvenido Myriel, y la otra el arribo a la ciudad de Digne de Jean Valjean.

Un acuerdo se produjo entre los asistentes: Víctor Hugo en el primer libro es exhaustivo en el retrato de Myriel, para hacer lógico el recibimiento en su casa, como huésped, del proscrito Jean Valjean.

¿Cómo es posible que un obispo católico, miembro de una iglesia amante del lujo y la jerarquía social, deje entrar en su casa, a un expresidiario?

Víctor Hugo lo hace posible construyendo un personaje con base en un eclesiástico que se sale del común de los hombres del clero. Myriel es un hombre solo, sensible ante la pobreza y la desgracia humana. Los recursos económicos al alcance de su dignidad como obispo, prefiere repartirlos por caridad.

Es verosímil un eclesiástico como monseñor Bienvenido en 1820, porque vive en una sociedad que ha restaurado la mornarquía y la nobleza eclesiástica y militar. Bienvenido celebra la restauración pero quiere ser un eclesiástico distinto. Se rebela contra la iglesia rica, divorciada del feligrés. Adopta la actitud franciscana de renuncia a los bienes terrenales y un inmenso amor por la naturaleza porque es la obra de dios. Dentro de esa naturaleza está la criatura humana depositaria del alma, rasgo divino, objeto y razón de ser del trabajo de Myriel en el mundo.

La restauración monárquica ocurre en 1816 luego de la caída del imperio napoleónico. Las monarquías europeas, incluida el papado, celebran un congreso en Viena y construyen la Santa Alianza. Esta se traza como tarea restaurar la vieja sociedad, el viejo régimen, y borrar del mundo todo lo que hizo posible la Revolución Francesa: la filosofía materialista, el racionalismo, el deísmo, el igualitarismo, y sobre todo el sistema republicano.

Pareciese como si Myriel se dijere para si: la revolución fue posible por la iniquidad, la incomprensión y la falta de amor, para y con los débiles desposeídos. Ahora dios ha dado una nueva oportunidad a la iglesia. Esta debe cambiar, debe quitar los motivos que posibilitan la revolución: la miseria y el desamor; pero esto debe hacerse a la manera cristiana católica. Ser caritativo, hospitalario, desprendido, hacerse querer, para apoderarse del alma de los seres y dársela a dios como él la quiere: dócil, arrepentida, llena de temor y desposeída.

La bondad del Bienvenido, deja al lector, una especie de sensación, consistente en una sospecha. Myriel sabe que l vida es corta y su caridad no logrará erradicar la miseria. Se puede sospechar que ese sacerdote sabe que sin miserables no habría religión y agentes divinos.

Víctor Hugo pone al obispo Bienvenido en un espacio y un tiempo. Describe con prolijidad el espacio. Este ejercicio descriptivo ha permitido señalarlo como un carácter de la literatura del romanticismo. Por comparación a la literatura de hoy, se dijo en la sesión del taller aquí protocolizado, que ya no se describe, se muestra. Hoy en la medida que el personaje actúa muestra el espacio y el tiempo, no hay pausa para separar la acción de la descripción.

La descripción del espacio, según el relator del viernes pasado, deja una poética de la habitabilidad, que llena de sentido el mundo de Myriel. El lector percibe una relación y una distinción clara entre el centro y la periferia del país donde ocurre la historia. La arquitectura del poder y la del pobre se perciben, porque allí se albergan las fisonomías del bondadoso, de las mujeres abnegadas, de los carreteros, de los enfermos, de los duques y duquesas, de los leñadores, pastores, y la del asesino.

El tiempo, en lo leído hasta ahora en Los Miserables, tiene, además de la ubicación cronológica, una indicación del estado cultural de la época. Así como se dice que la Revolución Francesa abolió el viejo mundo, la restauración monárquica lo revivió. En los tiempos del obispo Myriel, se encuentra el imperio napoleónico, la sobrevivencia del racionalismo republicano y filosófico encarnado en la figura del senador. La sobrevivencia del regicidio de la época del terror en el personaje llamado el convencional.

Myriel es un hombre culto, estudia la vida y la historia. Sabe de las posibilidades intelectuales del ser humano. Por eso deja discurrir a sus adversarios, sabe que son irrefutables, les esgrime a dios como límite de todo discurso. El convencional expone sus ideas sobre el mundo y el ser humano, le dice a Bienvenido que al observar la naturaleza entra en conciencia de la infinitud y por ella ha cumplido el papel de haber votado en 1793 la muerte, no de un rey sino de un mundo. El obispo es llamado ciudadano por el convencional, es el lenguaje de la revolución, y se siente conmovido y seducido por la belleza de la palabra; pero él se ha impuesto la misión de olvidar y hacer olvidar el terror revolucionario, por ello le esgrime al anciano convencional moribundo, el arrepentimiento ante dios y logra arrancarle una lágrima postrera.

