miércoles, 27 de octubre de 2021

Elegías de Castellanos. Seis: Sobce dios indígena, demonio para españoles. Rodas en Aburrá

Dice Juan de Castellanos que fue Gaspar de Rodas con sus proezas quien sometió a catíos, tahamíes y nutaves. Y la fuente de información quedó cifrada en estos versos:

“Ansí que, por entonces se quedaron

Los indios victoriosos, y las tierras

Que fueron del gobierno de Valdivia

Desamparadas de los españoles,

Hasta tanto que por Gaspar de Rodas,

De quien agora resta que tractemos,

Fueron pacificadas con castigo,

Según declararemos adelante

Ayudándome de las relaciones

Y cartas de Hierónimo de Torres

Que es ocular testigo, y hoy vecino

De la nombrada villa de Antioquia

Antiguo peregrino destas partes […]”1

Los oidores del Nuevo Reino Francisco Briceño, Antonio de Cetina y Alonso de la Torre nombraron a Gaspar de Rodas como segundo gobernador de Antioquia. Entre tanto Juan Meléndez de Valdés, logró someter a los indígenas; pero dice Castellanos que este sometimiento fue posible por un acontecimiento extraordinario en el territorio de Antioquia. Y dice que no lo creyera si no fuese porque el escribano Juan de Vergara, que estuvo presente lo testifica:

“[…] Por decir algo de las invenciones,

Tramas y enbustes quel diablo tiene

Para cazar las almas miserables

Desta gentilidad prompta y atenta

A recibir cualquiera desvarío.”2

Ocurrió en el valle de Penco jurisdicción de Santafé de Antioquia, en marzo de 1576. Un demonio llamado Sobce, fue nombrado y se mostró a quienes deseaban verlo. Sobce se apareció:

“Vestido según indio de la tierra,

Todo de negro y el cabello largo,

Una manta revuelta sobre el hombro…”3

Sobce era familia de una vieja pitonisa, encantadora. La vieja tenía una hermosa hijuela de diez años, de la que decían ser hija del sol. Ella cuando hablaba con los indios se sentaba en las piernas de la vieja “A quien Sobce llamaba madre”.  A la hijuela, hija del sol solo la veían bella los indios no bautizados. Y los bautizados la veían tiznada

“[…] O por mejor decir fiera horrible.

Hacíales ver cosas monstruosas

Como buen jugador de pasa pasa;…”4

Sobce tomaba muchas apariencias y hacía muchos milagros, pues era considerado “El inmenso hacedor de alta y baja monarquía”; 5 Los indígenas realizaban ceremonias para servirle y propiciar su favor permanente. Tres hombres, indios viejos, considerados grandes hechiceros recorrieron toda la tierra predicando la ocurrencia de un diluvio, que ahogaría a los españoles, y quedarían los indígenas libres de yugos y servidumbres. El diluvio ocurriría dentro de seis días, y todos debían llamar a sus parientes, los sirvientes de los cristianos, ladinos y metidos en vasallaje, para que fuesen a tres lugares altos, solitarios desfiladeros, Allí debían llevar

“[…] Semillas y raíces y otras cosas

De que este barbarismo se mantiene,

Porque pasadas las inundaciones

Volviesen a hacer sus sementeras.6

Y no se halló ningún nativo en Antioquia, todos migraron hacia las alturas donde Sobce había indicado. Los españoles los buscaron y con burlas los hicieron volver a la villa; pero llenos de muchos temores. Los hechiceros llegaron al valle de Ebéjico ( Ibijico, escribe Castellanos) y allí fueron confrontados por un español convicto por la muerte de Valdivia:

“[…] Juan Baptista Vaquero retraido,

A causa de la muerte de Valdivia;

