domingo, 29 de octubre de 2017

Rostros con mordaza



El trato dado al contradictor político en la campaña electoral colombiana del presente, por parte de un sector partidista, es grosero, visceral y rastrero. Tres epítetos que revelan la carencia de propuestas para un país descoyuntado por la corrupción y la desigualdad. Publicar la fotografía de los opuestos, intervenida con vejámenes y oprobios incita a hacer una lectura de la condición del ser que lo hace.

Les han puesto una mordaza, se les ha manchado la apariencia y se escriben palabras amenazantes. Ahí está el querer. Los actos y los hechos comienzan con las palabras o las imágenes. En la historia de la cultura, las transformaciones sociales comenzaron con el nombre de lo querido y deseado. Nombrar para clasificar y luego apropiar o consumir. En el nombrar está involucrado el deseo por la apropiación de la cosa nombrada. El animal no nombra, identifica con el tacto y olfato instintivos, las bondades de la cosa a consumir. El animal humano nombra y delibera con distancia del instinto, para luego ejercer el acto de apropiar o consumir. Dominar lo nombrado.

El ser que ha publicado las fotografías intervenidas, representa el sentir del partido político al que pertenece y expresa en ese hecho su práctica política. El adhesivo en las bocas significa que quiere unos oponentes acallados por la fuerza de la violencia. O en términos llanos no quiere opositores. La suciedad puesta sobre las fotografías es el deseo dañar la piel, de flagelar el cuerpo. Se debe entender: “…cuando yo tenga el poder, les sellaré los labios y azotaré su piel porque piensan distinto a mí y a mi partido”; es lo mismo que ejercer el poder de decidir sobre la vida o muerte de los contradictores.

Esos rostros amordazados son el manifiesto de un pliego de intenciones de estirpe totalitario. Niega la democracia o no la entiende por diversas razones, entre la más visible la ignorancia. El deseo de destruir el otro, de imaginar un orden sin oposición, con pensamiento único, es propender por un régimen dictatorial. La cultura política colombiana tiene esa génesis. El bipartidismo adoptó el orden republicano desde 1848 con sendos manifiestos fundacionales del ser liberal o conservador. Adoptaron una república autoritaria y discriminatoria. Luego de ciento sesenta y cinco años, la obligación de reconocer la diferencia y los diferentes, para dialogar con ellos, se quiere ocultar, atacar, o borrar. Obligación creada por la experiencia cruel de las guerras civiles, la violencia soterrada del siglo veinte, la guerra de guerrillas y la purga siniestra de las autodefensas paramilitares.

La posibilidad de un gobierno próximo en Colombia de quien ha publicado las fotografías intervenidas y su partido, desalienta. Esperan la continuidad de la república autoritaria y discriminadora y lo peor, la continuidad del asesinato selectivo, las masacres de campesinos y la dictadura en los barrios de las ciudades del micropoder de empresas criminales.

La fragilidad de la democracia moderna exige unos administradores del Estado sensibles con la cultura política. Ellos deben ser capaces, por el estudio y la educación, de poner en diálogo permanente el interés privado con el público, en el espacio propio para el debate como lo son las JAL, los concejos municipales, las asambleas departamentales y el congreso de la república.

Saber que los intereses privados son múltiplex porque responden a la amplia gama de intereses de seres humanos desiguales en lo económico y en el pensamiento o en la concepción de las cosas del mundo. En Colombia hay protestantes, católicos, comunistas, socialistas, etnias, diversos sexuales, pobres, pudientes y demás que deben ser escuchados y satisfechos en sus demandas.

Saber que el interés público, por ser de todos no puede estar sometido a un solo interés ni agenciar las convicciones de un grupo o un credo. El ámbito público colombiano no es cristiano, ni comunista. En los edificios públicos y en las aulas escolares no debe exhibirse de manera institucional ningún símbolo que relacione con un credo. Lo público existe porque por el mismo, los intereses privados debaten y acuerdan una ruta pacífica para coexistir y resolver las diferencias; así dan existencia a lo público.

El saber y la capacidad de los administradores, deben estar potenciados por la voluntad de someterse al sentido humano de la política. La fortuidad de la existencia dice que el mundo depende de la vida donada y protegida por la humanidad. Esta decide hasta donde se puede llegar, transformando los conflictos. La sensibilidad, si no está, seguirá condenando al ser humano a una historia cruel.

Las fotos intervenidas plantean un ejercicio analítico. ¿El futuro se planea con buenas intenciones o con coerción? Aquí se ha recurrido a un llamado a la capacidad que da el estudio y la educación; es decir a la paideia. Es la buena intensión producto de una actitud ante el mundo, como lo es convencerse de la inutilidad de dedicarle la vida a la acumulación de riqueza porque se condena a la mayoría a una existencia miserable. El recurso de la paideia es equivalente a la utopía; insistir en la educación de los administradores para que hagan de la cultura política un acto de humanidad y aterricen la igualdad y la justicia.

Si la política no es un ejercicio de educación, es un acto de coerción, relacionado con los determinismos filosóficos. Estos tienen dos vertientes: el liberalismo y el marxismo. Ambos de genealogía moderna atan la política a leyes con una cientificidad sustraída de una supuesta observación. El liberalismo con su ley de oferta y demanda declara inocuo el ejercicio político porque el futuro está ya determinado por esa ley. El marxismo dice que las leyes del materialismo dialéctico aplicadas a la historia, hacen un materialismo histórico que determina el comportamiento humano y diseña el futuro. Ahí la política solo debe leer o consultar, no deliberar.

Las fotografías intervenidas, señalan una inclinación hacia el determinismo, metido en las convicciones de un grupo partidista. Por esas convicciones el mundo se tiene que comportar según sus dictados, acordados con la tradición de la república autoritaria y discriminatoria. En vez del diálogo y el debate, proponen la eliminación de los contradictores o mejor de la oposición.

Imagen: Amordazada de Jean Michael Basquiat 1990

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