jueves, 30 de junio de 2016

Música, pintura, escritura


 Pablo Picasso. Los tres músicos


Es un recurso común nombrar los mundos del arte con la palabra lenguajes. Es común escuchar de los cinéfilos hablar del lenguaje del cine; de otros, los cultores de las artes plásticas o visuales, decir el lenguaje de la pintura. Otros más dicen el lenguaje de los semáforos. Ante esta intensión de reducirlo todo a ese lugar común de la palabra lenguaje, es necesario ubicar esos mundos en su propio estatuto. A este problema, planteado desde mediados del siglo XIX, la lingüística del siglo XX aportó una respuesta que no agota las soluciones, pero si aclara la confusión.

Se trata de la construcción de una disciplina cuyo objeto de estudio es los sistemas de signos, llamada semiología; ubica las artes y el lenguaje como sistemas de signos entre otros, a saber: “la escritura, el alfabeto de los sordomudos, los ritos simbólicos, las formas de cortesía, las señales militares…”

La lengua es un sistema de signos, compuesto de signos básicos como son las palabras. Estas palabras signos, en el sistema o estructura de la lengua pueden funcionar como símbolos y otras veces como indicios, cuando acompañan el gesto de señalar (esa o este). Los signos funcionan en la estructura con significancia, término que obliga a darle identidad al sistema, en el que existen. La lengua es el sistema de signos que puede enunciar y definir todos los sistemas de signos, pero los demás sistemas no pueden ser como la lengua, porque perderían la identidad.

La música es un sistema de signos, claro, y distinto del lenguaje. El signo básico es el sonido, producido intencionalmente para el oído, en el ámbito de una significación que le da una identidad irreductible a otro sistema de signos. En la música hay un “estatuto musical” que clasifica los sonidos como notas irreductibles a los signos de la lengua. El estatuto musical organiza las notas en gamas, y en éstas, las mismas notas están en unidades que pueden ser discretas o discontinuas y que vibran en el tiempo. “las gamas comprenden las mismas notas a alturas diferentes, definidas por un número de vibraciones en progresión geométrica, mientras los intervalos siguen siendo los mismos”. En el sistema o la estructura de la música el sonido es el signo, sometido a reglas precisas; pero, el sonido debe ser considerado como nota para darle existencia al sistema musical semiótico. Los sonidos por fuera de estas consideraciones humanas no son música. La nota en la gama; la gama en un conjunto, especifica el tono y el tono indica la clave. He ahí ese mundo estético de los sonidos, distinto de la lengua y el lenguaje, que mueve a la risa, el llanto, el dolor o a la tragedia.

Las artes plásticas y visuales, pintura, dibujo, escultura, imágenes móviles como el cine, tienen su propia semiótica, distinta a la musical y a la del lenguaje. El signo aquí hay que tomarlo como unidades. En el caso de la pintura, el artista distribuye el color a gusto y crea una unidad, porque lo organiza, lo amalgama o lo disuelve: produce una significación. La materia plástica se ordena, se jerarquiza, se taxa. Así se produce el signo plástico, distinto al signo lingüístico.

La semiología de las artes plásticas es difícil de asir y por eso la opinión común decide hablar del lenguaje de la pintura, la escultura, el dibujo o del cine, antes que sumergirse en la complejidad del sistema. La unidad como signo, en las artes, se relaciona con la representación, la presencia o ausencia de la figura, rasgos atados al movimiento, el color, la presentación y al sujeto que expresa sus propias necesidades. El artista compone la obra con la fuerza de estos elementos y deja expuesta una estructura comunicable y susceptible de ser nombrada con la palabra, sin reducirla a la semiótica del habla. La obra de arte es un mundo creado por el artista con su propia significancia y taxonomía y del cual cada observador la lleva hasta el infinito de la interpretación. A la unidad, esa unidad como signo, en los años setenta del siglo XX se le puso el nombre de “percepto”. Si la semiología de la lengua tiene como unidad básica la palabra; la semiología de las plásticas tiene como base el percepto, unidad a la que puede reducirse el sentir del espectador ante la obra. El color incide el ojo y el ojo involucra el cuerpo y en esa relación se establece la comunicación.

Los ritos, son la práctica de los mitos. El rito materializa el mito y cuando este (el mito) se escribe, funda la literatura. De la literatura es posible decir que tiene su propio sistema semiótico. El signo base de su sistema y estructura, es el discurso, la semántica del discurso, convertida en símbolos. El análisis semiótico de la literatura es tan complejo como el de las artes. El individuo que la crea lleva su experiencia social convertida en signos-símbolos a un lector que goza, se transforma, o sufre y muere. El lector tiene una experiencia estética, como la tiene el espectador de las plásticas y visuales, y el escucha de las músicas. El discurso signo base del sistema se escribe con voz sin articulación, altitonante, triste, autoritaria, consensuada, optimista, derrotada; signa gestas y utopías, pasiones y críticas.

La semiología de la lengua se presenta como modelo para todas las demás, porque es ella como palabra la que las nombra. La semiología de la lengua es asible, clara. Su estructura o sistema con las palabras como signos, distintos y diferentes, da existencia a esos otros sistemas semióticos nombrados. La semiótica establece tres tipos de signos: iconos, indicios y símbolos. Estos funcionan para las artes, la lengua y la música; son extensibles a otros sistemas semióticos, tarea abierta para quien supere el reduccionismo de ponerle el nombre de lenguaje a todo.
Ref. Benveniste. Problemas de lingüística general

1 comentario:

  1. Me atrapó el texto, en especial la parte final. ¿Cuál sería entonces la lectura para las denominadas "artes vivas" o representativas? El teatro e incluso la danza como su antecesora (al menos así lo enseñan) ¿Qué lugar tendrían en este debate sobre el lenguaje ?

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