El cual, por la destreza que tenía

En aquel idioma de los indios,

Era de todos ellos estimado

Y en opinión de mozo que tractaba

Verdad en cuantas cosas decía.”7

Vaquero mandó traer a los hechiceros por las buenas o las malas a su presencia. Los hechiceros –dice Juan de Vergara, testigo de Castellanos- creen en ello como “[…] si vieran los efectos ya presentes,…”8. Vaquero quería “hacerles entender que Sobce miente” y ellos están sembrando una infame y vil mentira. Los hechiceros, presentaban un gesto espantable, parecían bultos infernales “que lanzaban fuego por los ojos”9. Vaquero espantado tomó una cruz en las manos y se encomendó su “sumo hacedor”10 y comenzó a pronunciar adjetivos despectivos e insultos:

“[…] ministros de maldad, engañadores,

Revestidos de espíritu malino,

¿Porqué venis a ser predicadores

De tan desvariado destino,

Ciegos embarbascados en errores

Y ajenos del católico camino?11

Juan Baptista Vaquero les dijo además que había llegado la hora de ira para hacerles reconocer la mentira en que viven. Ese dios vuestro es un tirano horrendo. El verdadero dios en quien “creemos y adoramos”, vino a desterrar de vuestros corazones a Sobce por medio del bautismo. De los tres hechiceros, dos, los más jóvenes, se convencieron con las palabras de Vaquero, creyeron. El más viejo haciendo “gestos y visajes”, ronco de tanto hablar, dijo a Vaquero: ¡dicen que tu dios es el verdadero! Te reto a que delante de estos ignorantes hagas un milagro en su nombre. Con el mío, Sobce, haré

“Mover las grandes peñas deste suelo,

Y dejen, dando vuelo, su cimiento

Bailando en el viento con zumbido…”12

Has lo mismo y así entenderás cual dios es más poderoso. Vaquero le respondió tratando al viejo de perro hechicero, que su fe le prohíbe tentar a dios, pero que esa fe cristiana puede hacer algo parecido:

“[…] Mas yo, haciendo tu cosa tan rara,

Con esta fe podré mudar el cerro

Alto que ves enfrente de tu cara…”13

Y el hechicero ante el reto comenzó a invocar a Sobce. Primero se lavó el cuerpo, luego ofreció oro, mantas y objetos; sometió las piedras a un sahumerio y las apaleaba con una vara, en medio de “gritos y alaridos” exigiéndoles volaran. La multitud esperaba “verla maravilla”; pero al no verla se burlaron del hechicero. Juan Baptista Vaquero aprovechó para seguir insultando y al enarbolar la cruz que llamó “santo palo” dijo: este santo palo es igual al que venció “el infernal alarde” y todo aquel que la vea se espanta si no vive para ella. El hechicero, se fue renegando y Vaquero fjue reverenciado y obedecido por la multitud de indígenas.

El viejo hechicero volvió y retó a Vaquero a que subieran al peñol del Nuta, distante del valle de Ebéjico tres leguas por una pendiente, para mostrarle ahí el poder de Sobce. Viejo demente –le dijo Vaquero- vamos y verás que el amanecer con la luz del sol se verá que Sobce miente. El hechicero salió primero y Vaquero lo siguió. Dice Castellanos ser testigos de este reto trecientos indígenas. En lo alto de la peña el viejo comenzó la invocación, que duró toda la noche:

“[…] Y el indio hizo sus invocaciones,

Visajes, gestos, saltos y bramuras,

Por aterrorizar a su contrario

O por tener demonio revestido

Pero Baptista con la cruz delante

Los símbolos decía con voz alta,

No sin erizamiento de cabellos…”14

Amaneció y Sobce no llegó. Ocasión para que Vaquero arengara a los indígenas con pasajes victoriosos del cristianismo y terminó amenazando al viejo con la hoguera, con quemarlo vivo. La noticia llegó a Santafé de Antioquia y allí se tomó la decisión de condenar a los tres de la religión del dios indígena: la pitonisa, la niña moza y al viejo hechicero. La pitonisa se condenó al destierro, la niña bella se bautizó al viejo lo quemaron. Vaquero bajó de la peña Nuta victorioso y bautizó gran número de gente. Dice Castellanos:

