El trato dado al
contradictor político en la campaña electoral colombiana del presente, por
parte de un sector partidista, es grosero, visceral y rastrero. Tres epítetos
que revelan la carencia de propuestas para un país descoyuntado por la
corrupción y la desigualdad. Publicar la fotografía de los opuestos, intervenida
con vejámenes y oprobios incita a hacer una lectura de la condición del ser que
lo hace.
Les han puesto una
mordaza, se les ha manchado la apariencia y se escriben palabras amenazantes.
Ahí está el querer. Los actos y los hechos comienzan con las palabras o las
imágenes. En la historia de la cultura, las transformaciones sociales
comenzaron con el nombre de lo querido y deseado. Nombrar para clasificar y
luego apropiar o consumir. En el nombrar está involucrado el deseo por la
apropiación de la cosa nombrada. El animal no nombra, identifica con el tacto y
olfato instintivos, las bondades de la cosa a consumir. El animal humano nombra
y delibera con distancia del instinto, para luego ejercer el acto de apropiar o
consumir. Dominar lo nombrado.
El ser que ha
publicado las fotografías intervenidas, representa el sentir del partido
político al que pertenece y expresa en ese hecho su práctica política. El
adhesivo en las bocas significa que quiere unos oponentes acallados por la
fuerza de la violencia. O en términos llanos no quiere opositores. La suciedad puesta
sobre las fotografías es el deseo dañar la piel, de flagelar el cuerpo. Se debe
entender: “…cuando yo tenga el poder, les sellaré los labios y azotaré su piel
porque piensan distinto a mí y a mi partido”; es lo mismo que ejercer el poder de
decidir sobre la vida o muerte de los contradictores.
Esos rostros
amordazados son el manifiesto de un pliego de intenciones de estirpe
totalitario. Niega la democracia o no la entiende por diversas razones, entre
la más visible la ignorancia. El deseo de destruir el otro, de imaginar un
orden sin oposición, con pensamiento único, es propender por un régimen
dictatorial. La cultura política colombiana tiene esa génesis. El bipartidismo
adoptó el orden republicano desde 1848 con sendos manifiestos fundacionales del
ser liberal o conservador. Adoptaron una república autoritaria y
discriminatoria. Luego de ciento sesenta y cinco años, la obligación de
reconocer la diferencia y los diferentes, para dialogar con ellos, se quiere
ocultar, atacar, o borrar. Obligación creada por la experiencia cruel de las
guerras civiles, la violencia soterrada del siglo veinte, la guerra de
guerrillas y la purga siniestra de las autodefensas paramilitares.
La posibilidad de un
gobierno próximo en Colombia de quien ha publicado las fotografías intervenidas
y su partido, desalienta. Esperan la continuidad de la república autoritaria y
discriminadora y lo peor, la continuidad del asesinato selectivo, las masacres
de campesinos y la dictadura en los barrios de las ciudades del micropoder de
empresas criminales.
La fragilidad de la
democracia moderna exige unos administradores del Estado sensibles con la
cultura política. Ellos deben ser capaces, por el estudio y la educación, de
poner en diálogo permanente el interés privado con el público, en el espacio
propio para el debate como lo son las JAL, los concejos municipales, las
asambleas departamentales y el congreso de la república.
Saber que los
intereses privados son múltiplex porque responden a la amplia gama de intereses
de seres humanos desiguales en lo económico y en el pensamiento o en la concepción
de las cosas del mundo. En Colombia hay protestantes, católicos, comunistas,
socialistas, etnias, diversos sexuales, pobres, pudientes y demás que deben ser
escuchados y satisfechos en sus demandas.
Saber que el interés
público, por ser de todos no puede estar sometido a un solo interés ni agenciar
las convicciones de un grupo o un credo. El ámbito público colombiano no es
cristiano, ni comunista. En los edificios públicos y en las aulas escolares no
debe exhibirse de manera institucional ningún símbolo que relacione con un
credo. Lo público existe porque por el mismo, los intereses privados debaten y
acuerdan una ruta pacífica para coexistir y resolver las diferencias; así dan
existencia a lo público.
El saber y la
capacidad de los administradores, deben estar potenciados por la voluntad de
someterse al sentido humano de la política. La fortuidad de la existencia dice
que el mundo depende de la vida donada y protegida por la humanidad. Esta
decide hasta donde se puede llegar, transformando los conflictos. La
sensibilidad, si no está, seguirá condenando al ser humano a una historia
cruel.
Las fotos
intervenidas plantean un ejercicio analítico. ¿El futuro se planea con buenas
intenciones o con coerción? Aquí se ha recurrido a un llamado a la capacidad
que da el estudio y la educación; es decir a la paideia. Es la buena intensión producto de una actitud ante el
mundo, como lo es convencerse de la inutilidad de dedicarle la vida a la
acumulación de riqueza porque se condena a la mayoría a una existencia
miserable. El recurso de la paideia
es equivalente a la utopía; insistir en la educación de los administradores para
que hagan de la cultura política un acto de humanidad y aterricen la igualdad y
la justicia.
Si la política no es
un ejercicio de educación, es un acto de coerción, relacionado con los
determinismos filosóficos. Estos tienen dos vertientes: el liberalismo y el
marxismo. Ambos de genealogía moderna atan la política a leyes con una
cientificidad sustraída de una supuesta observación. El liberalismo con su ley
de oferta y demanda declara inocuo el ejercicio político porque el futuro está ya
determinado por esa ley. El marxismo dice que las leyes del materialismo dialéctico
aplicadas a la historia, hacen un materialismo histórico que determina el
comportamiento humano y diseña el futuro. Ahí la política solo debe leer o
consultar, no deliberar.
Las fotografías
intervenidas, señalan una inclinación hacia el determinismo, metido en las convicciones
de un grupo partidista. Por esas convicciones el mundo se tiene que comportar
según sus dictados, acordados con la tradición de la república autoritaria y
discriminatoria. En vez del diálogo y el debate, proponen la eliminación de los
contradictores o mejor de la oposición.
Imagen: Amordazada
de Jean Michael Basquiat 1990
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