Rodrigo Lara Restrepo,
presidente de la cámara de representantes de Colombia ha actuado en este último
tiempo como el portador del sentir de un sector de la sociedad. Ese sector ha
heredado y tenido el poder político-económico, y ante la nueva arena política,
saca a relucir sus fobias y a ubicarlas en los posibles contradictores, de los
que sospecha harán una unión para disputarle el poder. Rodrigo Lara representa
una imaginería política más visible ahora, de la siguiente forma, escuchada entre
grabaciones y leída entre líneas.
Han ganado la
administración del Estado colombiano, desde hace unas tres décadas, unos
hombres y mujeres sin perspectiva histórica y por lo mismo con una imagen del
ser humano para lo inmediatista y pragmático. Sus actos administrativos se
dirigen a complacer la estabilidad de la tasa de ganancia del capital.
Entre esos actos
administrativos están la flexibilidad laboral, por la que el sujeto trabajador
colombiano entró a vivir en la angustia de la inseguridad permanente; la
extensión de los años laborales, que dificultan el retiro y el disfrute de la
edad de jubilación; la privatización de los servicios públicos, que ha
reemplazado el servicio oportuno por el aumento de la tasa de ganancia del
interés privado.
Esa imagen del ser
humano de los nuevos administradores del Estado, concuerda con el
neoliberalismo globalizado, para quien la vida es un insumo del mantenimiento y
estabilidad del poder político-económico. Ese capitalismo globalizado, de
imposible control, consume seres humanos, así como una máquina, consume materia
prima. Por esa imagen, el concepto de humanidad ronda lo cosificado.
Estos hombres y
mujeres que hoy tienen el Estado han sido educados en el más extremo culto del
individuo, pleno de miedo a la inseguridad y a la desprotección, del orden
impuesto por el capitalismo moderno. Estos, son muchas veces, advenedizos
escaladores de jerarquías, con un mundo en sus cabezas regido por el lugar
seguro del hombre arrimado al poder; pero con miedo a que su lugar se pierda o
sufra amenaza, y por eso sus actos son la garantía de sostén del orden moderno.
Además de los
advenedizos arrimados, están los descendientes administradores de los capitales
acumulados desde la época colonial. Estos descendientes, pertenecen a un puñado
de familias oligárquicas y aristócratas, preparados en las universidades en las
que se imparte doctrina para la preservación del orden liberal global. Tanto
los advenedizos como los descendientes, no conciben el ser humano como un
sujeto lleno de dignidad por el solo hecho de existir, requisito necesario para
vivir feliz.
La inseguridad y
desprotección ocasionadas por el miedo a perder la estabilidad y compartir los
bienes con la generalidad, ha llevado a los administradores del Estado
colombiano a sembrar en el imaginario de los colombianos un culto por la
política tradicional, a sabiendas que expanden el sufrimiento y condenan a la
pobreza, cada vez, a mayor número de personas y familias.
Se puede leer y ver,
en la actuación de uno de los administradores del Estado, el sentimiento de inseguridad
y a la desprotección. Es el congresista Rodrigo Lara, hijo del asesinado
ministro de justicia y hoy presidente de la cámara de representantes. El lunes
28 de agosto de 2017 sostuvo en una entrevista radial que aboga por la alianza
entre los partidos Centro Democrático y Cambio Radical, para impedir que la
izquierda llegue al poder en Colombia. Dijo: esto “es un imperativo para
cualquier demócrata” (…) “los marxistas son muy buenos para hacer diagnósticos,
pero cundo llegan al poder quieren estatalizarlo todo y llevan a un verdadero
desastre a una involución en el desarrollo económico y social y en el
desarrollo de las libertades”1
Se evidencia entre
las convicciones del congresista, la de un desarrollo económico sin seres
humanos y sin control estatal. La de una democracia y unos demócratas que quieren
ser, evitando que una parte de la población, activa políticamente, llegue al
poder; en este caso la Izquierda. Se evidencia, en Lara Restrepo una concepción
de la evolución, reducida al predominio de la propiedad privada sobre los
bienes públicos y la más terrible convicción de creer que la libertad humana es
etérea, absoluta y sin anclaje en las relaciones humanas.
Esas convicciones
son de un sector de la sociedad colombiana, reducidas a un enfoque sesgado
sobre la cultura sin la complejidad necesaria de una concepción de la humanidad
en la que todos debemos estar. Es una política excluyente, dedicada a pensar el
mundo desde la estabilidad de la propiedad de los dueños de la riqueza
monopolizada.
La humanidad ha
construido la cultura, para nombrar todo lo que la amenaza y así poder
controlarla misma amenaza. La cultura concebida desde una parte de la sociedad,
termina declarando la otra como el enemigo pleno de todos engendros
involutivos. La cultura constructo de la humanidad, debe derrotar el hambre, la
inclemencia de la naturaleza, el miedo a lo inexplicable, el dolor y la
angustia de la existencia; pero a partir de la modernidad, y la construcción
del individuo, la cultura se redujo a un sector de la sociedad, el mismo que se
ha apropiado de los bienes, entre ellos el más preciado: la libertad. Se es
libre si se deja actuar las fuerzas del interés individual, materializado en el
tener, acumular, comprar y vender, desconectados del interés general.
El miedo a la
estatalización, es el miedo al control social sobre la riqueza de la sociedad.
El devenir de la democracia colombiana, luego de doscientos años de exclusión,
violencia y el consecuente derramamiento de sangre, sintetizados en el concepto
“historia de la crueldad”, ha optado por desarmar los grupos alzados contra el
Estado. La resultante está en la creación de una arena política en la que se va
a jugar y luchar por el debate social, por el diálogo, el parlamento, la
confrontación de idearios; la participación de todos en las decisiones sobre el
futuro del país. En otras palabras recuperar el sentido cultural de la política
como el espacio-tiempo en el que se piensa la humanidad y no una parte de ella.
Los miedos de Lara
Restrepo, son los miedos del sector social que representa, expuestos con
falacias; pero que en el fondo de su concepción excluyente de la cultura, funcionan
como inseguridad y desprotección, ante el debate abierto y franco sobre esa “historia
de la crueldad” colombiana. El terreno ganado por la política saca el ser
social de todos los participantes. La confrontación obliga a ver y entender al
otro, porque ya no se puede eliminarlo físicamente.
1. Lunes 28 de
agosto de 2017. Noticias caracol radio. Entrevista a Rodrigo Lara Restrepo,
Darío Arismendi.
Imagen: José Gabriel
Acuña. Los Hijos de La Violencia. Colombia 2012
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