miércoles, 14 de septiembre de 2016

Instituciones flexibles y nuevos ciudadanos. El segundo punto del acuerdo de paz

Fernando Botero. Manuel Marulanda 'Tiro Fijo' 1999
 
Las posiciones tomadas por los colombianos en los últimos acontecimientos políticos, están cruzadas por el reinado de la opinión pública. En esta época de supremacía de los medios masivos de comunicación en manos del gran capital, la opinión pública viene de ellos y obedece a un diseño de contenidos con sus respectivas respuestas, según los intereses de los dueños.

Esta manipulación es evidente en la actual coyuntura política en Colombia. Los medios de comunicación funcionan con una supuesta imparcialidad manifiesta, pero tienen un currículo oculto, que les permite, además de burlar la imparcialidad, presentar una cara púdica. Con esta condición, le dan más protagonismo a la información de sus afectos político ideológicos y poco a sus desafecciones. En el juego de la coyuntura política actual, las posiciones a favor o en contra del pacto de la Habana, pasan por este juego y se puede hacer un balance: en televisión el canal RCN, tiene su carga a favor del No. El canal Caracol a favor del Si. En la radio, las dos emisoras del mismo nombre tienen un igual esquema como la tele. Y hay otras emisoras puestas al servicio exclusivo de las dos posiciones.

La actual coyuntura política en insoslayable y exige una toma de posición de todos los colombianos. Se trata de acabar con más de cincuenta años de guerra entre el Estado colombiano y las FARC, la guerrilla comunista más importante del país. La figura es la negociación, el acuerdo, un pacto, la firma de un tratado de paz, para acabar con la guerra, con la confrontación. No es un armisticio entre un vencedor y un vencido. No es la entrega y abdicación de uno de los dos contendores. Esta característica de la coyuntura se debe proclamar y hacer presente para que coadyuve a la toma de una posición consciente y acorde con el momento.

Los dueños de grandes capitales tienen posiciones potenciadas por los intereses económicos y la posición de las gentes del común la potencia los medios masivos de comunicación. La gente del común expresa la opinión pública, que además del ingrediente del medio masivo, tiene la tradición o la llamada idiosincrasia del colombiano: autoritaria, de las vías de hecho, revictimizador de la víctima, vivo que vive del bobo, depredador de lo público, amigo del que dirán y no del análisis.

Las posiciones tienen su propio enfoque sobre la coyuntura. La que quiere aceptar el acuerdo de la Habana, le pone el ingrediente de la historia de Colombia en la que observa la sistemática negación de una tercerización política en el país; la dificultad para acceder a los bienes económicos, a los servicios públicos de salud, vivienda y la educación. Y entre negaciones y dificultades, la violación de los derechos humanos, en especial el más preciado, el derecho a la vida. La posición que le dice si al acuerdo de la Habana, tiene el fundamento de la racionalidad histórica y esta se ve que envuelve el texto del Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto. Son doscientas noventa y siete páginas de argumentación histórica, auxiliada por múltiples reflexiones tomadas de las ciencias sociales y humanas, construidas a la luz de la teoría del conflicto social.

La posición que le dice no al acuerdo es ahistórica y cree en la eternidad de las instituciones. Esto se deduce cuando afirman que el acuerdo es la abdicación de las instituciones colombianas ante el terrorismo. Decirlo es concebir el orden social del país inamovible y si algo cambia debe ser por aceptación y bendición del poder de los intereses económicos de los dueños de grandes capitales, como se puede observar desde el nacimiento de la república.

El segundo punto del acuerdo: crear un Sistema Integra de Seguridad para el Ejercicio de la Política, señala directamente una de las causas del conflicto, la negación de una participación política en Colombia amplia y abierta a todas las concepciones políticas progresistas. Este es el punto más atacado por los impulsores del no a la acuerdo de la Habana, porque enfrenta el sistema político oligárquico, reservado para los dueños de la riqueza.

El primer orden constitucional republicano independiente, la constitución de Cúcuta de 1821, restringió la participación política. Estableció el sufragio cualificado para los alfabetos y adinerados. Esta restricción se mantuvo hasta 1853. La constitución de ese año permitió el sufragio a todos los varones mayores de edad. El sufragio universal se adoptó en la constitución de 1886; pero fue solo de nombre porque solo votaron los varones mayores de edad y alfabetos, no votaron los analfabetos y las mujeres.

Las restricciones electorales y el bipartidismo, indican una democracia incompleta, un régimen oligárquico que le cabe también el nombre plutocracia. Las instituciones se cambiaban de acuerdo a la facción que tomaba el poder. Hubo cambios luego de cada guerra civil y estas ocurrieron cada diez años. La guerra terminaba en asamblea constituyente.

El concepto de instituciones inamovibles y perpetuas como la iglesia, la constitución, el bipartidismo se acuñó luego de la constitución de 1886, con la que se inauguró una hegemonía conservadora de cuarenta y cuatro años. Por estos años los propietarios agrarios, comerciantes, industriales y la iglesia, en una especie de acuerdo tácito, reaccionaron contra todo intento de libertad de pensamiento y de reforma del Estado. Las nuevas ideas políticas del obrerismo, el socialismo y el comunismo, fueros satanizadas y los profesantes perseguidos, encarcelados y asesinados. La lista es larga: muerte y destierro de Melo y los artesanos en 1854; el asesinato de Rafael Uribe Uribe en 1913, la masacre de las bananeras en 1928… hechos tendientes a impedir la salida del poder de las manos de los dos partidos tradicionales. La historia de la participación política del siglo XX, se concibe como una guerra civil no declarada contra los intentos de nuevos hombres con nuevas ideas, de llegar al poder.

La muerte de Gaitán, la dictadura de Rojas, el bombardeo de Marquetalia por Guillermo Valencia, el zarpazo al triunfo de la ANAPO por Lleras Restrepo, el exterminio de la Unión Patriótica y la reacción paramilitar de 1986 al 2008, son acontecimientos que mostraron la utilización del Estado por los dueños propietarios agrarios, comerciantes, industriales y la iglesia para impedir profundizar la democracia.

Hablar de instituciones inamovibles y de la necesidad de preservarlas de los asedios de pretendientes por fuera de la tradición, es cegarse ante la contundencia del peso de la historia. Decir que el Sistema Integral de Seguridad para el Ejercicio de la Política del acuerdo de la Habana, es la quiebra de las instituciones y la abdicación del Estado ante el terrorismo, es utilizar la opinión pública de manera visceral para seguir manteniendo ese ser colombiano tradicional e impedir la construcción de un ciudadanos con derechos y respetuoso de los derechos y deberes. Un ciudadano democrático, pacífico, solidario con las víctimas, ponderado, respetuoso de lo público, analítico y por tanto racional.

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