“Y asi se deshicieron los nublados,

Quedando los ladinos y chontales

Con aviso de nunca dar oídos

Jamás a semejantes devaneos

Y en aborrecimiento del demonio;”15

En esta observación sobre la calidad de los indígenas –ladinos y chontales- se hace referencia al ya avanzado proceso de aprendizaje del castellano por los indígenas, quienes fueron bautizados y cambiados los nombres en sus lenguas por nombres de santos cristianos. Los chontales es el nombre dado a los indígenas desplazados de sus territorios y llevados al valle de Ebéjico.

Gaspar de Rodas recibió la investidura como gobernador de Antioquia de la Real Audiencia en el Año de 1577. Armó a su costa los soldados para cumplir con el mandato de poblar la tierra donde fue muerto Valdivia

“[…] El diestro capitan Gaspar de Rodas,

Atlante fuerte sobre cuyos hombros

El peso se sostuvo de aquel suelo”16

Se sometieron a su mando setenta (70) soldados, entre ellos Pedro Pinto Vellorino, Luis Céspedes de Vargas y su hermano Alonso Vargas naturales de Fregenal; Sancho de Quevedo, esteban de Rivera natural de Albuquerque, Juan de Alvarado Salazar, el esturiano Fernando de Ovango, Pedro Sánchez de Oviedo natural de Extremadura; Manuel Ruviales, el sacerdote Juan Ruiz de Atienza, Juan Fernández Erazo natural de Navarra; Antonio Osorio, Pedro de Arce, Pablo Fernández de Eras, Alonso Fernández Molano, Alonso Martín Merchán, y el mulato Mateo Fernández.

Con ellos  llegó al valle de San Andrés (Guarcama), al fuerte donde murió Valdivia el 8 de febrero de 1577. Los caciques con su gente les salieron de paz y obsequiosos de oro y comida. Y Rodas les dijo que venía

“[…] Era por granjear sus amistades,

Y no para tomalles sus haciendas…”17

Pero Rodas al verlos reunidos tomó prisioneros a veinte y cuatro (24) indígenas principales. Los demás quisieron ir a la guerra. El capitán Rodas les dijo con dos lenguas tahamíes que llevaba respetados en Guarcama Pedro Amato y Aguasici:

“No meneeis los brazoz,

Porque si dais algunas ocasiones

A todos os haremos mil pedazos”18

Tomamos estos prisioneros porque el rey Felipe así lo manda y cualquier rey de cualquier parte o señor, debe ser obediente y servirle. Vive quien acepta la sujeción y castiga a quienes caen en excesos y le juegan trampa. Yo Gaspar de Rodas vine en su nombre a procesar a quienes bajo una paz engañosa mataron a su gobernador Valdivia. Y también manda el rey Felipe Magno que no sea riguroso en el castigo a pesar del grave delito. Haré averiguación para hallar el delincuente. Este tendrá la clemencia del rey que yo traigo; y no me muevo por la pasión, me guía la piedad, y así lo veréis cuando ejecute a los culpables; seré amigo de todos los que viven en este valle, en esta tierra, los favoreceré si dais una paz verdadera y no mentirosa. Por eso os digo que “En mi hallareis gran abrigo” si os quedáis quietos y creéis en lo que digo.19

De la muchedumbre solo prendieron las cabezas, los caudillos y los demás se sosegaron. A los prendidos (prisioneros) les hicieron un juicio solemne, con un “defensor juramentado”. Resultaron seis (6) los culpables, fueron condenados a la horca. Al cacique Guarcama “gentil hombre, feroz y de cabal entendimiento” y otros cuatro (4) los condenaron a perder las manos. A todos los condenados se les bautizó. Dice Castellanos que ellos lo pidieron:

“[…] Y antes de padecer temporal muerte

Aquellos seis señores belicosos

Pidieron el baptismo todos ellos

Con grande devoción, y fueles dado…”20

Les llevaron a la horca con una cruz en las manos y decían: -quien tal hace que pague; nosotros somos culpables porque nos convencieron los tahamíes de cometer el crimen, con el que estuvimos en desacuerdo-. Pero esa declaración postrera se disipó porque Gaspar de Rodas se apoyó en los dos ladinos tahamies Guasici y Pedro Amato.