Queda clara una imagen de ese tiempo: está viva la concepción del mundo construida por la ilustración y la modernidad. El racionalismo campea en el senado. La burguesía espera para obligar a Francia a adoptar el régimen republicano. Los miserables serán de nuevo convocados, así como en 1783. Y serán de nuevo utilizados, traicionados, para que sigan siendo miserables.

El personaje Jean Valjean, es construido para materializar dentro de la novela, al miserable, hombre sufriente de lo que la sociedad tiene para esta población. El hambre de los niños a su cargo, le obliga a robar pan. Por ello y otras fugas, es condenado a 29 años de cárcel. Si el primer libro se dedica al retrato de Myriel, el segundo se dedica a Valjean. La justicia revolucionaria, burguesa, lo condena por miserable y Victor Hugo lo pinta pobre, fiero y despreciado, porque será de nuevo uno de esos miserables que de nuevo serán convocados para la Segunda Comuna de París de 1830. Allí, los hombres como Jean Valjean consegurán la república para la burguesía y la perpetuidad de su miseria.

Una vieja querella

El arribo de Jean Valjean con Cosette a la tapia del convento de las Bernardas Benedictinas de la calle Picpus, sugiere la intensión del narrador de Los miserables. Quiere recluir a la pequeña en ese claustro; pero ¿cómo hacerlo?  Se ha advertido que es un convento con un colegio adjunto para señoritas pertenecientes a un sector social aristocrático de la ciudad de París. Por eso la entrada de Cosette debe ser de manera informal. Y esa informalidad exige el drama y el suspenso.

Drama el que padece Fauchelevent. Muchas sensaciones y sentimientos juntos que le impiden razonar, y solo guiarse por la gratitud debida al señor Magdalena. Suspenso el de Jean Valjean que corre el riesgo de ser enterrado vivo por un golpe de azar de la vida, genialmente diseñado por el narrador.

La informalidad obliga a romper la racionalidad con muchas formas. Entrar al convento escalando una tapia, suficientemente alta. El jardinero oculta dentro del convento un hombre y una niña; el ser descubierto le hubiese valido el despido y la muerte. La muerte de una madre superiora que lleva a las monjas a romper las leyes del Estado por sepultar su cuerpo en la cripta del convento. Este servicio prestado por Fauchalevent es una deuda cobrada con la franquicia para que Jean Valjean entre como jardinero al convento y Cosette sea admitida en el colegio por caridad y por fea. Toda esta informalidad está formulada de manera concreta con la paradoja: “para entrar en necesario salir”.

Las escenas de este libro, además de tener un magnetismo para con el lector, plantea un tema: las relaciones Estado iglesia.

La monja madre que habla, está convencida que sepultar a la madre Crucifixión es ejercer el dominio de la religión sobre el gobierno, porque la cruz domina, así como el mundo gira; y dice además: “¡De un lado San Benito, de otro el inspector de calles!”; “El Estado la policía urbana, las pompas fúnebres, la administración ¿Qué tenemos que ver con eso?”; “Vuestra salubridad es una invención revolucionaria. ¡Dios subordinado al comisario de policía!”; lo que se da al Estado (al César), es lo que sobra después de pagar a Dios.

La confrontación poder civil, poder eclesiástico es vieja. El caso más memorable es la querella de las investiduras, iniciada a finales del siglo XI y terminada en el siglo XII con la instauración de un concordato entre el papado y el rey de Francia. Este modelo se extendió y se ha mantenido en todo el occidente.

La querella consistió en la mutua recriminación entre el papa y el rey por el nombramiento de clérigos. Ambos lo hacían; pero cuando se interpuso la posesión del feudo y su heredad, se llegó a un cuello de botella. Muerto un clérigo feudatario ¿Quién hereda? ¿El papa o el rey?  En la base estuvo el interés económico. La solución fue el concordato; por este, el rey le arrancó al papado el derecho monárquico a nombrar clérigos y a aceptar o no los nombramientos hechos por Roma.
Con base en el concordato, la revolución francesa abolió conventos, destruyó iglesias y organizó la constitución civil del clero.

La iglesia y sus clérigos a través de los siglos han conservado la esperanza de una teocracia plena, es decir de someter en absoluto a los reyes, al Estado, a los gobiernos a los laicos a un dominio religioso. La esperanza de Roma ha producido guerras crueles en las que  curas y fieles armados han llevado como estandarte la cruz.
Guillermo Aguirre González