Es una conducta
política muy fácil, ubicarse a la izquierda o a la derecha. La dinámica
política colombiana de este tiempo pareciera que obliga a tomar una posición
entre esas dos opciones, como si no hubiese otra. Es muy fácil meterse en esa
dicotomía porque el mundo teórico práctico que ofrecen las dos, es igual,
aunque en lo grueso son cóncavo y convexo, por ejemplo en lo que debe ser el
Estado, la derecha lo quiere diluir y la izquierda le quiere dar todo.
Hay otras
coincidencias, relacionadas con el ser de la autoridad en la sociedad moderna. A
derecha e izquierda hay homofobia, son jerarquizantes, meritocráticos, aman la familia
nuclear, practican el nepotismo y lo peor son servilistas, les gusta tener un
séquito que les sirva obedezca y se les dé en servicio.
No hay enemigos a la
izquierda puede decir cualquier derechista. A pesar de que los detentadores del
poder en Colombia, quieren hacerle ver a los colombianos que la izquierda
llevará a una venezonalización, lo hacen como argumento electoral coyuntural.
Han satanizado a Venezuela para ponerla luego como ejemplo de lo que no se
puede llegar a ser. Es un argumento banal, pero efectivo. Banal porque a la
izquierda colombiana no le gusta la unión, y la que ya ha tenido experiencia en
el gobierno ha fracasado. Efectivo porque el electorado colombiano es tan
maleable como un muñeco de barro y está a merced de los medios de comunicación.
Si los medios llaman a odiar a la Venezuela chavista, los colombianos lo hacen.
A la izquierda no
hay enemigos, desde la coexistencia pacífica entre rusos y occidentales. La izquierda
comunista perdió el sujeto de la historia, porque declinó la guerra como forma
de asumir el poder. La clase obrera señalada por el materialismo histórico,
como sujeto de la revolución y por lo mismo agente de transformación social, ha
declinado, en el momento de decisión de terciar en las elecciones para
administrar el Estado sin transformarlo.
Coexistencia
pacífica quiere decir soportar el Estado capitalista, con sus respectivos
contenidos o principios: propiedad privada, plusvalía y libertad económica o
tiranía del mercado. Luego de la implosión de Rusia comunista, la coexistencia
pasó a ser sostenimiento del estado de cosas, pues la libertad había que
sostenerla como un absoluto transhistórico. Esta, así entendida, pone de
acuerdo a ambos lados de la política.
La
dicotomía izquierda derecha, ya no tiene sentido profundo. Los contenidos
culturales se han confundido y han salido a la luz los contenidos formales de
una oposición dirigida a nutrir el sectarismo visceral del muñeco de barro
moldeado por los medios de comunicación. El sentido profundo lo fue esa
concepción del mundo que le daba identidad a ambos lados de la dicotomía. Así la
derecha es la heredera de tiranías, monarquías y esclavismos; se decide por el
liberalismo o lo que es igual por la tiranía del mercado. La izquierda,
construida en los estrados de la Asamblea Nacional francesa a finales del siglo
dieciocho, hereda el sentido de medirlo todo con las dimensiones humanas y por
eso los contenidos de la cultura están inevitablemente regidos por las
relaciones sociales, entre ellos la libertad.
Estos
sentidos profundos se atenúan y confunden, en el momento de la adopción de los comicios
electorales como única forma de obtener el poder. La derecha puede declararse,
liberal de izquierda y desde el poder dejar que el Estado intervenga la
economía y la izquierda pude declararse de centro y aceptar movimientos
económicos globalizantes como la flexibilidad laboral.
Se
igualan cuando piensan en el ser humano sometido a una autoridad. El ser humano
tiende por naturaleza al dominio y sometimiento del otro, es totalitarista.
Solo la cultura, la civilización, opaca o neutraliza ese dictado o instinto,
con el aprendizaje y transmisión del culto al respeto del otro, al menos del
coterráneo y perteneciente al grupo. El poder cuando se ejerce contra la
cultura se vuelve hegemónico y saca ese ser de la naturaleza. Todo poder dejado
sobre su propia dinámica se vuelve absoluto y hace desaparecer el ser humano;
en su lugar crea muñecos de barro moldeables según intereses.
El
ejercicio de la cultura política, de generación racional, obliga a ponerle
límite al instinto totalitario y oponerse a las hegemonías. La cultura política
permite que sea la relación poder oposición, la que mantenga en equilibrio,
precario o no, el predomino del sentido civilizatorio.
La
derecha y la izquierda colombiana, no son opuestos, buscan el poder del Estado
para hacer desde su propia orilla, lo que hace el otro. Nómbrese las
experiencias vividas, la del Polo Democrático en la alcaldía de Bogotá 2008-2011,
terminó en corrupción rampante, como cualquier gobierno de derecha. La del
Movimiento Progresista de Gustavo Petro, disidente del Polo, 2011-2014, la
nueva burocracia no dio la talla para gobernar una gran ciudad. La de Sergio
Fajardo en Medellín 2004-2007, le probó a la derecha, que un gobierno de
izquierda le garantizaba preservar la preeminencia, igual lo hizo la
gobernación del departamento de Nariño de Antonio Navarro 2008-2011.
En
Colombia se abre el espacio, en el espectro político, para una oposición a la derecha
y la izquierda. Una oposición sin pretensiones de poder, dedicada solo a la
opinión, y que obligue el empleo y cumplimiento de todos los medios y métodos
para meter en la cultura a los colombianos; a ese mundo de la razón, regido por
la igualdad y la justicia. Con acceso a los bienes de la cultura: educación
para la vida y no para el trabajo, salud universal, vivienda para el libre desarrollo
de la personalidad y un espacio público para el ejercicio del ocio. Todo dirigido
a la creación del ciudadano colombiano culto y participativo, objetivo aplazado
perpetuamente, desde el origen de la república.
Ambos,
derecha e izquierda, pueden decirlo, no hay enemigos al otro lado, pues persiguen
lo mismo, el poder como botín para la burocracia que los llevó allá, con la
recolección de votos. El devenir los ha igualado. En la escena actual del
momento electoral, despliegan infinidad de señuelos, todos asépticos; pero harán
lo mismo.
Imagen:
Pintura de Víctor Libertad. Exprisionero político colombiano 2014
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