 

Rodas fundó allí en el valle de San Andrés, en Guarcama, la ciudad de Cáceres:

“Nombró treinta vecinos, hombres nobles,

Entre los cuales repartió la tierra,

Cinco mil indios, poco más o menos,…”21

Rodas informó a la Real Audiencia de lo hecho a través de Antonio Osorio; pero este fue increpado por los soldados de Valdivia que resultaron ignorados en el reparto. El gobernador se vio obligado a viajar a Bogotá para defender lo hecho. Allí el licenciado Juan Rodríguez Mora, reemplazo de del difunto oidor Briceño, le restituyó lo hecho. En la estadía, Rodas coincidió con la sublevación de los Gualí de Mariquita. Gonzalo Jiménez de Quesada los había sometido y fundado en su tierra la ciudad de Santa Agueda. Los españoles construyeron un fuerte y ante la sublevación se recluyeron en él con sus mujeres y niños y el servicio. Fueron sitiados por los Gualí. Ante la urgencia de la guerra la Audiencia encomendó al capitán Gaspar de Rodas

“Para hacer al rey este servicio:

El cual como persona circunspecta

Este cargo tomó de buena gana”22

Se armó con 110 soldados, escogidos a su gusto, entró contra los Gualí y al cabo de tres meses los dominó, venció y los metió en servidumbre. Los soldados de confianza, sus caudillos se llamaban Juan Meléndez y Alonso Fernández Molano, quienes lo acompañaban en Cáceres.

En recompensa Gaspar de Rodas recibió la gobernación de la provincia entre los dos ríos de Valdivia, más la villa de Santafé de Antioquia y su jurisdicción; además se le certificó la separación de su territorio de la gobernación de Popayán. Dice Castellanos de Rodas ser un hombre con talento natural para emprender grandes negocios y mantener hombres sujetados. En su ausencia, los indígenas de Cáceres se sublevaron, por faltarles el caudillo. Mataron a Alonso González de Montijo, a Alonso Fernández de Membrilla, a Lorenzo de Rufas y otros muchos más indios de servicio. A los indígenas los dirigía Omagá, cacique respetado y guerrero. Rodas, avisado de las intenciones del cacique por mujeres indias al servicio de españoles, salió de Santafé de Antioquia con treinta (30) soldados, ganado y pertrechos rumbo a Cáceres. No hallaron a Omagá en el poblado. El gobernador envió a Francisco Alférez reforzado con cuarenta 40 soldados a caballo para prenderlo; pero Francisco “más papelista que guerrero”23, se demoró dos meses y volvió con las manos vacías. Rodas, ante ese fracaso, envió al gallego Juan Arias Ruvián, con solo veinte infantes, a comenzó de diciembre de 1579. Entran en elas montañas altas de Cáceres. Omagá les envía mensajeros con comida y su sobrino Teguerí

“…gentil mancebo,

Bien conocido de la gente nuestra,

Y en opinión tenido de valiente”24

Tenguerí vino a ofrecer la paz a nombre de su tío. Juan Arias Ruvián le dice que puede perdonarlo por todos los delitos si entra en una paz segura y duradera. Omagá ofrece un encuentro en dos cabañas que tiene en una sabana plana, para dar la paz y aceptar la servidumbre al gobernador.

Arias Ruvián y los soldados se alojaron en las cabañas; allí fueron servidos con comida y atenciones; pero fueron advertidos por Ana, una moza ladina cristiana, como en tres días llegarían muchos caciques, cada uno a deshoras, hasta le llegada de Omagá. Ana avisó que cuando todos los caciques estuvieran atacarían a los españoles. Pero estos con la llegada del cacique Tiquimiqui y sus indios, comenzaron a prenderlos, amarrarlos con cabuyas y meterlos en una de las cabañas. Amarraron a cincuenta indígenas, entre ellos

“…bien dispuestos

Y robustos miembros y elegantes,

Pacíficos semblantes y apariencias

Encubridoras de su mal intento”25

Y el viernes 31 de diciembre de 1579, entrando el año de 1580 llegó Omagá y dentro de la cabaña lo despedazaron ante los amarrados. Por las voces de horror salidas de la cabaña, los indígenas ocultos que tenían rodeadas las cabañas comenzaron el ataque contra los españoles. Los indígenas estaban ordenados en escuadrones, nueve por hilera; los sobresalientes o capitanes, señalados, tenían las aljabas o carcaj llenas de flechas venenosas, las picas de madera tostada, las macanas y hondas. Estaban dirigidos por Tenguerí como general, sobrino de Omagá y por capitán tenían a Maubita, yerno de Ocharí: arengan a sus guerreros diciéndoles que los muertos no importan porque son solo veinte a los que hay que vencer. Los españoles disparan los arcabuces y arremeten con sus espadas. Juan Arias Ruvián, Juan Mateos, Mateo de Acosta (lusitano), Pablo Sarmiento, tras sus rodelas y celadas están prestos. Alvarado Salazar, le mete una bala en la frente a Tenguerí. Domingo de Herrera le dio a Maubita en el pecho; Diego de Ávila le puso la bala en la cara a Ocharí, quien al verse herido abandonó el combate que ya llevaba tres horas. El ejército indígena al ver caer a sus caciques, decidió incendiar las cabañas, sin saber de los cincuenta gentiles indios amarrados dentro. Fueron incinerados.

Los españoles mataron a cuchillo y espada más de trecientos (300) naturales y perdieron tres soldados, los sobrevivientes

“cada uno con cinco o seis flechazos

Los cuales puesta buena centinela

Con grande diligencia se curaron,

Abrazando con fuego las heridas;”26

Ambos bandos se agotaron. Los españoles regresaron a un puesto anterior donde descansaron y se repusieron. Ocharí, herido en la cara los seguía y les gritaba que debían desocupar la tierra y pagar con la muerte todo el daño hecho; pero no atacaba y los españoles llegaron al Cauca donde fueron socorridos por Juan Meléndez quien con treinta compañeros los llevaron a Cáceres. Murieron por las heridas con flechas envenenadas Lucas Sánchez y Mateo Acosta.

En Santafé de Antioquia Rodas preparaba incursión para ver lo que había entre los dos ríos: el Cauca y el Magdalena. El gobernador no quiso ser de aquellos que viven del sudor de los demás. No quiso dejar descansar su cuerpo. Salió en 1580 de Santafé con

“…Obra de setenta compañeros,

Caballos y pertrechos necesarios,

Caminando la del oriente

Hasta ver las zavanas de aquel rio

De Aburrá, do tiene nacimiento

El mismo que después llaman Porce,

El curso de sus aguas prosiguiendo,

Hacia septentrión27 encaminadas,

Por tierras despobladas, muchos días,…”28

Según estos versos de Juan de Castellanos, Rodas entró al valle de Aburrá y siguió en curso del río (llamado Medellín después de 1675). Esta incursión fechada por Castellanos en 1580, no se hizo por territorio desconocido para él; pues por otras fuentes se sabe que en 1575 Rodas pide y se le concede merced de tierras por sus servicios de conquista. Se le adjudicaron cincuenta (50) leguas desde los asientos viejos de Aburrá hacia el norte. En su solicitud dice que ya ahí tiene hatos de ganado. Se entiende que cuando arma la incursión de 1580 ya tiene cinco años de estar metido en el valle de Aburrá.

Rodas río aburrá abajo, Porce abajo, llegó a tierra apacible después de pasar hambre y atascaderos. En esa tierra, en la otra banda del Porce (puede entenderse hacia el Magdalena) vio

“…indicios que manifestaban

Haber median copia de cultores.

Pero según las guías declaraban,

A la contraria parte de aquel río

Había población de más substancia,

Lo cual se conocía claramente

Por ver trilladas sendas y caminos,

Humos a todas partes y labranzas;”29

Buscaron un paso cómodo, hicieron un puente de bejucos y pasaron la ropa, el servicio. Los soldados y demás pasaron a nado. Pero los indígenas del otro lado del Porce los recibieron con nubes de flechas y dardos. Del lado de los indígenas ondeaban cantidad de penachos, dice Castellanos, que llevaban petos y diademas de oro, muestra de las buenas minas que tenían. Para vencer la voluntad de lucha de los naturales, los españoles emplearon la táctica común de matar los líderes. El mestizo Francisco de Taborda, famoso por tener buena puntería, le dio un balazo de arcabuz en el pecho al “indio que más se señalaba En galas, magestad, valor y brío”30. Los demás al ver esa muerte como súbita, sin explicación, se llevaron el cuerpo llenos de “admiraciones y alborotos”; pero no descuidaron el combate. Ante esto Gaspar de Rodas se deslizó río abajo, paso la corriente con treinta y seis (36) soldados y tomó por sorpresa a los naturales. Dice Castellano que al pasar el río los soldados se amilanaron; pero el gobernador, se desnudó y pasó el río, dando ejemplo a la tropa. Los hermanos mestizos Francisco y Alonso Taborda tomaron la delantera.

“Salieron los heroicos españoles

Diciendo: “¡Santiago. Santiago!”

Ocupa turbación salvajes pechos;

Corre la confusión desordenando

La bárbara caterva, que no para

Por diferente partes derramada;”31

Afianzaron el territorio y comenzaron las incursiones por toda la tierra. Los indígenas presentaban escaramuzas pero “cuotidianamente Llevaban lo peor los naturales”; Presentaron la paz por reconocer la superioridad de los españoles. A trece leguas del paso del río, encontraron un lugar “proveido” (entiéndase con indígenas y cultivos) y fundaron la ciudad de Zaragoza en mayo de 1581 y en las “juntas” de los ríos Porce y Nechí. Rodas nombró a Sánchez teniente y lo dejó con cuarenta (40) españoles a quienes se les repartió la población indígena. El gobernador, en las tierras de Ituango, refundó la ciudad con veintiocho (28) españoles y se les encomendó los indígenas ya pacificados. Ahí dejó como teniente a su pariente Juan de Rodas y volvió a Santafé de Antioquia.

1. De Castellanos, Juan. Elegías de varones ilustres de Indias. Editor Gerardo Rivas Moreno. Bogotá – Bucaramanga 1977. Prólogo de Javier Ocampo López. Pág. 1035

2. 3. Ídem. Pág. 1036

4. 5. 6. Ídem. Pág. 1037

7. 8. 9. 10. 11. Ídem. Pág. 1038

12. 13. Ídem. Pág. 1039

14. Ídem. Pág. 1040

15. 16. Ídem. Pág. 1041

17. 18. Ídem. Pág. 1042

19. 20. 21. Ídem. Pág. 1043

22. Ídem. Pág. 1044

23. Ídem. Pág. 1045

24. Ídem. Pág. 1046

25. Ídem. Pág. 1047

26. Ídem. Pág. 1049

27. Norte

28. 29.30. Ídem. Pág. 1052

31. Ídem. Pág. 1053

 

Imagen: Mujeres indígenas de Cáceres Antioquia. Tomada de KienyKe.com

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